martes, 11 de octubre de 2011

15-M o las posibilidades del no poder.

Leído en: Portal OACA
En lugar del poder, contra  lo que decía Deutsche, no es ningún lugar vacío sino el lugar del lleno absoluto. Cuando meses atrás las gentes llenaron las plazas de España, entre ellas la ya simbólica de Sol en Madrid, estaban materializando el viejo fantasma del poder. Los que estaban allí congregados tenían poder porque estaban juntos; representaban, también físicamente, el poder popular que es un lleno absoluto.

El poder como lugar vacío se sostiene sobre un falso consenso vigilado por cámaras y si es necesario por las porras del policía. Para romper con aquel lleno, al final, hubo que emplearlas, no sin antes recordarnos a todos que, los violentos, son siempre los otros.
Las cosas desde entonces no han cambiado. Una gran mayoría de la población sigue viviendo en su beatífica ignorancia o en su calculada esquizofrenia, compartiendo la ficción oficial de los hechos, rezando por que la crisis no les afecte en tanto individuos y practicando el juego suicida del ande yo caliente… En la misma medida las protestas, las marchas y las reuniones tampoco han cesado aunque han perdido su vigor inicial. Probablemente, las medidas económicas por venir o bien el mismo circo electoral oficialista volverán a reactivarlas porque, de momento, siguen siendo carne de su carne.
Si algo hay de original en ellas es que, después de cuarenta años de dominio, los agentes sociales que antes eran motor de las mismas: sindicatos oficialistas y partidos de la izquierda tradicional, hoy solo generan desconfianza y, desde luego, nadie está dispuesto a dejar que las patrimonialicen. Ni la política ni el sindicalismo de viejo cuño son ya ninguna referencia para el movimiento social emergente y, sin embargo, su ala institucional: Democracia Real Ya (DRY), Juventud Sin Futuro (JSF), Democracia Participativa y demás grupúsculos no reclama otra cosa, su activismo se ciñe a más participación democrática, más recursos y más servicios públicos, su deseo es reformar un sistema que amenaza con excluirlos. Los menos, la parte popular del movimiento, los más lúcidos, los más volcados en la experimentación, la trama de vínculos y la generación de nuevas situaciones están, en buena lógica, por abolirlo.

El ala institucional aún cree en el sueño del Estado del Bienestar que nunca tuvimos y, por lo tanto, reivindica un empleo estable, un salario digno y poder consumir al menos como la generación precedente. El ala popular quiere destruir el capitalismo, sus formas productivas, el trabajo alienante, el consumismo insatisfecho.
Mañana puede pasar cualquier cosa. Pero hoy unos y otros toman posiciones. El aclamado Hessel del libro “Indignaos” en una reciente visita a Madrid a fin de presentar su nuevo manual de instrucciones se ha declarado partidario del PSOE, el partido que desde el final de franquismo, como nos recuerda en su texto “Pensar el 15M” Félix Rodrigo Mora, mejor expresa los intereses del gran capital multinacional español, y la fuerza política que más a conciencia a destruido y acanallado los valores ciudadanos. El DRY, poco a poco, toma posiciones dentro del movimiento como partido de vanguardia, instrumentalizando en su favor las asambleas. Su “Manifiesto de los indignados en 25 propuestas” ha recibido las más curiosas adhesiones, desde el presidente del BBVA a la cofundadora de Inditex (Zara), la cacique y esclavista gallega Rosalía Mera, una de las mayores fortunas del mundo y portavoz informal de la patronal española. Desde el profesor de la IE Bussines School, Enrique Dans, uno de los hombres de confianza del gran capital en España hasta el controvertido juez Garzón, acusado de dar cobertura legal a las torturas en el País Vasco, son muchas las voces que para zozobra del 15M dicen estar dispuestos a prestarles su apoyo.
El “Manifiesto de los indignados en 25 propuestas” del DRY era difundido a bombo y platillo por todos los medios, en él se propone la reforma de la ley electoral y el abandono de la Asamblea, con lo que de entrada, ya es una traición a los principios del movimiento 15M. Su naturaleza reformista se extiende por todo el documento: el DRY es monárquico, constitucionalista y defensor de la clase política.

