Durantelos años noventa, el Estado que administra el más vasto territorio del mundo dejó de ser la Unión Soviética --perdiendo parte de su territorio debido a la segregación de varias repúblicas-- y se transformó en la Federación Rusa, pasando de una economía centralizada y esencialmente autárquica a una de libre mercado.
Sin embargo, la refundada Rusia adoptó rasgos del más primitivo de los capitalismos, e incluso ha desarrollado detalles más propios del Antiguo Régimen --en su caso el zarista-- que de un Estado moderno.
En ciertos aspectos la transformación vivida en los años noventa fue solo parcial, pues han pervivido criterios radicalmente centralistas --algunos claramente pseudoestalinianos-- y el poder político sigue controlando férreamente el sector público y de forma más o menos disimulada, también el privado, amén de las grandes finanzas y, sobre todo, los inmensos recursos energéticos del país
No obstante, una vez completado el caótico desmantelamiento de la nomenclatura del PCUS, el Estado privatizó prácticamente todo, salvo las industrias militares y las vinculadas a los hidrocarburos, aunque manteniendo vigentes numerosas leyes y normas soviéticas que coartan gravemente la libertad de empresa y la iniciativa privada.
.Proceso amañado Este salto al capitalismo, además de precipitado, fue manipulado por la propia Administración; es decir, por el poder político, en el que seguían incrustados los cuadros estalinistas, que por ende en su mayoría eran los menos ideologizados, los mismos que reventaron la transición ordenada que pretendía llevar a cabo Mijáil Gorbachov. salto al capitalismo, además de precipitado, fue manipulado por la propia Administración; es decir, por el poder político, en el que seguían incrustados los cuadros estalinistas, que por ende en su mayoría eran los menos ideologizados, los mismos que reventaron la transición ordenada que pretendía llevar a cabo Mijáil Gorbachov. salto al capitalismo, además de precipitado, fue manipulado por la propia Administración; es decir, por el poder político, en el que seguían incrustados los cuadros estalinistas, que por ende en su mayoría eran los menos ideologizados, los mismos que reventaron la transición ordenada que pretendía llevar a cabo Mijáil Gorbachov.
Aquel primer gobierno postsoviético, pergeñado durante el extraño secuestro de Gorbachov y al amparo del golpe de Estado incruento que lideró Boris Yeltsin (agosto de 1991), amañó el proceso creando un generoso sistema de créditos al que solo tuvieron acceso determinadas personas físicas y jurídicas, que fueron las que en función de las discrecionales decisiones del bloque de poder que lideraba Yeltsin compraron la mayoría de las factorías, equipamientos e infraestructuras privatizadas por el Kremlin.
Aquel proceso de privatizaciones es indescriptible sin utilizar palabras ajenas al lenguaje económico; prueba del esperpento es, por ejemplo, que varios millones de viviendas de propiedad pública que habían sido adjudicadas sine die en régimen de alquiler fueron rifadas para beneficio de sociedades inmobiliarias constituidas ad hoc y que luego, con la aquiescencia del Estado, encarecieron exponencialmente los arrendamientos o las vendieron, desencadenando situaciones más propias del Londres de Oliver Twist que de un país industrializado de finales del siglo XX.
Así fue como se formó la actual élite empresarial y financiera rusa --entre cuyos miembros hay excepciones, evidentemente--, que teniendo en cuenta la población del país y sus inmensas riquezas es la más reducida del mundo (un Ghota), exceptuadas las de Corea del Norte, Arabia Saudí y algunos países del África subsahariana...
A su vez, esa minoría dominante configuró y financió varios partidos políticos, entre los que destaca Rusia Unida; actualmente liderado por Putin, que la semana pasada volvió a ganar las elecciones
.Tres detalles ilustrativos Tres detalles ayudan a hacerse una idea cabal de cómo funciona la economía rusa:
En el 2010, el 55 % de las operaciones comerciales --incluidas las compraventas de inmuebles, fincas y empresas-- se realizaron al margen de los conductos reglamentarios y sin intervención de entidades financieras;
También según datos del 2010, en torno al 60 % de las familias rusas guardan sus ahorros --la mayoría, escasos-- debajo del colchón o en el doble fondo de un cajón; y
Solo una de cada diez inversiones realizadas por empresas rusas, sean pequeñas, medianas o grandes, ha sido financiada parcial o totalmente por un banco.
.IntervencionismoDebido a ese proceso, actualmente la propiedad de las empresas privatizadas está concentrada en cuatro manos y la seguridad jurídica es relativa, pues las leyes y normas dejan la puerta abierta a que las decisiones de los empresarios sean condicionadas e incluso anuladas por el Estado, que se ha reservado amplios poderes de intervención.
Paradójicamente, cuando la URSS inició su autodesmantelamiento, con Gorbachov todavía al frente, el proceso se acometió con más ventajas que en los demás países del bloque soviético; no solo por las proverbiales riquezas naturales de Rusia, sino también porque su organización y tejido productivos funcionaban con riguroso mecanicismo; de modo que con apenas esfuerzo y con varias medidas legales de orden menor hubiera sido posible aumentar exponencialmente la productividad, acabar con los desabastecimientos y evitar que la inflación y el déficit presupuestario se dispararan.
Pero las prisas de un sector del propio PCUS --unida a codicia personales y a las presiones exteriores-- frustró aquellas expectativas. Nada más acceder al poder, Yeltsin y su mano derecha en asuntos económicos, Yegor Gaidar, paralizaron los proyectos para ejecutar reformas cabales en materias como la fiscalidad, la propiedad de la tierra y el sistema financiero.
El resultado fue inevitable, en 1999 --año en que Yeltsin fue sustituido por su alumno más aventajado, Vladimir Putin-- Rusia era un gigante con pies de hidrocarburo y de metales valiosísimos, pero enterrados en barro; la productividad era comparable en términos relativos a la de la Galicia de los años sesenta y el país acusaba una dependencia extrema de los préstamos a corto plazo para evitar la suspensión de pagos del Estado y financiar los déficit presupuestarios, que se sucedían año tras años desde 1992.
Lógicamente, la inversión era mínima, la tasa de cambio del rublo frente al dólar, el marco o el franco había caído más del 50 %, las divisas extranjeras no solo habían desparecido de las calles, sino también de los bancos; la tasa de inflación anual durante el período 1992-1999 siempre tuvo dos dígitos y el déficit presupuestario superó el 20 % del PIB. La calidad de vida de los rusos se había desplomado
.Lento despegueAunque la economía cotidiana del ciudadano medio sigue siendo inferior a la de los comunitarios, exceptuados los residentes en Bulgaria, Letonia y Rumanía; a partir del bienio 2001-2002 la economía rusa ha despertado de la mano del singular Putin --ex cuadro soviético transformado en una especie de zar formalmente democrático--. El producto interior bruto (PIB) registra las alzas porcentuales más altas desde la caída de la URSS (entre el 4 y el 8 %), el rublo se ha estabilizado, la inflación no ha vuelto a superar el 8 % y la inversión privada aumenta, pero poco a poco --el aumento es bajo porque el Estado fiscaliza la inversión e incluso la espanta.
Hay un detalle singularmente positivo: desde el año 2002 Rusia está cumpliendo las obligaciones derivadas de la deuda pública que está en manos extranjeras y, además, cumple con las amortizaciones de los préstamos recibidos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el 2010, atendiendo al producto nacional bruto (PNB), Rusia se consolidó como la séptima potencia del mundo.
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