martes, 9 de septiembre de 2014

EL FIN DEL « PROFESIONAL UNIVERSITARIO » RICO


"Sobre la educación en un mundo líquido" es un libro de conversaciones entre Zygmunt Bauman y Riccardo Mazzeo, (dos personalidades de la docencia) que es casi indispensable. Dichas conversaciones -unas 20- comenzaron con la invitación recibida por Bauman para ingaurar un congreso celebrado en Rímini bajo el título "La calidad inclusiva de la escuela" y finalizaron durante las conferencias que pronunció en Módena en septiembre de 2011.

En marco tempral de este conjunto de textos es el estallido de la burbuja financiera (lo de "bruja económica" es mentira) y sus consecuencias. Miles 
y miles de jóvenes compartían, antes de la declable, la creencia de que en
lo alto de la pirámide social existía un hueco para ellos. Se creía que bastaba un título universitario para entrar en un sistema que prometía la felicidad 
a través del consumo.

Desde los años 50 las expetativas sociales iban siempre al alza. En los tiempos
malos que abuelos o padres debieron atravesar exítían dificultades, pero a
pesar de todo siempre se veía la luz al final del túnel. Para la generación de
jóvenes que desde 2008 debe enfrentarse a la crisis, la luz está envuelta en 
tinieblas, no se vislumbra con claridad la salida. Educados en la idea de que
podrían superar a sus padres por muy lejos que éstos hubieran llegado, la realidad les ha caído encima y deben enfrentarse a un mundo duro e inhóspito. Por otro lado, no han sido preparados para una economía de trabajos precarios en el que el desempleo sobrevuela sus vidas


Los últimos treinta años registran una expansión gigantesca de la educación superior, un imparable crecimiento en el número de estudiantes y profesores. El título universitario era una promesa de trabajo seguro y atractivo. Sin embargo, la crisis y los recortes en los presupuesto educativos coinciden con un aumento tremendo de las matrículas universitarias, especialmente notorio en los estudios de postgrado. La promoción social a través de la educación, en opinión de Bauman, se ha quebrado. Los graduados tienen empleos muy por debajo de las expectativas generadas por sus títulos o, incluso, no tienen trabajo y continúan viviendo a la sombra de sus familias. Los afortunados que consiguen trabajar se ven envueltos en relaciones tensas o conflictivas con los jefes, los compañeros de trabajo o los clientes. 


En este penoso horizonte las nuevas tecnologías desempeñan un papel lleno de ambivalencia. Las computadoras, las tabletas o los teléfonos inteligentes se introducen en casa, en los fines de semana o en las vacaciones. Informan y nos conectan con los amigos o los seres queridos pero a la vez impiden la separación de la oficina, del trabajo o del jefe. Apenas queda excusa para no trabajar en sábado o domingo si hace falta completar un informe inacabado o el proyecto que debe entregarse el lunes. Con todo, el problema de fondo de la« crisis de la educación » no es instrumental. No se trata sólo de si la Universidad prepara mejor o peor para el futuro laboral de sus estudiantes. El desafío central – para Bauman – reside en que la esencia de la idea de educación, tal como estaba concebida a lo largo de la modernidad, se ha venido abajo. Se han puesto en tela de juicio los elementos constitutivos de la pedagogía tradicional.


La naturaleza cambiante y sujeta a mutaciones imprevisibles de la sociedad actual, descoloca los viejos principios del aprendizaje. Principios que fueron concebidos para un mundo perdurable en el que la experiencia era un activo positivo. Ya en el siglo XXI la memoria es vista como algo inútil, potencialmente incapacitante o, incluso, engañosa (« los viejos no entienden la informática », por ejemplo). El « mundo líquido » que presenta Bauman se caracteriza por su volatilidad, por el cambio instantáneo, el el cual no hay sostén. En un mundo desregularizado e imprevisible los objetivos de la educación ortodoxa tienen un encaje lleno de dificultades. Los hábitos consagrados, las costumbres arraigadas, los marcos cognitivos sólidos o el elogio de valores estables, se convierten en impedimentos. El mercado del conocimiento ya no pide lealtad a largo plazo/vínculos duraderos/compromisos irrompibles. En el mercado abierto y desregulado puede ocurrir cualquier cosa y el éxito puede ser una derivada que nada tenga que ver con el esfuerzo educativo y que quizá no vuelva a repetirse. Grandes estrellas del firmamento mediático como Steve Jobs (creador de Apple), Jack Dorsey (inventor de Twitter), o Damien Hirst, (ídolo del BritArt) han abandonado la escuela y « triunfado » igual…

En la sociedad de la información, el conocimiento se presenta en forma de cascada de informaciones y datos que con frecuencia son fragmentarios/inconexos/demasiados. Cuando la cantidad de información tiende a aumentar y se distribuye a una velocidad cada vez mayor, la creación de secuencias narrativas se vuelve, cada vez más difícil. La « cultura líquida moderna » ya no es una cultura de aprendizaje, es sobre todo, una « cultura del desapego/de la discontinuidad/del olvido ». 


En el camino hacia la postmodernidad, cuando las personas han dejado de creer en las grandes promesas hechas por las ideologías, vivimos una « modernidad líquida », entendida como una « sociedad de consumidores atomizada y sin regulaciones ». Una sociedad en la que, pese a los muchos motivos de preocupación, no cabe caer – para Baumann – en la desesperación. Como en toda conversación el diálogo se va por las ramas y luego vuelve al hilo conductor. De ahí que el turno de palabras entre Bauman y Mazzeo se deslice hacia hechos que por su relevancia marcan el tiempo de la actualidad. Los Indignados, Occupy Wall Street o los movimientos que han florecido espontáneos al calor del descontento social y de Internet estos últimos años son pespuntes que dan color e interés al texto. Y, como con las elecciones, (para quien aún las cree aptas) invita a elegir entre el « no hay más remedio » o el « debemos cambiar »…



Nacido en Poznan (Polonia) en 1925, Zygmunt Bauman tuvo que huir con su familia a la Unión Soviética cuando Polonia fue invadida en 1939 por los nazis. Participó en la Segunda Guerra Mundial como artillero y tomó parte en la batalla de Berlín en 1945. En 1954 comenzó su carrera académica en la Universidad de Varsovia. Purgado y desposeído de su nacionalidad (Aliyá (vuelta a Israel) de Polonia en 1968), abandona Polonia. Tras enseñar en la Universidad de Tel Aviv en 1971, en cuanto pudo, obtuvo una cátedra en Leeds (Inglaterra).

El Facebok de Arruga
8 de septiembre, 2014 15:15:14, arruga <arrugafr@yahoo.fr


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