Tampoco Juventud Sin Futuro (JSF) tiene un proyecto revolucionario sino, como nos recuerda Félix Rodrigo Mora en su ya citado artículo, “añoranza del pasado inmediato. Sus demandas se centran en tener un buen trabajo, ganar mucho dinero, poseer una vivienda, defender y extender el Estado del Bienestar y consumir al máximo. Es decir, en JSF lo que hay es apología del capitalismo libre de crisis, trastornado enamoramiento de la sociedad de consumo y ciega veneración por el Estado. Por lo tanto, es una anti revolución” que ha reflexionado poco o nada sobre el hecho de que nuestro nivel de vida, cada día más disminuido, solo es posible mantenerlo mediante el saqueo del Tercer Mundo y la destrucción medioambiental. Poca esperanza hay para los que viven en la indigencia si aquí no renunciamos al consumismo, al bienestar hedonista y al orden político y social que les tiene como fundamento. Menos aún para todos nosotros si nuestra juventud abandona todo idealismo, todo romanticismo, toda generosidad y desinterés, deseo de aventuras y gusto por el riesgo, afán de entregarse a grandes causas sin pedir nada a cambio y disposición para el sacrificio. La JSF son pues el polo opuesto a lo que nos gustaría que fuera la juventud del 15M, viejos prematuros que niegan el espíritu de la juventud.
Ha habido y hay, por tanto dos caras del 15M. En su cara negativa, falló el ala popular cuando dejó las asambleas en manos del DRY y JSF, que coparon los medios con sus proclamas y discursos reformistas y reaccionarios como el “Manifiesto de las 25 propuestas”, y también cuando se dejó arrastrar hacia pequeñas reivindicaciones economicistas. Fallaron las comisiones de trabajo que se quedaron en mero documentalismo teórico y fallaron también las asambleas de barrio que lejos de extender ese tejido social regenerado que brotaba desde las plazas se enzarzaron en debates y reclamaciones más propias del reformismo cutre.
El 15M, en su cara positiva, ha sido una demostración práctica de un nosotros hecho de hermandad, desinterés, afán de servir, creatividad y fusión interpersonal; y las acampadas sirvieron para superar la pasividad, el confinamiento y el aislamiento en el que transcurre nuestra vida bajo el capitalismo. En los mejores momentos, la aburrida verborrea del DRY y el JSF fue superada y arrinconada; ya no se trataba de cuestiones económicas, reivindicaciones materiales o sociales sino de pensar y realizar la fraternidad comunitaria, y para las mentes más lúcidas de llevar a cabo una revolución ética y una nueva espiritualidad que rehabilite la vida hoy envilecida por el materialismo más grosero.
El 15M describió el ciclo habitual de cualquier organismo vivo. Hoy no es más que otro mito mediático, un fantasma que sacar de paseo cuando se quiera hablar de movimientos populares o se quiera ganar dinero con él. La facción institucional montará su propio partido o bien se integrará en los ya existentes. Una gran parte de la facción popular se desintegrará ante la falta de coherencia ideológica y la parálisis para la acción que han caracterizado el 15M. Falta saber qué hará su parte mejor, la más creativa, la que sentía deseos de elaborar y encontrar ideas nuevas para una situación nueva, para una moralidad renovada que ella misma encarnaba en la dimensión práctica que dieron a la comunitario los días que duraron las acampadas. Entre los errores que no deben cometer está el de atarse a un movimiento difunto porque las posibilidades de que nuevos 15M broten están más que dadas, la deriva del propio capitalismo los van a continuar haciendo estallar a cada poco y bajo formatos bien inesperados. Si alguien puede dar el combate político contra lo establecido, de momento, serán ellos, bastara con que despejen una incógnita que en estos meses pasados los ha agitado y diluido en la misma medida, el interrogante de saber para qué exactamente queremos estar juntos y cómo darle consistencia y continuidad a los vínculos que nos han ayudado a construir lo común y a hacer más habitable nuestras vidas.
Si nuestra situación dentro del capitalismo es tan desesperada, si la comunidad no se experimenta como identidad sino como práctica, ¿por qué esperar más? El grito, la consigna ahora sólo puede ser: ¡Vamos hacia delante, que ya vendrán!
