viernes, 24 de febrero de 2012

Las élites económicas: los verdaderos beneficiarios del Gobierno de Rafael Correa

"Basicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa.”
Presidente Rafael Correa, Entrevista, Diario El Telégrafo, 15.1.12
Desde la llegada del economista Rafael Correa al Palacio presidencial de Carondelet, a mediados de enero del 2007, el aparato de propaganda política oficialista se especializó en movilizar a la ciudadanía para ganar las “batallas por la significación” por encima de lo que es o debe ser un “buen gobierno”, articulándose una estrategia política planificada sobre la imagen del líder.


El objetivo se enfocó en la idea de que cada ciudadano sienta que más que gobierno, “ahora sí tenemos presidente”. Se articuló un plan político-comunicacional basado en el “gobernar-actuar-comunicar”, posicionándose hipotéticos valores como: autoridad, disciplina y seguridad, lo que se combinó con una mediática lucha contra la corrupción, la mala política y la injusticia social. Todo se estructuró bajo un discurso que se autodefine como “izquierda moderna” o “socialismo del siglo XXI”.

Articulada esta nueva forma de intervención política, todos los esfuerzos de la propaganda oficialista se enfocaron a reforzar la credibilidad del líder por encima de ideologías o del partido. La estrategia política y comunicacional es vieja, ha sido desarrollada en multitud de ocasiones y en diferentes países, y consiste en construir un sujeto de deseo, un superhéroe.

Bajo esta estrategia bien planificada, el presidente Correa ha consolidado durante estos cinco años de gobierno un sólido perfil basado en conceptos posicionados como: honestidad, entrega al país, gran sabiduría e inteligencia política y discurso monotemático con el fin de no perder el conquistado amor popular. Sobre esta imagen se ha desarrollado su papel de salvador de la Patria. Sin quitar méritos a los diseñadores de esta estrategia mediática, todos afincados en el anillo inmediato que rodea al presidente Correa, la operación ha sido relativamente fácil debido al enorme descrédito de los gobiernos precedentes.

Esta estrategia sumada a la fuerte personalidad del mandatario, convirtió al poder político en algo personal, misional y que solo puede ser realizado por un líder mesiánico. De esta manera, el mandatario generó gran confianza en la sociedad –de forma especial entre los más humildes- y la gente se ha identificado con su misión. Con un lenguaje agresivo ha hecho del poder un ejercicio visible en un país donde eso no existía, logrando credibilidad y convirtiéndose en la encarnación del deseo colectivo.

Con este escenario político se ha generado un nuevo problema para la democracia ecuatoriana: ésta comienza a entenderse como un sistema político basado en el personalismo, en cualidades heroicas y atributos personales en el cual los partidos políticos y la base social pierden toda legitimidad social. De esta manera, la democracia se transformó en un asunto sentimental que genera afinidades melodramáticas, cercenando las argumentaciones políticas y el debate público.

Dicha situación se visibilizó el pasado 14 de enero, cuando en el estadio Alejandro Serrano Aguilar1 de Cuenca, el oficialismo celebró su quinto aniversario en el poder.
Treinta minutos le llevó al líder indiscutible de Alianza PAIS enumerar los logros de su gobierno ante cerca de 40 mil personas provenientes de todo el país (datos emitidos por el oficialismo durante el evento) que llenaron el estadio y sus aledaños. Entre cánticos revolucionarios y velas, una inmensa pantalla emitía imágenes del mandatario en diferentes momentos y circunstancias de estos cinco años de gestión gubernamental. Su imagen, reproducida en todo tipo de objetos entre los que destacaban unas corbatas desechables de inusitado mal gusto, inundó ese día la ciudad de Cuenca.
En definitiva, todo un dispendio enraizado en el culto a la personalidad, enmarcado en una estrategia para la perpetuación en el poder que no es nueva en la izquierda, pero que debería llevar a la reflexión sobre algunos antecedentes históricos de no hace tanto tiempo2.
En el contexto anteriormente referenciado, el análisis objetivo sobre la política gubernamental se hace complejo, dado que la crítica al régimen desde posiciones de izquierda no es considerada de forma constructiva, y sus autores suelen ser acusados de ‘traidores” al proceso revolucionario e incluso tildados de colaboradores de la derecha o agentes al servicio de los intereses de potencias extranjeras3. A pesar de ello, dicho análisis es necesario, y este artículo pretende desarrollarlo estrictamente en el ámbito económico.

