miércoles, 21 de diciembre de 2011

La decadencia del falso socialismo "del siglo XXI"

Por Oliveira (miembro DN PSOL Brasil y Coordinacion CST)
Santos, Hillary Clinton, Piñera y Chavez



Mientras que la juventud chilena y colombiana continúa su lucha por una educación pública, gratuita y de calidad enfrentando una brutal represión, los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador están en la trinchera opuesta, al lado de nuestros enemigos. Hugo Chávez es el mayor representante de estos gobiernos en establecer acuerdos estratégicos con los gobiernos más reaccionarios del sub-continente como son Sebastián Piñera en Chile y Manuel Santos en Colombia. De esa forma, aliándose a ellos, Chávez se convirtió en enemigo de la juventud latinoamericana.


La juventud chilena continua luchando en las calles de Santiago, en las ocupaciones de colegios, al lado de los mapuches, de los mineros, de los trabajadores de la salud y del pueblo pobre con sus cacerolazos. Necesita de apoyo y solidaridad internacional para enfrentar el neoliberalismo y las balas de Piñera. Sin embargo, acabó siendo apuñalada por la espalda por el gobierno venezolano. En la reciente cumbre de fundación de las Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), realizada en Caracas, Chávez le entregó la presidencia del organismo al presidente de Chile. Como dice Simón Rodríguez Porras de la juventud de la USI-PSL de Venezuela, “esa actitud significa un insulto a los estudiantes chilenos”.**


También la juventud colombiana, inspirada por los estudiantes chilenos, ocupó las calles de Bogotá contra la nueva ley de Educación Superior del gobierno de Juan Manuel Santos. Las inmensas manifestaciones tenían como objetivo derrotar el proyecto de privatización de la educación. Las protestas fueron brutalmente reprimidas y líderes del movimiento fueron detenidos en un país cuyo presidente acaba de asesinar a otro líder de las FARC. Ahí también Hugo Chávez apareció en el campo opuesto al de la lucha estudiantil para privilegiar los nuevos acuerdos económicos y diplomáticos con el gobierno colombiano. No podemos olvidar que por esta nueva relación privilegiada, Chávez entregó sumariamente a Santos al activista opositor al régimen colombiano Pérez Becerra por supuestas vinculaciones con la guerrilla. Fue la mayor prueba de su servilismo a la línea contra el terrorismo de la Casa Blanca.

Los hechos son más grandes que la cordillera de Los Andes o el río Amazonas, demostrando que el período de enfrentamientos parciales entre Chávez y el imperialismo quedó en el pasado. Todos los activistas de izquierda de nuestro continente, sobre todo los que todavía están vinculados al bolivarianismo, deben reflexionar sobre este giro a la derecha del gobierno venezolano, porque Bolivia y Ecuador siguen la misma senda.

Ese giro a la derecha, normalizando las relaciones con el imperialismo es realizado en el contexto de la crisis económica mundial, de las revoluciones del norte de África y de la intensificación de la lucha de clases en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Y la política de Chávez, Evo y Correa es aplicar ajustes contra el pueblo pobre y trabajador, reprimir las protestas sociales y defender las dictaduras sanguinarias del mundo árabe como una forma de justificar sus políticas.

Frente a la decadencia de los llamados “gobiernos de izquierda” de nuestro continente es necesario profundizar en el análisis de sus programas y estrategias. El “Socialismo del siglo XXI”, así como el “Socialismo Andino” y la “Revolución ciudadana”, fue aplicado a fondo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, demostrando las limitaciones de los proyectos nacionalistas burgueses.
Esos programas fracasaron, cerrando el reciente ciclo de apogeo del llamado “nacionalismo latinoamericano” que, como todo nacionalismo burgués, termina entregándose al imperialismo y enfrentando al movimiento obrero, indígena y popular.

A pesar de los roces con el imperialismo o de algunas conquistas sociales en su inicio fruto de las presiones del movimiento, hoy están en evidente retroceso. Esa estrategia nada tenia de novedoso, se trata de gobernar con los empresarios, con economías mixtas (privada y estatal), elementos keynesianos, pactos con los golpistas (amnistía en Venezuela y Constitución en Bolivia) e incrementando la burocracia estatal. Es semejante al modelo sandinista, al de los dictadores capitalistas chinos y demás burócratas del este europeo o a las experiencias de la socialdemocracia en Europa o de lo que fue Chile. No se diferencia mucho de la línea “democrática y popular” del PT brasileño, que desarmó al partido y lo llevó a las traiciones de los gobiernos de Lula y Dilma. La crisis de esa estrategia también acompaña el desastre social que caracteriza la dictadura del partido único en Cuba en medio de la restauración capitalista bajo el reinado de los hermanos Castro.

