Frei Betto
Desde el 10 de agosto, más de 3 mil trabajadores sin tierra se encuentran acampados en Brasilia para, de nuevo, alertar al gobierno federal sobre una cuestión que, otrora, fue considerada prioritaria por el Partido de los Trabajadores (PT): la reforma agraria.
El mundo gira, y hoy muchas cosas parecen estar patas arriba: quien hacía oposición a Sarney lo defiende; quien gritaba “fuera Collor” lo elogia; quien exigía reforma agraria exalta el agronegocio. Y, a pesar de las políticas sociales, 31 millones de brasileños(as) continúan sobreviviendo en la miseria. Y la violencia disemina el miedo por nuestras ciudades.
La manifestación de los sin-tierra demanda del gobierno muy poco, sobre todo si se compara con los incentivos oficiales concedidos a las empresas que degradan la Amazonia y a los usineros que, en latifundios, mantienen trabajadores en régimen de
semiesclavitud.
Es urgente asentar más de 100 mil familias sin-tierra acampadas por el país en la intemperie, sobreviviendo en barracas de plástico negro al borde de las carreteras. Y cuidar de las 40 mil familias asentadas virtualmente, sólo en el papel, pues aguardan, hace tiempo, recursos para vivienda, infraestructura y producción. En los últimos seis años se financiaron sólo 40 mil casas en el área rural. También las escuelas rurales necesitan, urgentemente, de recursos
Brasil no tiene futuro si no cambia su estructura agraria. En las tres Américas, sólo Brasil y Argentina jamás hicieron reforma agraria. El detalle es que somos un país de dimensiones continentales, con 600 millones de hectáreas cultivables.
Dos problemas crónicos encontrarían solución si nuestro país no tuviese tanta tierra ociosa, como se constata al viajar por nuestras carreteras o sobrevolar nuestro territorio: el desempleo y la violencia urbana. Los países desarrollados, como EE UU y los de Europa Occidental, con territorios mucho menores que el nuestro, obtiene una alta productividad en el campo, sin que haya latifundio. Hay, sí, un gran incentivo a la agricultura familiar.
El gobierno federal debe a la nación la actualización de los índices de productividad de las propiedades rurales intocadas desde 1975. Por exigencia constitucional tales índices deberían ser revisados cada diez años. Estos son utilizados para clasificar como productivo o improductivo un inmueble rural y agilizar, con transparencia, la expropiación de las tierras para efectos de reforma agraria.
El Ministerio de la Planificación debe a las familias sin tierra la entrega de R$ 800 millones del presupuesto del Incra previsto en el presupuesto de 2009. Ese recurso permitirá la obtención de tierra y la ejecución en el pasivo de los asentamientos.
Durante el período de permanencia del MST en Brasilia, que concluye el próximo día 21, están previstos también debates sobre la coyuntura agraria, clima y medio ambiente, energía, Seguridad Social, juventud, comunicación, género y raza, además de actividades culturales y un acto en celebración por los 25 años del MST.
Está prevista para este sábado (15/08) la jornada nacional de luchas contra la crisis, una movilización de trabajadores y desempleados, en todo el país, para asegurar estabilidad en el empleo, mejores sueldos, ampliación de los derechos, reducción de las tasas de interés e inversiones y políticas sociales.
El 19 de agosto, movimientos sociales, estudiantiles y sindicales se reunirán, en Brasilia, en defensa del petróleo, para reivindicar un nuevo marco regulatorio para la producción energética del país.
Y el día 7 de septiembre, en todo Brasil, se llevará a cabo el 15º Grito de los Excluidos, promovido por varias entidades, incluida la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, por sus silgas en portugués) que tendrá como lema “Vida en primer lugar – la fuerza de la transformación está en la organización popular"
La manifestacion, que imprime un carácter cívico a la fecha de la independencia de Brasil, tiene por objetivo sacar a la población del inmovilismo y resaltar la importancia de fortalecer los movimientos sociales para consolidar nuestra democracia y conquistar soberanía.
La democracia no puede restringirse a las elecciones periódicas que, de momento, permiten inclusive la postulación de corruptos y reos de la justicia común. A la democracia política hay que ligar la económica, de modo de reducir la desigualdad social que avergüenza a Brasil. Sólo así conquistaremos el derecho de ser un pueblo feliz.
Fuente ALAI
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