jueves, 7 de abril de 2011

El gesto que quiere Obama… Ernesto Almaguer.

jueves 7 de abril de 2011


Los pronunciamientos del actual inquilino de la Casa Blanca, nos recuerdan al sexto presidente de los Estados Unidos, John Quincy Adams (1825-1829), para quien Cuba constituía un “apéndice natural del continente norteamericano”. Hoy ese apéndice es todo el planeta.

Obama y sus llamadas “medidas de flexibilización” anunciadas el pasado mes de enero, que incluyen la ampliación de viajes, el envío de remesas y el intercambio cultural y académico, sugieren que el principal objetivo es propiciar la subversión y el estímular el sector "privado" o lo que es lo mismo, la añorada regresión hacia el capitalismo en Cuba.

Ha sido difícil conservar su imagen, resultado del intenso trabajo de un grupo de asesores que le vendieron al mundo el retrato de un hombre que lo “cambiaría todo”. Recordar esos “gestos” hacia Cuba es oportuno, cuando la humanidad comienza a identificar el verdadero rostro del imperio.

Mientras morían civiles inocentes en territorio libio, víctimas de la agresión imperialista de los Estados Unidos, la OTAN y sus “países aliados”, el Premio Nobel de la Paz realizaba un recorrido por varios países de América Latina, quizás para intentar conservar su apariencia de hombre humilde y alejar la idea en mandatarios de la región de que su política es una prolongación de la administración Bush. Pero los líderes de opinión de su país no mencionan los “pequeños contratiempos” con Argentina y Ecuador.

Son tantos los pensamientos de Obama, que en pocas expresiones suyas pueden sentirse aludidos varios países. La reciente experiencia de Irán (un tema pendiente), que acercó al mundo a un conflicto nuclear, no le bastó al Presidente para entender que su estilo de fuerza bruta, disfrazado de “gestos” de “buena voluntad”, no funcionan.

Hay algo evidente, no se conforma con protagonizar la contienda bélica de Libia y extiende su prepotente mensaje de que “nadie está a salvo” del dedo acusador del Tío Sam. Si antes, el mundo denunció las barbaridades de su predecesor W. Bush --a quien se le cuestiona su capacidad intelectual--, Obama resulta más peligroso porque utiliza sus conocimientos y su retórica para manipular la realidad.

Su discurso basado en la “supuesta” observación de leyes, tratados y convenciones internacionales, justifica la intervención extraterritorial de su gobierno, amparado en la “preocupación” de que sean respetadas las resoluciones mundiales. Si al final algo sale mal, la culpa caerá sobre la política exterior, que en definitiva es siempre complicada.

Hace poco The Miami Herald, que es uno de los voceros de la ultraderecha norteamericana, difundió sus recientes palabras dedicadas a Cuba, llenas de “pesar” porque parece que malinterpretó el proceso de actualización de la economía cubana. Obama se decepciona, y además de protagonizar su propia guerra, prometió acabar con la Revolución Cubana.

El Presidente dice que no habrá más gestos, quizás para no recibir más críticas del Tea Party. No quiere pasar a la posteridad como un gobernante débil y decidió apostar por lo que en definitiva ya existe, por eso el mundo debería saber más sobre el bloqueo económico y la Ley Helms Burton, que contradice todas esas normas internacionales que según el imperio se deben observar.

¿Qué gesto de Cuba necesita esa administración para que ambos países puedan coexistir pacíficamente? Posiblemente la respuesta que recibió de James Carter al concluir su visita a Cuba lo volvió a decepcionar; todo lo que haga este pueblo será para continuar construyendo su Revolución. La respuesta sin dudas seguirá siendo la misma y no el ¡me rindo! que al parecer espera Obama
 
Fuente: La Isla Desconocida

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