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DESAPARECIDOS
Hay algo peor que contar muertos, y es contar desaparcidos. El desaparcido es aquel que ni siquiera tiene el privilegio del cadáver, de las exequias, del registro civiel. El desaparecido no tiene derecho al acta de defunción, a las lágrimas comunes, al recuerdo colectivo, a ser despedido. Al desaparecido se le llora con desesperción porque la esperanza se niega a morir; no se reza por el descanzo de su alma sino por el dolor de su cuerpo. Al desaparecido nadie garantiza su vida; tampoco su muerte. Las fosas comunes encontradas en Guerrero no eran los estudiante de Ayotzinapa, lo cual prolonga la esperanza y la agonía de los familiares de los jóvenes secuestrados por la policía y entregados a la mafia, y al mismo tiempo abre nuevas heridas. La muerte de los encontrados en esas fosas comunes, desollados y sin ojos, son también historias, no conocidas ni contadas, de ciudadanos, hombres y mujeres, que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino con una mafia cruel y un Estado inútil.
Los desaparecidos son las víctimas doble de esta batalla de las mafias por el control territorial y de la ineficiencia del Estado por cumplir para cumplir con la primera de sus obligaciones: la seguridad.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos desaparecidos hay en este país. El contone oscilan entre 20 y 30 mil, pero son cifras que siempre van atrás de la realidad, que contabilizan denuncias, no personas. Nadie reporta a un desaparecido que ha sido encontrado con vida, es cierto, pero muchos ni siquiera han ingresado a un sistema burocrático, a ese laberinto donde los muertos son números y los desaparecidos son denunucias que nadie busca ni buscará. leer más:
http://www.sinembargo.mx/opinion/17-10-2014/28213
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