Hoy, como cada 30 de enero, el aniversario del asesinato de Gandhi se emplea para la celebración del llamado “Día Internacional por la Acción Noviolenta”, más conocido entre nosotros como “Día Mundial por la Paz”.
Esta efemérides suele ser aprovechada como ocasión para que los más pequeños realicen actividades educativas relacionadas con el valor Paz en los centros escolares. Es día de globos, murales y palomas blancas. No en vano la denominada “Educación para la Paz” ha sido largos años –supuestamente- un eje transversal del sistema educativo.
También políticos y personalidades acostumbran a utilizar este día para anunciar públicamente su más comprometida adhesión a la “Paz”, valor que expresado con sus bocas alcanza inimaginables cotas de abstracción.
Lo cierto es que un intangible concepto de la “Paz” nos envuelve por doquier. Esos mismos niños y niñas a quienes se les enseña a recortar palomas y a pintar dibujos con armas tachadas o murales con otros niños y niñas de otros países y razas que se dan las manos en gesto de amistad, son conducidos unos pocos años después por sus mismos educadores a ferias infantiles y juveniles de ocio y empleo como Educa@emplea en Alacant y otras similares en cualquier lugar de España. En estos lugares unos señores vestidos de camuflaje les sientan ante ordenadores y les enseñan a utilizar simuladamente armamento pesado y ligero contra seres humanos, les explican que utilizar esas armas es diversión y aventura, y en resumidas cuentas les anuncian que ellos, los militares armados y entrenados para la guerra, y no las palomas son los auténticos depositarios y artífices de la “Paz”. Si a ello sumamos las visitas que esos mismos uniformados reclutadores realizan a los propios centros educativos, y las costosas campañas publicitarias diseñadas para llegar al público adolescente que inundan la televisión, el resultado es que el joven, al final del proceso educativo con su eje transversal de educación para la paz, acaba creyendo que la susodicha “Paz” tiene mucho que ver con tener mayor capacidad mortífera que otros y nada que ver con ser una buena persona o tener buenos sentimientos hacia los semejantes.
Es un botón de muestra para darnos cuenta de cómo somos educados para que llegados a la edad adulta, lejos de ser críticos y cuestionadores del orden vigente, acabemos ocupando el puesto que nos toca desempeñar en la sociedad para que todo siga igual y poco o nada pueda cambiar.
Los políticos también nos hablan de la “Paz”, casi siempre con gesto grave y expresión conmovida. Recientemente tuvimos buena muestra de ello cuando el presidente del gobierno pidió “Paz” para Palestina. Pidió la paz pero sorprendentemente, y aunque sí estaba en su mano, no hizo nada para presionar a las autoridades israelíes. Sabemos que Rodríguez Zapatero no es Gandhi, pero sería un gesto muy de agradecer por su parte si al menos suspendiera las exportaciones de armamento español a aquel país, la última remesa de las cuales fue enviada hace sólo seis meses. O quizá podría al menos explicarnos qué tiene exactamente que ver con la “Paz” que en sus discursos tanto invoca ese comercio y el apoyo incondicional que su gobierno brinda a la industria militar española, la cual no deja de exportar con ayuda pública a países en conflicto o donde los derechos humanos son pisoteados.
La ministra española de Defensa del mismo modo llena su boca un día sí y otro también con la palabra “Paz”. Ahora, según ella, que se declara públicamente “pacifista”, nuestras tropas no están para hacer la guerra, y ni siquiera para “defender a España”, sino para “mantener la paz”, aunque lo hagan armadas hasta los dientes y a tiro limpio. Esas misiones “pacifistas” se suelen realizar en lugares ignotos y lejanos de los cuales apenas si nos llega información sobre qué hacen allí exactamente los ejércitos occidentales. Ni siquiera toman la molestia de explicarnos muy bien cuales son las razones de que nuestros servicios “pacifistas” sean necesarios en esos lugares.
Como alumna aplicada del sistema educativo con eje transversal de educación para la paz que quizá fue, debió quedarle muy clara la idea de que cuanto más ejército, cuanto más arsenal, cuanta más actividad bélica en curso, habrá más Paz. Ya lo decían los romanos: “Si vis pacem para bellum”. Por eso el ejército español está presente en más escenarios bélicos que en toda su historia. Por eso la ayuda pública a la investigación con fines militares supera con creces al apoyo al resto de investigaciones científicas en España, incluida la sanitaria. Por eso se colabora con EEUU en diferentes agresiones a países pobres, violaciones de los derechos humanos y de la “legalidad” internacional como los vuelos de la CIA etc etc etc.
Como auténticos magos del lenguaje los políticos y poderosos han conseguido confundir el blanco con el negro. Ahora la guerra se llama “mantenimiento de la paz”, la invasión militar de un país que tiene petróleo “llevar la libertad”, no hay muertos y heridos sino “efectos colaterales” y apoyar la fabricación y venta de armas es “defender la economía española”. Pero en boca de los poderosos “Paz” no es sinónimo ni de justicia, ni de igualdad, ni mucho menos de libertad. La Paz que predican es la defensa del status quo, del Sistema, la defensa de su hegemonía y de sus privilegios. Y es una “Paz” impuesta, ejercida y mantenida con medios violentos y coercitivos. Es la “Paz” de la mano dura, de la crueldad, la “Paz” que consagra la irracional ley del más fuerte.
Gandhi fue un humilde político de un país pobre sometido militarmente a la gran potencia dominante de entonces. No fue propiamente un pacifista resignado, ya que él apostó por el conflicto como medio para enfrentar lo injusto y no se quedó cruzado de brazos ante la ocupación de su nación y las desigualdades sociales. Pero sí nos enseñó el camino de la Noviolencia para obtener logros políticos y para alcanzar una Paz verdadera construida sobre la verdadera democracia, la verdadera justicia y el verdadero respeto a la integridad de cada ser humano.
Dejémonos de palabrería, de hipocresía y de mentiras y utilicemos esta jornada para darnos cuenta de que podríamos vivir en otro tipo de sociedad que podríamos estar construyendo desde ahora mismo y que tenemos la obligación moral inexcusable de construir. Una sociedad que optase sin reservas por la PAZ con mayúsculas. ¿Cosas que podemos hacer? Muchas. Empecemos por disminuir los gastos militares año a año. Sigamos con la eliminación del apoyo público a la industria e investigación con fines militares, saquemos al ejército de los centros educativos y ferias infantiles y juveniles, dejemos de colaborar con EEUU en sus guerras e invasiones militares para el control de mercados y materias primas, desmilitaricemos nuestro territorio convirtiendo en civiles instalaciones militares como la base de la Sierra de Aitana, y por último demos el paso de suprimir las fuerzas armadas. Otros países como Islandia o Costa Rica ya lo han hecho y –que sepamos- ello no ha supuesto el fin de sus respectivas sociedades y sí un buen remanente económico que dedicar a necesidades públicas más reales y tangibles.
Fuente: www.nodo50.org/tortuga
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