Queridos amigos y amigas:
Al finalizar este 2010, vienen a la mente las increíbles dificultades vividas en él, la lucha enorme -individual y colectiva- sostenida contra el régimen opresor que ha usurpado la nación hondureña. También viene a la memoria la brusca caída de las máscaras y la sorpresa de conocer el verdadero rostro de muchos que durante décadas hicieron el papel de buenos hombres, buenas mujeres, buenos empresarios, buenos vecinos, buenos amigos, buenos seres humanos preocupados por otros seres humanos.
El desengaño fue parte de este tiempo duro que nos ha tocado vivir. Nuestra convicción se ha mantenido contra fuego y muerte; y luchamos, luchamos por construir la vía para refundar nuestros pensamientos, nuestra práctica cotidiana, nuestra patria.
No siempre caminamos por el sendero correcto.
A veces tropezamos con nuestros viejos hábitos, con nuestras mezquindades, con nuestra miopía, con nuestra arrogancia: vieja piel de la que tenemos que desprendernos para renacer. Pero nos levantamos, corregimos, reconocemos los errores, volvemos a ofrecer la mano y la fe en los demás como apuesta para la sobrevivencia del género humano; compartimos los triunfos y seguimos construyendo la utopía posible; porque hemos aprendido que nuestro sueño es válido, legítimo y realizable, cuando avanzamos unidos.
La solidaridad fue precisa para mantenernos vivos y firmes en la lucha, a pesar de nuestras debilidades y afanes individualistas. Los golpes que más dolieron son los que vinieron de aquellos a quienes entregamos nuestro cariño y nuestro abrazo.
Muchos ahora, definitivamente, van por el camino opuesto; a muchos nos une -indisolublemente- la lucha contra el mismo enemigo salvaje que oprime a nuestro pueblo; y sólo nuestros métodos o falta de métodos, nuestras maneras de hacer, nuestras distancias de pensamiento, nuestras distintas experiencias acumuladas marcan diferencias; pero esto es así, de eso está hecha esta batalla y todos los esfuerzos son válidos y necesarios para derrotar al enemigo común: la miseria humana, personificada tanto en un sistema capitalista brutal y sangriento, en las oligarquías que someten, reprimen y roban lo que es del pueblo, como en esa parte oscura de nuestras propias naturalezas que tratamos de dominar y vencer para alcanzar la verdadera paz y justicia que los potentados han adulterado y vaciado de significado.
El fuego impetuoso con que nos despertamos el 28 de junio de 2009 y con el que alimentamos el levantamiento popular, ahora es una llama potente pero también paciente que espera su momento para incinerar los sistemas caducos, para fundir las cadenas históricas que nos han esclavizado. La patria arde en sus “trescientos sesenta y cinco puntos cardinales”, arde con rabia popular, arde con inteligencia popular, arde con voluntad popular, arde con acción popular.
Pero nuestro fuego es benigno, sólo intenta quemar el cáncer y dejar lo bueno.
Los señores y señoras oligarcas –directamente y también por interpósita mano o garra de sus empleados, achichincles, cardenales y pastores, testaferros, periodicastros, mandaderos, abogados, mercenarios, publicistas, diputados, mulas y asnos criollos, showman y powergirls, asesinos, policías, perros de caza y demás bestiario- han mentido inveteradamente al pueblo, le han robado, expoliado sus recursos, ultrajado su dignidad, prostituido sus héroes y derramado su sangre incesantemente.
Son ellos el cáncer que gangrena la patria. Son ellos la diana pútrida a la que apunta nuestra rabia popular. “Bienvenidos cirujanos” del pueblo a extirpar los tejidos muertos, “bienvenidas escultoras del planeta” a definir el rostro nuevo de la patria.
La navidad de los colonizadores está llena de camellos, de oro, incienso y mirra del medio oriente; la navidad de los usurpadores es una estrategia para drenar los bolsillos de los consumistas; la navidad de los asesinos del régimen se multiplica tantas veces como alguien derrama una salsa infamÍssima sobre el pavipollo o la pierna de cerdo; la navidad de los golpistas no ocurre en Honduras, sino en Dubai, en Miami, en las bóvedas frías de su corazón de hierro. La navidad de los colonizados brilla en los malls, donde nunca van sus dueños para no mezclarse con la chusma; la navidad de los colonizados la programa Televicerdo, la navidad de los esclavos es a los pies de sus amos.
La navidad de los pobres carece de todo, pero es humana y tiene dignidad, tiene solidaridad de hermanos, tiene convicción de lucha.
En esta navidad, tengo un abrazo resistente para mis amigos y amigas, para mis compañeros y compañeras, para quienes mostraron una solidaridad efectiva, más allá de lo electrónico, con el pueblo hondureño. Nuestra alegría consiste en sabernos pueblo, en sabernos llama popular, en sabernos seres humanos que luchan contra la barbarie sistemática.
En esta navidad compartamos sin intereses mezquinos. Siempre hay algo que podemos dar. Hagamos unos minutos de silencio y encendamos una vela en lo más íntimo de nuestra casa y recordemos a nuestros hermanos y hermanas caídos en la lucha pacífica de la resistencia.
La lucha continúa, hermanos, hermanas. Nos mantendremos firmes hasta la victoria.
Samuel Trigueros
Escritor en resistencia
Tegucigolpe, diciembre de 2010
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