Partidos como el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), con empresarios bolivarianos, o el MAS (Movimiento al Socialismo), con golpistas de Santa Cruz en sus filas, no pueden ser calificados como revolucionarios.
De socialistas solo tienen el nombre. En ese sentido, las políticas surgidas desde Miraflores en Caracas o el Palacio Quemado en La Paz, nada tienen en común con la izquierda socialista latinoamericana.

Llegamos al final de un ciclo en función del agotamiento de los líderes que representaron las aspiraciones del Caracazo venezolano, de la Guerra del Agua boliviana o de la revolución indígena que derrotó a Mahuad en Ecuador. Llegaron a la presidencia impulsados por la movilización, pero no aplicaron los programas que garantizaron sus victorias. El gas boliviano o el petróleo venezolano continúan en manos de las multinacionales mediante las empresas mixtas, por ejemplo. Al mismo tiempo, indígenas, estudiantes, sindicalistas, militares, el pueblo pobre que lucha, es apresado, reprimido y tiene sus organizaciones bajo intervención del Estado o es acusado cínicamente de “agente de los yanquis”. Sin embargo, las acciones reaccionarias de esos gobiernos, no consiguen poner fin a las luchas que dieron origen a esos movimientos, cuyas bases continúan movilizadas por sus antiguas demandas. Esto es así, porque no ha habido derrotas en la lucha de clases en Venezuela, Bolivia o Ecuador. Por eso la izquierda clasista, aquella que no capitula a la vieja derecha ni al supuesto nacionalismo gobernante, está en mejores condiciones para crecer.

Podemos decir entonces que estamos asistiendo a la agonía de una izquierda reformista, pro-capitalista, que capituló al imperialismo y traicionó las luchas que las masas están dando en América Latina y en el mundo. Se trata de la crisis de las corrientes castro-chavistas, que en los últimos años se convirtieron en un gigantesco obstáculo al avance de los revolucionarios en nuestro continente. Esto no significa que estos aparatos van a desaparecer rápidamente. Seguramente van a continuar ganando elecciones, como seguramente ocurrirá en Venezuela. Pero sus políticas nefastas los hacen perder el magnetismo “izquierdista” que sedujo a millares de honestos luchadores que creyeron ver una alternativa política en la década pasada.

Las nuevas luchas, como el gasolinazo, la Marcha de TIPNIS, las protestas da FADESS y la fantástica lucha de los jóvenes chilenos están pariendo nuevos dirigentes. La tarea del momento es la batalla permanente para ayudar a esos nuevos dirigentes que surgen o rompen con las viejas direcciones a forjar organizaciones revolucionarias de masa. Estamos en medio de un proceso que en mayor o menor grado cruza todos los países. La derrota de Camila Vallejo en la última elección del FECH es un ejemplo del avance de la lucha anti burocrática que está en curso en las escuelas y universidades chilenas.
Este hecho evidencia los desafíos y posibilidades abiertas para los revolucionarios frente a una vanguardia juvenil que se reivindica anticapitalista y repudia la conciliación de clases al estilo de los gobiernos de la Concertación.

Al vincularnos con estos procesos, aprendiendo con las nuevas experiencias, podremos contribuir para que los luchadores perciban la relación que existe entre sus reivindicaciones y la necesidad de derrotar el régimen como un todo. Para eso partimos de las propuestas y programas que los conflictos ya gestaron o están gestando en sus batallas contra las traiciones de los gobiernos y de los aparatos hegemónicos de la izquierda. Ese es el caldo de cultivo para construir una izquierda clasista, que se diferencia claramente del espontaneismo horizontalista y de la esterilidad de los ultraizquierdistas. Una izquierda que construya el partido o la “herramienta política” como dicen la resolución de los mineros bolivianos, que batalle por gobiernos obreros, indígenas y populares para expropiar a los capitalistas, garantizar una educación pública, gratuita y de calidad, controlar nuestro subsuelo, cuidar de nuestra biodiversidad y garantizar socialismo y libertad.

Estamos con los estudiantes chilenos para forjar esa verdadera izquierda latinoamericana en momentos en que la indignación contra el sistema capitalista marca el sentido de nuestra historia. El socialismo de nuestro tiempo, así como en el pasado, es siempre sin patrones ni privilegios. Él se templa en la lucha encarnizada contra los burócratas y los agentes de la contrarrevolución, contra todos aquellos que no nos representan.

* Miembro de la Dirección Nacional del PSOL/Brasil y de la Coordinación de la CST
Diciembre de 2011
** (http://vamosalutanacional.blogspot.com/2011/12/eleicao-de-pinera-presidencia-da-celac.html)
Más Información: http://vamosalutanacional.blogspot.com/

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