sábado, 18 de febrero de 2012

Uruguay esta muy lejos de llegar al primer mundo

Por Marcos Cantera Carlomagno


Soñar no cuesta nada (Búsqueda, 2 de febrero, 2012)

El aumento del Producto Bruto Interno en los países de la región alimenta el sueño de quienes creen que estamos cerca de llegar a formar parte del primer mundo.


Más grande es el PBI, más cerca estamos de lograrlo: así razonan no solamente los gobiernos sino que también muchos representantes de la oposición y de la intelectualidad, sea de izquierda sea de derecha.

Según ese razonamiento, cuando el PBI alcance un determinado nivel, seremos ipsofácticamente desarrollados.

El PBI nacional está a punto de alcanzar el mágico nivel de 50 mil millones de dólares, lo cual da 15 mil dólares per cápita anual. Falta aun para llegar a los 40 mil dólares per cápita de las naciones líderes, pero con esta cifra Uruguay ya está en el primer puesto en la región.

A este paso, razonan radialmente el presidente de la República, su vicepresidente y una legión de entusiastas, Uruguay entrará al primer mundo en menos de una década.

Total, soñar no cuesta nada.

Muchos son quienes gustan mirar los números y embriagarse con las estadísticas macroeconómicas. “A este paso”, aseguran, “en ocho años somos parte del primer mundo”.

Total, dentro de ocho años nadie se acuerda de la promesa y si alguien lo hace y va y se queja le responderán volvé mañana que hay croquetas.

Lo de siempre.

Pero yo no creo que la cantidad de dólares per cápita del PBI sea signo de desarrollo. Ya lo he escrito varias veces en este espacio.

Y por eso me pregunto:

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando una parte sustancial de su población vive en la miseria?

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando el índice de criminalidad aumenta sin cesar?

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando una parte mayoritaria de la población depende directa o indirectamente del Estado?

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando los asentamientos son más comunes que las zonas urbanas tranquilas, limpias y organizadas?

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando el índice de analfabetismo crece continuamente y la educación no funciona?

¿Podemos decir que un país es desarrollado cuando sus habitantes viven entre rejas?

Decir que Uruguay o Argentina o Brasil están a un pasito del primer mundo es demostrar enormes dificultades para interpretar la realidad: América latina sigue siendo la región con mayor desigualdad social y económica en todo el mundo. Por eso, las diez ciudades con más asesinatos per cápita del planeta son latinoamericanas.

Veamos un dato más que significativo: el mundo está viviendo la tercera revolución industrial (que por definición ya no es industrial).

En la primera, el sector estratégico dejó de ser el agro para pasar a ser la industria.

En la segunda, la industria fue superada por el sector servicios.

En la tercera, el papel de los servicios tradicionales está siendo suplantado por los servicios creativos, basados en cosas tales como el nivel de conectividad, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la robótica, la realidad virtual y todo lo relacionado con el desarrollo tecnológico y científico que lleva a un aumento de la capacidad innovadora.

Los países desarrollados apuestan por estas disciplinas. Están con un pie en el mundo del pasado mañana. Pero Uruguay cria vacas, planta soja y eucaliptus. Para diversificar un poco la actividad, en verano alquila lugares bajo el sol con acceso al mar.

Uruguay, hay que recordarlo bien, no ha pasado todavía por la primera revolución industrial. Lleva un atraso de más de 150 años con respecto a Inglaterra. ¿De qué primer mundo nos están hablando?

Por mucho que las autoridades insistan sobre la importancia de la educación, todos los números demuestran que Uruguay en ese rubro ha regresado a los años de José Pedro Varela.

Lo mismo sucede en la región. Por eso, entre las 500 mejores universidades de todo el mundo el año pasado, sólo 3 fueron latinoamericanas.

Y si eso deprime, más deprime aun saber que de las 4.000 universidades iberoamericanas (Portugal, España y América latina) solamente el 7% se dedica a la investigación, logrando la “proeza” de publicar más de 50 artículos por año.

Pero este dato, por deprimente que sea, no nos ofrece ni siquiera una hilacha de donde aferrarnos para no caer en el abismo de la angustia, pues dentro de esa mísera cuota de investigación, una buena parte no tiene importancia alguna para el crecimiento económico de la nación.

Eso explica, como recientemente señaló Jorge Grünberg, rector de la ORT, por qué Corea del Sur publica más artículos en Ingeniería que toda América Latina junta y por qué Singapore, que tiene 5 millones de habitantes, publica la misma cantidad de artículos en Ingeniería que Brasil, que tiene 200 millones de habitantes.

La capacidad de innovación es central para el crecimiento de las naciones. Pero en el período 2005-2010 las compañías de la región registraron el 0% de las patentes nuevas.
El 0% es nada. No existe.
Conclusión: pensar que el precio internacional de la carne vacuna, o el de la soja transgénica, nos convertirá en países del primer mundo demuestra sólo una cosa: la mentalidad subdesarrollada que predomina.

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