Donde las botas aún no se fueron
(AW) Desde la Cárcel de Mujeres de Ezeiza una compañera da cuenta de la ferocidad represiva que va desde las humillaciones constantes, hasta la paloterapia pura y dura, ejes que estructuran la vida en prisión. Entre otras razones esto es posible porque Argentina es uno de los poquísimos países del planta que tiene el servicio penintenciario militarizado donde conviven antiguos torturadores de la dictadura con sus nuevos hijos putativos de la constitucionalidad, hechos a imagen y semejanza, quienes impiden cualquier control de organismos humanitarios, y así disponen discrecionalmente sobre la supervivencia o la muerte de miles de seres humanos privados de libertad.
En nuestra situación de encierro la violencia es algo cotidiano, desde los gritos al son del recuento, el apellido gritado a para cualquier requerimiento, hasta los palos o golpes una vez sancionada por alguna falta cometida.
Diferentes turno de botas, que cada día hay que enfrentar hasta por las simples cotidianeidades de nuestras vidas.
A las 7:45 horas llega el cambio de guardia. El recuento. Deben abrir el patio y darnos los tubos de teléfono (ejemplo de un pabellón, en otro es peor), siempre algún inconveniente, que si llueve y deben consultar si abren el paso del aire libre, aunque estemos a más de 30º grados de calor.
Las instituciones castrenses no permiten que las celadoras de rango más bajo piensen (no se les paga para eso), no deben tener criterios propios. Solo obedecen órdenes, tengan la circunstancia que tengan que afrontar. Ya sea que una interna este muriéndose de cualquier dolencia, que si no les dan la orden y vienen a buscarla las de división Requisa (encargadas de cualquier movimiento), no hay tu tía.
La salida al trabajo (dentro del penal) es otra expedición, no existe un horario fijo, pero se puede oír las exigencias de cuando llaman tienen que ser “ya”, todo al trote (sin correr que está prohibido), como si del servicio militar se tratase. Para pasar por la “requisa”, no vaya a ser que lleves o traigas algo “ilegal”.
Toda esa agresión la recibimos a diario. Nuevas normas, nuevos jefes, cada dos por tres, como en los talleres de producción a los que ahora ni encendedor se puede llevar, eso sí, a la hora que ellas dicen que se puede fumar (pero sin encendedor), lo tenés que hacer en un lugar común provocando encuentro entre trabajadoras de distintos talleres sean amigas o enemigas.
Como en todas las relaciones sociales, entre las compañeras existen roces, que gracias a la violencia institucionalizada se agravan generando peleas. Eso sí, si se desencadena una pelea entre internas, las represalias son para toda la población, no vaya a ser cosa que se contagien las ganas de pelear.
Olas represivas llegan a diario obstaculizando una de las cosas más sagradas de la persona en situación de encierro: la visita de sus seres queridos. Burocráticamente está la trampa, que si papeleo o autorizaciones atendidas por las botas de sección visita.
Largas esperas de los visitantes para entrar o salir del penal. Las humillaciones de requisas, la imposibilidad arbitraria de lo que es permitido ingresar por paquete. Todo eso genera el desgaste de las familias o amigos que deben desplazarse tantos kilómetros para llegar a vernos.
Las incompetencia de las botas de Seguridad Interna (que son las más agresivas) de contener, cualquiera sea el problema de alguna compañera, que lleva reclamando algo (por lo general su derecho), vaya a saber desde cuándo. Y así la hacen explotar de impotencia violentamente y genera casi siempre la paralización total de cualquier movimiento de la población, no respetando horarios laborales, talleres culturales, clases educativas, servicios sociales o de salud. De ese modo se culpa a esa interna del mal padecido por todas las demás.
¿Hasta cuándo llevarán adelante ese falso discurso de “resocialización” pro parte de las botas?
¿Quién puede creer que una fuerza militar pueda corregir algo a base de represión?
¡Desmilitarización del Servicio Penitenciario Ya!!!
Martina de la Calleja- Ezeiza
AGENCIA DE COMUNICACION RODOLFO WALSH
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