domingo, 15 de enero de 2012

EL HOLOCAUSTO MODERNO LEGAL

Si el holocausto perpetrado por Adolfo Hitler al exterminar a 6 millones de judíos hizo que su régimen fuera caracterizado como una aberrante mosntruosidad o como una estremecedora encarnación del mal, entonces ¿Qué categoría teٌórica habría que usar para caracterizar a los sucesivos gobiernos estadounidenses que sembraron la muerte en una escala  por lo menos igual, si no mayor?. Lamentablemente son muy pocos los que se hacen esa pregunta y la gran mayoría sigue a ciegas el credo norteamericano que asegura que Estados Unidos es una democracia.
Más aún: que es la encarnación más perfecta de "la democracia" en este mundo. La mayor cantidad de estadounidenses ocupados en el consumismo y atribulados por lo que ello les causa, tienen y muestran poco interés por el costo humano de las guerras estadounidenses; indiferencia reforzada por el premeditado ocultamiento que se hace de aquellos muertos en la voluminosa producción de películas, novelas y documentales que tienen por tema central la guerra; por el silencio de la prensa acerca de estas masacres. Hay que recordar que, luego de Vietnam, la censura en los frentes de batalla es total y que no se pueden mostrar víctimas civiles y tampoco soldados norteamericanos o la opinión de los entrevistados acerca de las víctimas  que ocasionan en el exterior las aventuras militares de EE.UU

Según afirma John Tirman, director del Centro de Estudios Internacionales de Massachusetts Institute of Technology(MIT), en un artículo publicado en el WashingtonPost, este pesado manto de silencio se explica, por la persistencia de lo que el historiador Richard Slotkin denominara "mito de la frontera", una de las constelaciones de sentido más arraigada de la cultura norteamericana según la cual una violencia noble y desinteresada -o interesada solo en producir bien- puede ser ejercida sin culpa o cargos de conciencia sobre quienes se interpongan al "destino manifiesto" que Dios ha reservado para los norteamericanos y que, con piadosa gratitud, los billetes de a dólar recuerdan en cada una de sus denominaciones.
Solo "razas inferiores" o "pueblos bárbaros", que viven al márgen de la ley, podría resistirse a aceptar los avances de la "civilización".
El violento despojo sufrido por los pueblos originarios de las Américas, tanto en el norte como en el sur, fué justificado por ese racista mito de la frontera , adornado con infames mentiras.En el extremo Sur del continente, en la Argentina, la mentira fué denominada como "conquista del desierto" la ocupación territorial a sangre y fuego del habitat, que no era precísamente un desierto, de los pueblos originales.
En Chile, la mentira fue bautizada como la "pacificación de la Araucanía" al nada pacífico y sangriento sometimiento del pueblo mapuche. En el norte, ol objeto del pillaje y la conquista no fueron las poblaciones indígenas sino una fantasmagórica categoría, apenas un punto cardinal :el Oeste.
En todos los casos, como lo anotara el historiador Osvaldo Bayer, la "barbarie" de los derrotados, que exigía la perentoria misión civilizatoria, era demostrada por su...¡desconocimiento de la propiedad privada!.


En suma: esta constelación de creencias -racista y clasista hasta la médula- presidió el fenomenal despojo de que fueron objeto los pueblos originarios y liberó a los píos cristianos que perpetraron la masacre de cualquier sentimiento de culpa. En realidad, las víctimas eran humanas solo en apariencia.
Esa ideología reaperece en nuestros dias, claro que de forma transfigurada, para justificar el aniquilamiento de los salvajes contemporáneos. Sigue "oprimiendo el cerebro de los vivos", para utilizar una formulación clásica, y fomentando la indiferencia popular ante los crímenes cometidos por el imperialismo en tierras lejanas.
Con la invalorable contribución de la industria cultural del capitalismo hoy la condición humana le es negada a palestinos, iraquíes, afganos, árabes, afrodescendientes y, en general, a los pueblos que constituyen el ochenta por ciento de la población mundial.
Tirman recuerda el sugestivo nombre asignado a la operación destinada a asesinar a Osama Bin Laden: "Gerónimo", el jefe de los apaches que se opuso al pillaje practicado por los blancos. Se sabe tambien que algunos de los instrumentos de muerte más letales de las fuerzas armadas estadounidenses, tienen nombres que aluden a los pueblos originarios: el helicóptero Apache, el misil Tomahawk, y así sucesivamente.

