La irrupción de los gobiernos de izquierda que se fueron estableciendo en el Conosur americano durante los primeros años del nuevo milenio, auguraban grandes cambios para esta parte del Mundo. Muchos suponíamos que estos cambios habrían de torcerle el brazo a casi dos siglos de políticas serviles al favor del imperio (sin importar cuál fuera éste), que tan meticulosamente habían llegado a cabo los partidos conservadores y las dictaduras nefastas que han conducido nuestros destinos desde el tiempo de la independencia.
Con los albores del nuevo siglo, entonces, en cada uno de estos países a su turno, alcanzaban el poder partidos plenamente identificados con los grandes postulados de la izquierda latinoamericana: la liberación nacional, la integración de nuestros pueblos, y en especial, la consolidación definitiva de nuestro principio rector: acabar con la depencia y con la sangría ecónomica que hemos padecido por más de quinientos años. Y esto tan sólo para citar algunas de las de las grandes líneas de acción que han defendido desde siempre estos partidos.
Partidos o sectores que, además, desde las salidas demócraticas de los años ochenta, han dado una lucha frontal contra el modelo neoliberal capitalista, que en los lugares donde más profundizó la dependencia, donde más sumió a nuestra gente en la peor de las miserias. ¿ Quién podía decir otra cosa del Partido de los Trabajadores de Lula en Brasil, del viejo Partido Socialista de Allende liderando la Concertación en Chile, de Kirchner vinculado al ala izquierda del Peronismo en Argentina, del Frente Amplio en Uruguay?
Ahora bien, salvo el Frente Amplio que lleva más de tres años de gobierno en Uruguay, en el resto de los países del Conosur, estas Administraciones ya han comenzado sus segundos períodos consecutivos en el poder. Luego de este tiempo, frente a la duda y al escepticismo que campea entre muchos de nosotros, cabe que nos preguntemos: ¿ estos gobiernos progresistas realmente están sentando las bases pregonadas durante todo el siglo XX en luchas a sangre y fuego de la izquierda latinoamericana? ¿ Las principales acciones de estas Adminstraciones están abriendo las brechas imprecindibles a un sistema capitalista que desde el principio de los tiempos expolió a nuestros pueblos sin compasión? O por lo contrario, el horizonte elegido es muy otro y ( como para colmo de males viene ocurriendo en los últimos treinta años), muy poco hacemos para el modelo neoliberal que tanto defenebramos se siga enraizando cada vez más profundo en nuestro suelo. ¿Cuánto hemos concretado para que nuestras cuantiosas riquezas terminen, de una vez por todas, de ser esquilmadas por el capital extranjero y las enormes transnacionales?. Quizás ya sea hora de sincerarnos con nosotros mismos y empezar a exigir cuentas a quién corresponda.
Cumpliendo con el viejo sueño imperial.
Si tuviéramos que destacar un elemento distintivo de todos estos gobiernos de izquierda del Conosur, de ninguna manera podríamos obviar la prédica incesante que éstos han hecho por atraer a todo tipo de inversiones extranjeras a como diera lugar. Es más, esto se ha noticia diaria y ya nos hemos acostumbrado a que nuestros gobernantes, una y otra vez, nos den el ranking anual, mensual y hasta semanal de los capitales extranjeros interesados en nuestras riquezas, como si éste fuera el mejor índice de nuestra sanidad y fortaleza.
Lamentablemente, en esto no nos diferenciamos en nada de los gobiernos anteriores. Incluso, humildemente creemos--, que estamos superando y con muchas creces: hemos ampliado con todo tipo de incentivos las más generosas facilidades con que ya contaba el capital foráneo para adueñarse de nuestra áreas económicas y estratégicas. Hemos estado tocando a todas las puerta del Primer Mundo para que vengan a "cambiarnos" la vida con sus capitales. Hemos pagado religiosamente los intereses de nuestras deudas o los hemos refinanciado, y también, hemos diferido los vencimientos más urgentes de las mismas, de modo que se hagan cargo ellos de la próxima generación de nuestros descendientes, para que nosotros volvamos a ser solventes, así el Norte nos distingue con el Investmen Grade como exigen los inversores. Hemos firmado tratados de inversiones que aseguran exoneraciones impositivas de todo calibre, subvenciones encubiertas para la actividad del extranjero que no la tiene el nacional, que otorgan zonas francas que se prestan para todo tipåo de maniobras, que autorizan puertos libres para que se llenen de corsarios, y que hacen que nuestros Estados gasten millones en obras de infraestrucctura para que estos señores puedan instalarse cómodamente gracias a nuestro sudor.
