Una de cerca 50 víctimas de la masacre de Mapiripan. Ejecutor: Soldados Para-Estatales |
Fue el año 1997 cuando contingentes de los paramilitares se trasladaron desde la región bananera de Urabá, en el norte del país, hasta el sur-oriente. Pasaron más de 100 paramilitares, armados con fusiles de alto calibre, por el aeropuerto de San José de Guaviare, controlado tanto por las FF.MM. colombianas como por militares estadounidenses, siguiendo su ruta por el Río Guaviare pasando, sin problemas, por varios retenes fluviales de
Según la misma guerrilla, las liberaciones unilaterales hoy se han hecho para favorecer una salida pacífica del conflicto social y armado que sufre el país desde más de medio siglo. La respuesta del estado colombiano ha sido como siempre una sola: más guerra y más muertos.
El canal continental Telesur presentó las primeras imágenes de la entrega por parte de la guerrilla a los representantes de Colombianas y Colombianos por la Paz. En el aeropuerto de Villavicencio, capital del departamento del Meta, quedaron también los familiares de los prisioneros militares que en algunos casos han esperado más de 14 años para reunificarse con sus seres queridos.
Contrasta el estado de salud de los uniformados del estado con los presos políticos y prisioneros de guerra en poder del estado que en las cárceles hacinadas sufren todo tipo de problemas, que incluyen torturas, tortura de negación de asistencia médica que ha conllevado muertes, amenazas y vulneración de su integridad y del DIH al situarlos en pabellones con paramilitares, lo que los expone a un riesgo adicional de muerte.
Los facilitadores para la liberación de los últimos prisioneros de guerra, encabezados por la ex senadora Piedad Córdoba han solicitado en vano al gobierno de Juan Manuel Santos el permiso para visitar once cárceles en donde se encuentran más de mil prisioneros de guerra de las FARC-EP y el ELN. Pero la posición y la voluntad de buscar una salida política al conflicto social y armado son nulas. Para el estado colombiano no existe un conflicto político en Colombia y por ende así sigue la guerra derramando la sangre del pueblo colombiano. No son los hijos de Santos o Uribe que van al campo de batalla sino los hijos obreros y campesinos que son sacrificados en la guerra de la oligarquía colombiana.
Los medios de comunicación tanto colombianos como internacionales desconocen o ignoran la situación de las cárceles colombianas. Ni siquiera una sola línea cuando 555 presos políticos se lanzaron a una huelga de hambre la semana pasada (llegaron a ser 609 presos políticos en huelga de hambre).
Mientras tanto, los medios de Santos y sus colegas se dedican ahora doble turnos para describir la vida, desde el nacimiento hasta la fecha de hoy, la vida de diez militares profesionales.
En las cárceles colombianas sigue la vida de miles de seres humanos, resistiendo tratamientos infrahumanos. Son negados por unas autoridades que se sienten fuertes ahora, cuando recibirán “refuerzos” por parte de generales estadounidenses con experiencia en las guerras genocidas de Afganistán e Irak. Llegarán a la selva para respaldar a sus colegas colombianos. No es suficiente con siete bases militares en el territorio colombiano, ahora poco a poco se integran literalmente, y no solamente como asesores militares o pilotos sino en la misma guerra.
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