Tras el golpe de Estado del 18 de julio y la posterior revolución libertaria que desencadenó este hecho, miles de campesinos y obreros se lanzaron a colectivizar las tierras y las industrias sin esperar para ello órdenes de lo alto. Emma Golman, lo cuenta en sus diarios fascinada por la obra constructiva que estaban llevando a cabo los anarquistas españoles… “en la Federación de Campesinos de Levante… técnicos al servicio de la CNT habían hecho experiencias interesantes con vistas a un mejor rendimiento de las cosechas y su conserva… En la industria del vestido también se habían introducido parecidos progresos… Sin prejuicio por el ritmo de la producción, los colectivistas atendían al mismo tiempo a la salud física y a la cultura general… A 40 kilómetros por la carretera de Guadalajara visité la colectividad de Azuqueca. Era una población de 1.500 habitantes. La colectividad estaba compuesta de varios centenares de miembros, y se había instalado en una finca del famoso conde de Romanones. Éste había abandonado precipitadamente España en julio de 1936… L a finca era de unas 720 hectáreas, y se la conocía con el nombre de Miralcampo. Como tantos terratenientes de la España del latifundio, el conde dedicaba este dominio a la sola recría de caballos de raza. Se suele decir que el conde, a su regreso a España al final de la guerra, se sintió asombrado del trabajo realizado en su finca, y puso empeño en conocer a las personas que habían intervenido en lo que entendía era una obra meritoria”. En su tercera visita a España, visita una masía colectivizada que la recibe con un gran cartel escrito por niños donde se puede leer Mon Nou porque, en efecto, no sé puede hacer un mundo nuevo con seres viejos, y aquellos niños de la colectividad eran el mundo nuevo, al igual que todos los adultos soñadores que se habían hecho niños, abandonando toda suficiencia y arrogancia, para poder entrar en aquel mundo nuevo ganado por la delicadeza y la bondad, el amor a la cultura y la libertad. Los que mantenían la fe en la bondad humana, ven en cada criatura viva un hermano y gozan con la felicidad del prójimo se habían reunido en aquella colectividad a los pies del Pirineo para negar la pasividad hastiada y la reivindicación quejosa en donde hasta entonces los había recluido el sistema. Hicieron realidad sus sueños y dejaron de ser niños perdidos en los sueños del capital. Reunieron en un nosotros colectivo la casa, los antepasados, los amores y los amigos para empezar desde allí a construirlo todo: el hogar, la lengua, la educación, la dulzura, la calma, la alegría y el amor frente a la hostilidad general. Inauguraban el fin de una civilización y el comienzo de otra.
Tampoco nosotros debemos esperar órdenes de lo alto para cantar que los tiempos infelices pasaron y volver a realizar este sueño, este proyecto que ilustra el valor estratégico de la retirada ofensiva. Es propio del arte de la guerra que en ciertos momentos valga más producir lugares y amistades que armas y caballos, nos dicen los Agentes del Partido Imaginario en su Manifiesto “Fogonazos”. Derribemos los muros que hemos construido alrededor de nosotros y partamos juntos; dejemos atrás este mundo donde la envidia, el egoísmo, el deseo de ser alguien, de ser reconocido, de triunfar nos empobrece y envilece nuestras relaciones con los demás. Construyamos ese hogar que nos espera.
Aunque somos conscientes que, en tanto urbanitas, no sabemos hacer casi nada, también estamos seguros de que la suma de nuestra riqueza personal y de los saberes individuales puestos en común será suficiente para empezar. No se tratará en principio de vivir sin dinero sino de ajustar nuestra economía para evitar, en lo posible, establecer toda dependencia de lo mercantil; de organizarnos para la supervivencia elemental a través de la realización de trabajos colectivos, comidas compartidas, cuidados, puesta en común de espacios, saberes, técnicas, habilidades y recursos que nutran nuestra aventura comunitaria, poco importa el formato en la que esta se realice mientras seamos capaces de hacerlo habitable y reproducible por adición o segregación: ocupaciones, comunas rurales, urbanas, grupos de afinidad, ateneos, escuelas libres, barrios, fábricas, talleres liberados, etc.
Porque la idea que nos sostiene es la de la deserción de esta civilización que camina al precipicio, tenemos que construir los lugares donde experimentar el compartir, la cooperación y la solidaridad; donde poner en común nuestros sueños, nuestros pensamientos, nuestros deseos y nuestros cuerpos. Darnos ese mundo será nuestra mejor contribución para derrotar el mundo de la alianza del Capital y el Imperio. Sólo entonces, los malos tiempos, terminarán.

Antonio Orihuela
http://kaleidoscopico.wordpress.com/2011/10/11/15-m-o-las-posibilidades-del-no-poder/
http://editorialultramarina.com/2011/10/07/poesia-social-poesia-comprometida-antonio-orihuela/

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