Y todo esto para qué (aunque no duela reconocerlo), simplemente para afianzar más el viejo sueño imperial, ese que nos impone que asumamos el papel que nos ha asignado la división internacional del trabajo desde la época colonial: aceptar sumisamente nuestro rol de eficientes productores de materias primas y nada más. Siempr fuimos el granero del Planeta, pero ahora también somos los "sojeros", los "eucalipteros", y los mineros del Mundo. Y por si fuera poco, muy pronto seremos, también, los mayores productores de biocombustibles de toda la Creación (es que somos tan buenos vecinos que debemos saciar la sed de sustitutos del petróleo que tiene nuestro Gran Hermano del Norte).
Pero lo mejor de todo es que, para los regentes, este sueño imperial se ha hecho sin derramar una sola gota de sangre, sin invadir nuestras tierras, sin imponer dictaduras títeres sustentadas en el terrorismo de estado, sin ejércitos de ocupación, sin protectorados, y sin estados asociados. Ha bastado con la apertura de nuestras economías y con aceptar de buen agrado la penetración del capital foráneo. Ha sido así de sencillo. Los mismos resultados que otrora obtenían las metrópolis sojuzgando brutalmente a sus colonias, ahora en este Mundo globalizado de hoy, lo obtienen "limpiamente" gracias a la acción de sus multinacionales. No podemos dejar de reconocer algunas de las virtudes del sistema: el capitalismo de hoy es mucho más eficiente que el de antaño: han reducido enormemente el esfuerzo, los costos, la brutalidad para seguir explotándonos, y todavía con muchos mejores resultados que antaño.
Cada vez más lejos de la segunda independecia.
Pero peor aún. Todos nuestros principales rubros exportables y las cadenas agroindustriales que se vinculan han adquirido un grado de dependencia sin paragón con las trasnacionales, (sobre todo en su primera etapa y en su fase final) que ha esta altura, ya se han vuelto temerarias para nuestros intereses y para nuestro futuro. ¿ Somos concientes de cuantos millones de hectáreas de nuestro suelo están siendo cultivadas con semillas transgénicas que pertenecen a una sola Multinacional del Primer Mundo? ¿ Somos concientes de cuantos miles de millones de litros de herbicida de esa misma compania debemos verter para que esos cultivos transgénicos germinen, aunque seamos todo lo demás y envenenemos nuestra tierra, nuestros ríos y enfermemos a nuestra gente? ¿ Somos concientes de que en un proceso que lleva muchos años, pero que se viene acelarando enormemente en estos últimos tiempos, muchas transnacionales están adquiriendo de forma creciente empresas nacionales que se dedicaban al procesamiento industrial en las cadenas agroalimentarias: los frigoríferos, las arroceras, la celulosa, los lácteos, la cerveza, las galletitas, los panificdos, y podríamos seguir ennumerando rubros? Desgraciadamente, todo indica que no lo fueramos, que no nos dieramos cuenta de que este modo estamos arraigando sólidamente el sistema que siempre combatimos, que por esta vía estamos eternizando la dependencia que cada vez nos aleja más de nuestra segunda independencia. Es penoso que sean nuestros gobiernos de izquierda quienes permitan esto.
Uruguay: ¿Desarrollo forestal o republiqueta eucaliptera?
Tan sólo detengámonos un instante en un caso de inversión extranjera bien conocido (sobre todo por la controversia que ha provocado entre Uruguay y Argentina), para ejemplificar mucho de esto que hemos dicho: la instalación de la planta de celulosa Botnia en Fray Bentos.