Políticas de inversión pública y rearticulación del Estado
La Revolución Ciudadana fue un proyecto impulsado en primera instancia por una coalición de movimientos políticos y sociales que con el economista Rafael Correa a la cabeza y la conformación del movimiento Alianza PAIS ganaron en segunda vuelta las elecciones presidenciales del 2006, posicionándose su líder como presidente de la República del Ecuador el 15 de enero de 2007.
El actual Gobierno se encontró con un país que en el ámbito económico había sufrido tres décadas de desmantelamiento deliberado y sistemático de las capacidades estatales para gestionar soberanamente la función pública económica, y al cual el proceso de dolarización impuesto por el ex presidente Jamil Mahuad en el año 2000 mutiló los instrumentos clásicos de política monetaria y cambiaria. De igual manera, la política fiscal ecuatoriana se encontraba comprometida en su gran mayoría por una serie de pre-asignaciones y mecanismos que anulaban la capacidad del Ministerio de Finanzas para organizar el presupuesto público. Por último, en lo correspondiente a la política comercial, ésta estaba maniatada por una amalgama de tratados internacionales y la adhesión tardía a la Organización Mundial de Comercio (OMC).

El sistema de partidos establecido tras el régimen militar de la década 70 fue perdiendo su legitimidad social, la deuda externa fagocitaba toda posibilidad de inversión pública y social y la impunidad campeaba a sus anchas sobre un sistema notablemente corrupto en el que sus gobiernos se caracterizaron entre otras cosas, por su fragilidad e inestabilidad política.
Las últimas tres décadas de la historia ecuatoriana mostraban una “democracia” forjada en el conflicto y el abuso de las élites de la partidocracia4, donde se había desarrollado sin pudor el fraude de la deuda externa y el dolor de familias rotas consecuencia del fenómeno migratorio en busca de mejores oportunidades de vida en el exterior.

La crisis de los partidos tradicionales alcanzó su expresión final con el triunfó del presidente Correa. Los partidos que predominaron a lo largo de las tres décadas previas (Social Cristiano, Izquierda Democrática, Roldosista Ecuatoriano o la extinta Democracia Popular-Unión Demócrata Cristiana) carecen de peso en el actual escenario político nacional.

La mayoría de los partidos políticos históricos del Ecuador no sobrevivieron al uso y abuso del poder nacional. Con excepción del Partido Social Cristiano, que mantuvo la alcaldía de Guayaquil tras haber “calentado” la poltrona presidencial, todos ellos fueron incapaces de sobreponerse a sus líderes o caudillos cuando estos fueron presa de los procesos de “queme político” (tan solo el Movimiento Popular Democrático5 no cayó en dicha situación).

En primera instancia, el Gobierno de la Revolución Ciudadana se vio obligado a desarrollar una política de liquidez monetaria con el fin de hacer frente a un país descapitalizado por el pago de una deuda externa y la mala gestión interna. Se intentó articular de igual manera una política de sustitución de importaciones muy selectiva a la par que limitada, lo que permitió el desarrollo de incentivos, y paralelamente una reducción de los costos de importación de tecnología y de los insumos clave que no son producidos internamente. Acompañando esas iniciativas económicas, se generó una política de créditos preferenciales e incentivos tributarios específicos a través de la banca pública no existentes con anterioridad, que buscaron dinamizar la economía interna.
Esto significó un notable incremento de la intervención pública en la economía del país (ver cuadro 1)

De esta manera la inversión social pasó del 0,35% del PIB en 2006 (1.980 millones de dólares) a aproximadamente el 3,82% en el 2011 (un cifra cercana a 5.197 millones de dólares).

De esta manera, el Gobierno correísta elevó la inversión en materia de Educación desde el 2,59% del PIB de su predecesor (año 2006) al 5,59% al cierre del 2011; y procedió de igual manera con la inversión en materia de Salud, elevándola del 1,24 % del PIB en el año 2006 al 2,17% al cierre del ejercicio del año pasado. También se ha potenciado toda la política de subsidios ya existente con anterioridad, en la cual destaca el Bono al Desarrollo Humano (BDH)8, el cual incrementó el número de hogares perceptores de 979.008 (en 1996) a 1.173.822 a noviembre del 2010. A través de esta política de subsidios el Gobierno de la Revolución Ciudadana perpetuó las mismas políticas clientelares que desarrollaron los gobiernos de la partidocracia con anterioridad.

Otra cosa son los resultados de esas inversiones, lo cual tiene que ver con la capacidad de gestión del actual Gobierno: en materia de Educación no hay avances sustantivos en la calidad de la formación impartida en el país y se mantiene aun un enorme déficit en infraestructura educativa; mientras en materia de Salud, el propio presidente Correa manifestó el pasado 14 de enero9 tras la destitución del último titular de esa Cartera ministerial: “…me parece que no hemos avanzado nada. La misma corruptela. ¿Qué hemos avanzado en estos cinco años en ese aspecto?”10.
[leer más]
http://www.argenpress.info/2012/02/las-elites-economicas-los-verdaderos.html

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