Cuentan los antiguos mexicanos que Quetzalcóatl -representado por una serpiente emplumada -era un dios que enseñó a los mexicas a cultivar el maíz, proteger la naturaleza y fundir los metales. Pero como prohibió los sacrificios humanos, sus hermanos, el tenebroso Tezcatlipoca y el sanguinario Huitzilopochtli, lo desterraron del imperio.
Antes de irse anunció que regresaría por el Este con sus hijos para gobernar, restituir el orden y cobrar venganza por las afrentas recibidas.
Muchos años después los sacerdotes del imperio notificaron a Moctezuma que se había visto en el mar, al Este de la costa, una isla que se movía, llena de gente de tez pálida y barbas. La isla era un barco y los barbados eran Hernán Cortes y su tropa. Moctezuma quedó cabizbajo y sin palabras: había comprendido que Quetzalcóatl con sus hijos habían llegado por fin a reclamar lo suyo, como indicaban los signos. Mal aconsejado
por sus sacerdotes, Moctezuma envió emisarios con ofrendas de oro para aplacar la ira de Quetzalcóatl, exhortándolo a que regresara al Este, por donde se había ido y de dónde venía. Más que amilanarse, el oro obsequiado y la actitud de sumisión demostrada, excitaron la codicia de Cortes y lo alentaron a continuar invadiendo al imperio azteca.
No fueron tenidos en cuenta aquellos sacerdotes que, prediciendo el desastre, cabildearon por la inmediata aniquilación de los invasores.
Cuauhtémoc no creyó que se tratara Quetzalcóat, pues un dios tan justo y humano como él no podía derramar tanta sangre mexica. No sucumbió al engaño y combatió heroicamente a Cortés y a sus huestes hasta el sacrificio.
Los actuales mexicanos recogen esta leyenda para dar a entender que no todas las orientaciones que reciben de sus líderes son sabias o acertadas. Pero también que el legendario, justo y sabio Quetzalcóatl vive en la memoria de los indígenas y que podrá ser desterrado cuantas veces se quiera, pero que siempre regresará, hasta lograr que entre los mexicanos triunfe la equidad, la justicia y se suprima la crueldad.
Cuando no se comprende, o no se tienen conceptos para entender la violencia que se vive, o aún entendiéndola, ese pueblo indígena es engañado o seducido, o ha perdido la capacidad para dilucidar situaciones extremas que se presentan en sus comunidades, entonces se hacen cosas sin sentido, inútiles. Esto fue justamente lo que les sucedió a los mexicas a la llegada de los españoles, pero también a muchos otros pueblos indígenas de América, que se enterraron vivos con sus tesoros, pues habían escuchado la noticia de que hombres de tierras lejanas venían por sus almas y sus riquezas. O que optaron por vender cara su derrota y lucharon hasta morir. Los más huyeron monte adentro, sierra arriba, para mantener sus espacios de libertad, antes de ser vencidos por la gripe, el sarampión y los curas misioneros. Lo peor de este horrendo pasado, es que se repite una y otra vez, aunque en escenarios y con actores diferentes. Los hechos más recientes, si bien distintos, fueron la masacre de Bagua en la amazonia peruana y las masacres al pueblo Awá en el departamento de Nariño, en Colombia. Mucho trabajo por hacer tiene Quetzalcóatl en esta su América indígena.
1 comentario:
Muy buen artículo. Sólo falta agregar que Hernán Cortés supo de la mitología de Quetzalcóatl y por ello asumió su personificación para llegar al corazón del pueblo Azteca. Lo supo por Gonzálo Guerrero, uno de sus lugartenientes capturado por los mayas de Tulum. Gonzalo se casó con una indígena y luego de varios años, regresó a Cuba, donde ilustró a Cortés sobre la leyenda Maya de Quetzalcóatl.
Saludos
Jorge Mier Hoffman
http://jorgemier.com/
tedejo@gmail.com
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