Pero no solo es la credibilidad de Washington la que está en juego. Más grave es aún el hecho de que la apatía y el sopor moral que invisibilizan la cuestión de las víctimas garantiza la impunidad de quienes perpetran crímenes de lesa humanidad en contra de poblaciones civiles indefensas (como en los casos de My Lai en Vietnam o Haditha en Irak, para no mencionar sino los más conocidos).
Pero esto viene de lejos: recuérdese la patética indiferencia de la población norteamericana ante las noticias del bombardeo atómico en Hiroshima y Nagasaki, y los cables que enviaba el corresponsal del New York Times destacado en Japón diciendo que ¡ no había indicios de radioactividad en la zona bombardeada!.
Impunidad que alentará futuras atrocidades,motorizadas por la inagotable voracidad de ganancias que exige el complejo militar-industrial, para el cual la guerra es una condición necesaria, imprescindible, de sus beneficios. Sin guerras, sin escalada armamentista el negocio arrojaría pérdidas, y eso es inadmisible. Y son las ganacias de esos tenebrosos negocios, no olvidemos, las que financian las carreras de los políticos norteamericanos (y Obana no es la excepción a esta regla) y las que sostienen a los oligopolios mediáticos con los cuales se desinforma y adormece a la población. No por casualidad Estados Unidos ha guerreado incesantemente en los últimos sesenta años.
Los preparativos para nuevas guerras están a la vista y son inocultables: comienzan con la satanización de líderes desafectos, presentados ante la opinión pública como figuras despóticas, casi monstruosas; sigue con intensas campañas publicitarias de estigmatización de gobiernos desafectos; luego vienen las condenas por presuntas violaciones a los derechos humanos o por la complicidad de aquellos líderes y gobiernos con el terrorismo internacional o el narcotráfico, hasta que finalmente la CIA o algún escuadrón especial de las fuerzas armadas se encarga de fabricar un incidente que permita justificar ante la opinión pública mundial la intervención de los Estados Unidos y sus compinches para poner fin a tanto mal.

Tenemos actualmente el caso de la cadena UNIVISION y sus investigadores, que no son otra cosa que agentes de la CIA, utilizando dicho medio para manipular la opinión pública satanizando a los gobiernos de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, por el solo hecho de establecer lazos de cooperación con el gobierno de Irán. Llega Estados Unidos al descaro de decirle a dichos gobiernos que "no es el momento" para establecer ningún nexo de ninguna clase con el Estado iraní.
Todo en preparación para una intervención en contra de Irán o en cualquier de uno de estos países Suramericanos. Ejemplos más claros no podemos tener de la prepotencia y la manipulación a escala mundial de Estados Unidos. Así como se hizo con Irak y luego en Libia, Irán y Venezuela atraen la maliciosa intención de EE.UU. Por pura casualidad, estos dos países son dueños de inmensas reservas de petróleo.

Washington ha hecho lo imposible para establecer un "cordón sanitario" que aisle a Teherán y Caracas, pero hasta ahora sin éxito. Y no son países destruidos por largos años de bloqueo, como Irak, o que se desarmaron voluntariamente, como Libia, seducida por las hipócritas demostraciones de afecto de una camada de imperialistas. Afortunademente, ni Irán ni Venezuela se encuentran en esa situación. De todos modos habrá que estar alertas.-
Rompiendo el cerco desindornativo 1/12/12

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