Jorge Alcázar González / Colectivo Prometeo
De un tiempo a esta parte están apareciendo constantemente mensajes subliminales emitidos por políticos y medios de comunicación. Estos mensajes tiene un sentido claro: hacer ver que el estado de bienestar (que es como lo llaman) obligatoriamente se va a ver mermado debido a la situación económica en la que nos encontramos inmersos; y los mensajes están calando de tal forma, que se puede pulsar en la calle la aceptación y sumisión total.
Pasadas las elecciones hemos podido comprobar cómo un 73% de la ciudadanía ha dado su voto a los dos partidos mayoritarios, frente a un 83% que lo hicieron en 2008. Traducido a escaños, 296 en 2011 por 323 en 2008. Apenas una diferencia de 27 escaños. Es decir, el apoyo a estas dos fuerzas políticas sigue siendo abrumador, pese a que las políticas y las propuestas desarrolladas o planteadas por estas dos formaciones no sólo se han mostrado ineficaces ante los envites de la crisis, sino que son lesivas para una parte muy amplia de la población. Partidos que representan bajo dos enfoques distintos la misma ideología capitalista; unos lo hacen abiertamente, léase PP, a través de su ideario y recetas neoliberales, mientras que los otros (PSOE) lo han venido haciendo de facto en los últimos 30 años, intentando dar un barniz de progresía a sus políticas.
La conciencia colectiva entiende como necesarias reformas, recortes, pérdida de derechos, etc., y en muchos casos, el ciudadano de a pie se autoinculpa y se hace responsable, en parte, de lo ocurrido. Se oyen por doquier comentarios del tipo “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” o bien “es insostenible el nivel de vida llevado hasta ahora”. La sociedad ha interiorizado ciertos latiguillos de tal manera que parecen letanías, sentencias dogmáticas en las cuales es imposible indagar. El hombre y la mujer de a pie asumen y se resignan a su destino, como si de un designio divino se tratase, ya que el oráculo de los “mercados” así lo ha determinado.
Lo más sorprendente es que la inmensa mayoría de esta ciudadanía pertenece a la clase obrera. Son personas que han mejorado en poco o nada su situación social y laboral, que ven como el futuro se tiñe de inseguridad y perspectivas negativas. Trabajadores y trabajadoras que han visto menguados sus derechos laborales por las diferentes reformas implantadas y que han palpado en sus propias carnes el deterioro continuo de las prestaciones sociales así como el de instituciones, hasta hace poco tan sagradas, como la Sanidad Pública o la Educación Pública. Familias a las cuales cada vez les es más difícil llegar a fin de mes. Estudiantes que contemplan con indiferencia la merma en sus derechos como tales ante los distintos vaivenes del sistema educativo y que, en muchos casos, conciben la educación no como una herramienta para la formación integral de la persona, si no como un instrumento de mercantilización que les capacitará para exponerse, como productos, a un mercado laboral cada vez más salvaje (no hay más que echar un vistazo al ideario que impregna las leyes educativas LOE y LOU).
¿Cómo se explica esta situación a la que hemos llegado? Las causas han de buscarse en la ideología neoliberal que se ha extendido durante un período que abarca varias décadas en España así como a la impotencia de la izquierda real para oponerse a la misma.
El pensador y economista Max Weber (1864 – 1920), uno de los principales referentes de la Teoría Liberal, define el Estado en los siguientes términos: “El Estado es la entidad que reclama el monopolio sobre el legítimo uso de la fuerza física”. Esto es, la política debe entenderse como toda actividad a la que puede dedicarse para influir sobre la distribución relativa de la fuerza. El político ha de abrazar la ética del fin último y la de la responsabilidad. Debe distanciarse él mismo de la materia de sus esfuerzos (los gobernados).
En la sociedad descrita por Weber, los actores, para mantener un orden social llegan a una “Legalidad Estatuida” en la que se dan dos particularidades específicas: el pacto por interesados y la relación unidireccional Autoridad – Sometimiento. Es en esta última donde debemos centrar todas nuestras miradas.
. La Autoridad – Sometimiento es una natural asimilación y / o aceptación de la cosa social, como normal
Si se indaga en la forma social que Weber propone, que no es otra que la que se impone desde las políticas capitalistas en nuestras sociedades modernas, se pueden observar con rotunda nitidez las causas que nos han llevado a la actual situación. El individuo en nuestra sociedad ha abandonado la conciencia de clase, participando de una total abulia alimentada por conceptos como los de competitividad o productividad que tan bien reflejados quedan en la doctrina neoliberal y que no hacen sino ahondar en la desunión e insolidaridad social. El obrero sigue siendo clase en sí, como no podía ser de otra forma, pero ya no clase para sí. De este abandono – que no es voluntario por otra parte – de la conciencia de clase obrera se llega al punto actual en el que nos encontramos.
Por tanto, la tarea más imperiosa y hercúlea que la izquierda militante debe llevar a cabo con inmediatez, es la de la recuperación de la conciencia de clase por parte de esta masa ideológicamente difusa en la que hoy se ha convertido la clase obrera. Sin esto, cualquier otro intento de frenar el avance impetuoso del capitalismo más salvaje se hará en balde. El trabajador/a, el estudiante, deben tomar conciencia de su situación y posición real. Saber cuál es el papel que les corresponde desempeñar y actuar en consecuencia.
Los datos a esto respecto en España son más que claros: sólo el 15 % de trabajadores españoles tiene afiliación sindical, frente a países como Suecia, Finlandia o Dinamarca donde dicha afiliación supera el 70 %, mientras que más del 90 % de los universitarios españoles desconfían de la política y sienten indiferencia ante ésta.
La izquierda ideológica y militante (partidos políticos, sindicatos, colectivos u otras organizaciones) ha de hacer un ejercicio de reflexión, autocrítica, conciliación y pedagogía. Debe airear los estamentos en los cuales se ha sustentado y desjerarquizarse, para convertirse en un músculo sano y vigoroso que palpite desde dentro, proporcionando un movimiento centrífugo y centrípeto que ponga en acción a la clase obrera, la revitalice y la haga bramar a un solo grito. Esta es la tarea a la que nos tendremos que entregar con total dedicación a partir del momento presente.
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