.Enviado por Anónimx (no verificado) en Mar, 01/03/2012
En estos momentos de "aleleluyas" por el crecimiento económico de la economía brasileña, es importante recordar que Brasil se encuentra bajo una guillotina llamada modo de financiación. Los bancos prestan a los intereses más altos del mundo y el Estado financia la expanción del sector privado. La mayoría de la población paga así los privilegios de una élite
Es digno de señalar. Brasil es considerada la sexta economía del mundo, sólo detrás de los Estados Unidos, China, Japón, Francia y Alemania.
A juzgar por el hecho de que las dos últimas potencias pertenecen a la convaleciente zona euro, que Japón permanece estancado desde hace una década y que los Estados Unidos a día de hoy es el país desarrollado más desigual y menos productivo, hay una esperanza de crecimiento y de desarrollo aún mayores.
A partir de este hecho innegable, cabe una reflexión crítica, que no tiene que ver con la crítica por la derecha ni con la euforia oficial.
Aunque hoy somos la sexta economía del mundo en términos de volumen de producción y de riqueza circulante, estamos lejos de ser el sexto país menos desigual e injusto del planeta. Nuestra pirámide social, aunque se haya producido una sensible disminución de la miseria absoluta, concentra la renta y no distribuye los beneficios de la modernidad urbana. El problema es de fondo e implica una opción no presentada en el escenario político profesional.
El crecimiento brasileño se basa en la exportación de commodities agrícolas en gran escala, en el aumento del crédito para el consumo y en la inyección de recursos estatales en la economía.
Todo iría relativamente bien (a excepción del modelo agro-exportador) si no tuviéramos sobre nosotros una guillotina llamada modo de financiación.
Brasil crece a través del apalancamiento de su deuda, aumentando considerablemente el papel del capital financiero y destinando a ello casi la mitad del presupuesto consignado para el año 2010.
Por una parte es verdad que la gestión del Banco Central es menos desreguladora que en Europa y los países anglosajones (y que aumentará el control, bajo la batuta de Alexandre Tombini), pero también lo es que pagamos los intereses reales más altos del mundo, que el sector bancario es el que surfea sobre la ola de nuestro crecimiento y que los bancos estatales tienen intereses y tasas de administración parecidos a los comerciales.
La fiesta financiera alimenta al sector de los créditos al consumo y en la cúspide la pirámide, el Estado sigue financiando la expansión privada, tanto a través de préstamos a fondo perdido (como en la fusión de Brasil Telecom con OI) como por su inyección directa en los consorcios público-privados (por ejemplo en la hidroeléctrica de Belo Monte).
Si sumamos esta injusticia estructural a la carencia de servicios públicos (estando la población brasileña sometida a altos impuestos y subatentida) nos sale el "coste Brasil" verdadero.
Está de más que la mayoría de los brasileños paguen la cuenta de la acumulación privada (oficializada) de los recursos colectivos.
Bruno Lima Rocha
Traducción: Manu García
http://www.estrategiaeanalise.com.br/
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