Pero antes de pasar a esto, debemos hacer un poco de historia acerca del boom forestal que se dio por estos países a fines de los 80, impulsado básicamente a instancias del Banco Mundial quien decididamente promovió estos empredimientos. La razón era más que obvia: la producción forestal en el Primer Mundo se estaba agotando y resultaba mucho más rentable y productivo "trasladarlas" a las ricas praderas del Tercer Mundo. Una vez crecidos los árboles, los dueños del negocio, desde los países centrales, instalarían sus nuevas fábricas de celulosa en nuestros países y todo seguiría marchando sobre ruedas, como siempre, por lo menos para ellos. Tanto fue así que, en general, los incentivos que se dieron en el Conosur a estos emprendimientos fueron muy generosos, a pesar que viviamos en pleno auge del neoliberalismo.
En Uruguay, concretamente, la ley para el desarrollo forestal obligó al Estado a brindar cuantiosas subvenciones a los nuevos productores. Fue así como el pueblo uruguayo terminó pagando (en un absurdo de la lógica capitalista tercermundista que ha ocurrido tantas veces) subsidios a trasnacionales que facturan ciento de veces el PBI de Uruguay, como ocurrió con miles de hectáreas de eucaliptus que plantó la Shell ( que luego vendió porque se retiró del país), o con las 125 mil que posee el gigante forestal norteamericano Weyerhaeuser, o con las 55.000 de Stora Enso (la primera productora mundial de origen sueco) o con las 35 000 de la propia Botnia, o las 40 ooo de algunas empresas chilenas filiales de trasnacionales que ya operan desde hace buen tiempo en el país trasandino (1). Y a todo esto es lógico, se asocia el grave problema de la extranjerización de la tierra a manos de estas multinacionales, que ya de por sí es todo un tema, pero en esta ocasión, simplemente lo nombramos al pasar.
Haciendo cuentas no dan los números.
Botnia es parte de la multinacional forestal Metsälliito (segunda en importancia a nivel europeo), que arribó a Uruguay para concretar la mayor inversión jámas recibida por este país en su historia: 1.200 millones de dólares para construir la planta que ya está funcionando. Dejando de lado todos los temas ambientales (que no hacen a estas líneas y que ya han sido discutidas hasta el artazgo), dediquémonos a debatir lo esencial: la conveniencia o no de tal inversión para Uruguay. A primera vista 1.200 millones de dólares para un país pequeño parece mucho dinero. Pero hilemos un poco más fino: en esa cifra se incluyen unos U$S 700 millones en maquinarias (según datos oficiales de Botnia), que lógicamente vienen de Finlandia y una vez la vida útil de la planta volverán a su lugar de origen, por lo tanto, el verdadero efecto real se reduciría a unos U$S 500 millones (a esa cifra todavía habría que deducirle todos los pagos a empresas internacionales que nada le han dejado a Uruguay, por ejemplo los fletes transoceánicos, los seguros internacionales, etc). En definitiva, si no nos hacemos trampa al solitario, "la más grande de todas las inversiones", quedaría reducida a los costos de la construcción de la planta-
Ahora, ya que somos tan generosos con este tipo de inversiones, sigamoslo siendo a la hora de sacar las cuentas y tomemos como ingresos reales para el Uruguay (aunque no lo sean) los tan mentados U$S 1.200 millones. Así y todo, descontando totalmente esa cifra, finalizada la vida útil de la planta que se estima en 20 años, Botnia habrá conseguido nada menos que U$S 5.600 millones de ganancia (2). El único beneficio que obtendría Uruguay durante todo ese tiempo (ya que opera en zona franca por lo que no paga ningún impuesto, y además, sólo cuenta con 220 empleados) serían unos U$S 80 millones anuales, sobre todo devengados en los gastos de transporte locales (monto que, todavía, no sabemos si compensará el deterioro ocacionado en las carreteras por el intenso uso de las mismas con tránsito pesado) Sin duda, un negocio redondo para Botnia y para todas los demás fábricas de pasta de celulosa del Primer Mundo que ya se han instalado en nuestras tierras, y seguramente también, para las que ya muy pronto vendrán (sólo en Urguay, y por ahora, se proyectan cuatro más).
A modo de resumen, Uruguay, gracias a esta "tan beneficiosa inversión, le quedarán U$S 5.600 millones menos de sus riquezas el esqueleto de otra fábrica vacía y miles de hectáreas de tierras yermas y llenas de troncos de eucaliptus ralos.
