Dos jóvenes muertoen operaciones policiales en lo que va de año. Aumentan las posibilidades de levantamientos populares contra los excesos policiales.
Prensa
Wissam el Yamni, camionero de 30 años, vecino de la barriada La Gauthière de Clermont-Ferrand, en el centro de Francia: muerto tras ser golpeado durante un control de la Policía francesa.
Abdelilah el Jabri, joven de 25 años con una malformación cardíaca que se ocupaba de su familia en los bloques Balagny de Aulnay-sous-Bois (periferia de París): muerto al padecer un ataque tras ser detenido por la Policía francesa.
En lo que va de año, dos chapuzas del más controvertido cuerpo de la Policía, las BAC (Brigadas Anticriminalidad), mimadas por Nicolas Sarkozy, han disparado las alarmas sobre lo que el exministro de Interior Jean-Pierre Chevènement ha calificado de "abandono de la deontología" y sobre el riesgo de levantamientos populares contra los excesos policiales.
Levantamientos como el ya mundialmente célebre de otoño de 2005, tras la muerte de los adolescentes Bouna y Zyed. O como los menos conocidos, pero más violentos, de otoño de 2007, tras la muerte de los adolescentes Moushin y Lakamy.
De alguna forma, y con su peculiar estilo, el ministro de Interior, Claude Guéant, inauguró en Nochevieja la campaña de chapuzas con víctimas a la que parece abocada Francia.
Durante la habitual tournée por comisarías, al ministro Guéant se le ocurrió incluir una curiosa etapa.
Fue a la comisaría de Villiers-le-Bel, donde la tensión sigue siendo muy fuerte porque precisamente ese es el barrio de Moushin y Lakamy, cuyas muertes siguen sin ser esclarecidas cuatro años después.
Guéant no se reunió con las familias, ni recordó que los policías implicados mintieron en sus primeras versiones. No, fue allá para recordar que hubo para recordar que hubo disturbios.
"En el pasado, aquí ha habido incidentes y creo que es simbólico que el ministro de Interior venga aquí", afirmó, sin una sola palabra para las familias de los dos jóvenes. El tono estaba dado. Cuatro horas después, en plenas fiestas, unidades de la BAC intervenían en el parking del centro comercial de La Gauthière, en Clermont-Ferrand.
Las razones de la intervención son confusas, pero lo cierto es que allí estaban de fiesta, escuchando música junto a un coche, Wissam el Yamni y sus amigos. Según el testimonio de varios vecinos, "llegaron más de diez coches patrulla, muchos de ellos de la BAC", y las detenciones fueron, según palabras de la propia Fiscalía, "vigorosas". El cuerpo de Wissam presentaba "fracturas y contusiones" en el cuello cuando llegaron los servicios de emergencia médicos, que no pudieron sacar al joven del coma.
Del resto, poco o nada fiable se sabe, aparte de que la familia sólo sería alertada 24 horas después de la paliza y que el joven acabaría muriendo nueve días después.
También se sabe que, pese a que no hay informe de autopsia, los servicios del señor Guéant han difundido que el joven se encontraba bajo los efectos del alcohol, el cannabis y la cocaína.
Versiones sobre la paliza
Los servicios de Claude Guéant también han aludido a que los jóvenes habrían originado el incidente.
Por su parte, el colectivo de apoyo a la familia tiene un testigo. Afirma haber visto que un grupo de agentes, cuando Wissam el Yamni ya estaba esposado en el suelo, lo rodearon.
"¡A la de una, a la de dos y a la de tres!", gritaron. Y empezó la paliza.
En Aulnay-sous-Bois, la muerte de Abdelilah el Jabri fue banal. Se parece a miles de incidentes que los jóvenes de barriada evocan día a día.
Un grupo está reunido en la entrada de una vivienda social. Algún canuto circula. La Policía desembarca como si fuera a hacer frente a un narcoejército.
Sólo que Abdelilah sufre una malformación cardíaca congénita. Fallece esposado y muerto de miedo. Los servicios del señor Guéant afirmanque había consumido Viagra.
Se produjeron disturbios en ambos barrios. Algunas noches movidas con coches incendiados, despliegue de hasta 400 policías.
Los servicios del señor Guéant hicieron circular que se habían "disparado morteros" contra los agentes, pero esta vez no coló: rápidamente, los propios agentes indicaron que "no eran más que petardos, quizá potentes en exceso".
Las marchas silenciosas, dignas, organizadas, acompañadas por abogados, ediles y hasta por algún policía sindicalista, sucedieron rápidamente a los disturbios callejeros.
Es la gran novedad: si en 2005, los disturbios desesperados incendiaron las pantallas televisivas de todo el mundo y sirvieron a Sarkozy para aterrar a las clases medias votantes, ahora es como si La Banlieue le estuviera indicando al presidente queya nos conocemos las caras.
Cierto es que, esta vez, tras las dos muertes de principio de año, el sindicato CGT y la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) se pusieron inmediatamente del lado de los jóvenes, algo que no ocurrió en 2005.
O sea que, de momento, las provocaciones no están surtiendo el efecto deseado por el señor Guéant. Sólo faltan 98 días para la primera vuelta de las elecciones presidenciales
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