Iñaqui Alegría alimenta a Ruziya y a otra niña, en Gambo, Etiopia
Cuando se pone nombre, una mirada, una historia personal a los niños y niñas que mueren de hambre no se puede permanecer indiferente.
Así lo relata este pediatra que lucha contra la desnutrición en Etiopía
Llega a urgencias Ruziya, una pequeña niña que recordaré el resto de mi vida: el día que llegó y el día que se marchó. El día que llegó he heló el corazón. El hielo entró en lo más proundo de mi alma, y el hielo se fue fundiendo hasta arder y convertirse en llama de luz. Aún no lo sabía, pero Ruziya ilumió mi vida, y el día que ingresó entró en mi semilla e esta luz que estaba germinando sin ser realmente del todo consciente.
Ruziya tiene dos años y un mes de vida, seis kilos y 100 gramos de peso; 76 centímetros de los pies a la cabeza. Su peso corresponde a menos del 60% del que debería tener para edad y longitud según las tablas internacionales de la Organización Mundial de la Salud. Llega a urgencias en brazos de la joven Abusha, su madre, que no debe tener más de 16 años, Ruziya no tiene fuerzas para sostenerse en pie.
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