A pesar de todo lo dicho, aceptemos el beneficio de la duda y supongamos que sí, que somos nosotros los completamente equivocados, que nuestros gobiernos progresistas van por el camino correcto, que en realidad la benefactora inversión extranjera llega a nosotros para ser la palanca de nuestro desarrollo como siempre se dijo que lo hará, que el derrame tecnológico viene de mano del capital foráneo en una incontenible cascada que no podemos parar, como queda claro cada vez que plantamos una semilla transgénica aplicando los adelantos científicos del Primer Mundo, o que la modernidad la alcanzamos cuando estos emprendimientos extranjeros, como las forestales crezcan y nosotros con ellos, aunque sea a costa de expulsar de sus tierras acentrales a los mapuche o explotar nuestros suelos. Ahora, si esto es así, y tenemos razón , mejor que no imaginemos todo lo que nos pueda deparar el otro gran pilar que define a un gobierno de izquierda: la distribución de la riqueza.
Los ricos más ricos y los pobres más pobres, como siempre
Cabe que nos preguntemos ¿ qué ha pasado con ese tema durante estos últimos años en los países del Conosur?. Es sabido que Brasil, históricamente, ha tenido una de las distribuciones del ingreso más injustas, no sólo de América Latina, sino del Mundo. Chile, gracias a Pinochet y su política económica lo ha seguido a la zaga. En cambio tanto en Uruguay como Argentina, hasta la década de los 50 y en menor medida en los 60 habían contado con una distribución un poco más equitativa por el peso que en el ingreso tenían los salarios. Hubo que imponer cruentas dictaduras en ambas márgenes del Plata, y la implantación de más de 30 años del modelo neoliberal para que nuestro retroceso sea tal que hoy, le andemos pisando los talones a nuestros hermanos norteños y trasandinos.
Por lo tanto, corresponde que intentemos ver cuánto se ha mejorado en ese sentido. Lamentablemente debemos decir que ha sido muy poco. En todo este tiempo la distribución de la riqueza en los países del Conosur ha seguido manteniendo su sesgo regresivo.
Los más ricos siguen acumulando la parte del león del crecimiento de nuestras economías, mientras que los más pobres siguen manteniendo su exigua participación en el ingreso casi sin cambios, aún y a pesar de los planes asistencialistas. Planes que, si bien son muy importantes para amplios sectores de la población, no han coseguido revertir esa situación, porque en difinitiva, son lo que son: planes asistencialistas que dan un paliativo para sobre llevar la indigencia, pero que para anada atacan ninguna de las profundas causas.
Que sea así realmente nos disgusta. No ha sido siempre la izquierda que ha sostenido que la pobreza sólo puede erradicarse definitivamente con herramientas que dignifiquen, que integren, que den trabajo decoroso, que busquen soluciones autogestionadoras, que creen cooperativas productivas, que incluyan a los más desplazados en entremados sociales formales, que no sean meras dávidas. ¿ Acaso no nos opusimos desde que tenemos memoria a la "ayuda" que convalida la pobreza y que deja tranquila a nuestras conciencias?. ¿ No es eso lo que estamos haciendo con todos estos planes? Si no es así, que nos demuestren lo contrario.
Aunque nos duela en el alma, a esta altura ya estamos completamente convecidos: los Gobiernos de Izquierda del Conosur han concretado muy pocas de las transformaciones que le debían a sus pueblos de acuerdo a lo que muestra tradición e historia mandan.
La Izquierda latinoamericana nunca podrá ser aggiornada, y nuestro desarrollo nunca se podrá lograr dentro del capitalismo, ¿ tendremos que esperar 200 años más para darnos cuenta de esto?
(1) Forestación en el Uruguay Realidad Económica 215: "La forestación en debate. Inversión extranjera e impacto territorial en el Uruguay." Raquel M. Alvarado
(2)Cúanto ganará Botnia? Gustavo Melazzi; William Yohai. Red de economistas de izquierda del Uruguay (REDIU)
Por: José Miguel García
jomigarcia@hotmail.com
http://jomigarcia.blogcindario.com
http://blogs.montevideo.com.uy/bloghome_705_1_1html
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