Mezclados. En el kilómetro 13 de la ruta 36, los chicos comparten tareas en un cortadero de ladrillos. Van y vienen, miran y ayudan (José Gabriel Hernández/LaVoz). . |
Cuando se inicia la temporada de lluvias regulares en Córdoba (de diciembre a marzo), comienza la escasez de mano de obra disponible para los cortaderos de ladrillos. Entonces, muchos medieros recurren al trabajo infantil y al de las mujeres para compensar la merma y mantener la producción. Los jornaleros suelen migrar a Mendoza para emplearse en las cosechas de ajo, a Tucumán a levantar papas o al sur de Buenos Aires, con la esperanza de que los ocupen como braceros en las plantaciones de cebolla.
Por esa razón, la imagen de chicos embadurnados hasta el cuello es una estampa común por estos días en las ladrilleras locales y los precarios pisaderos de barro y bosta se transforman en entornos peligrosos (a veces mortales) donde los derechos elementales de la infancia –como la salud, la educación o el tiempo de ocio– son letra muerta o expresiones de deseo sin reverberación en los organismos del Estado, que deberían garantizar su ejercicio.
Fuga. Al ver que llegaba el fotógrafo, el niño corrió a esconderse(José Gabriel Hernández/LaVoz). . |
Elwin, el pibe sin edad "Acá trabajo con mis padres y dos hermanos más chicos que yo porque nos quedamos sin empleados y tenemos que cumplir con varios pedidos grandes de ladrillos comunes”, comenta Elwin Ríos. Es oriundo de Bolivia y dice tener 19 años, aunque su cara delata varios menos.
Está a punto de encender un horno con unos 60 mil ladrillos en su vientre. Cuenta que el armado de la bóveda, sellada con lodo, les llevó casi dos meses de trabajo. Su padre es mediero. Así se denomina en la jerga a quien explota predios a cambio del 10 al 15 por ciento del total producido, “puesto sobre el camión”, aclara el pibe de manos llagadas.
Carga. Un joven hunde sus manos en la materia prima del ladrillo (José Gabriel Hernández/LaVoz). . |
La ladrillera familiar de los Ríos es vecina de la que explota Isidoro Guernica, oriundo de Sucre, la capital constitucional de Bolivia (Ver Isidoro vino de Bolivia... ). Este mediero es el papá del bebé de 20 meses que murió hace 30 días en barrio Nuestro Hogar III, cuando él y su madre se cayeron del carro cargado con ladrillos en el que viajaban y fueron arrollados por el tractor que lo tiraba y que conducía Isidoro.
Pelea desigual. "La muerte de niños en los cortaderos es algo que nos devasta a quienes luchamos para modificar esta realidad que nos duele. A veces siento ganas de colgar los guantes porque la pelea es desigual”, se sincera Vallejos. “Sobre todo en esta época del año cuando se llenan de chicos y aflojan los controles”, comenta el dirigente gremial.
Leandro ve a un mocoso que corre por el borde de un gran charco con agua barrosa hacia donde están otros pibes sentados, mirando cómo un hombre parte troncos a hachazos. Se estremece y nosotros también. Cruza los dedos y eleva una plegaria al cielo, en silencio, quizá con la ilusión de que la tragedia no se cobre más vidas inocentes y desguarnecidas en las ladrilleras. Ojalá que alguien lo escuche.
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El trabajo infantil allí es uno de los más escondidos entre las múltiples labores en las que los niños pierden su presente y sus derechos. Está en los mismos lugares de siempre, afuera de las ciudades, pero lo suficientemente cerca de un negocio, el de la construcción, que parece necesitar a cualquier precio humano de esos pequeños bloques para hacer grandes desarrollos inmobiliarios.
http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/donde-ninos-pierden-su-presente
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