Por Andrés García Suárez.
En contra de la voluntad del pueblo cubano el 2 de marzo de 1901 el Congreso de Estados Unidos otorgó su aprobación definitiva a la Enmienda Platt, inmediatamente firmada por el presidente del país, William McKinley. El texto -que es obra de Elihu Root, secretario de Guerra, y no del Senador Orville Platt cuy apellido recibió el apéndice convertido en Ley- quedó incorporado a la Constitución de la República de Cuba por imposición del gobierno de Washington, como condición indispensable para otorganos la categoría republicana. Fue un chantaje que sólo así logró el voto de legisladores que realmente eran patriotas y aborrecían la maniobra.
La cláusula siete de la Enmienda, otro cepo sobre el cuello de Caimán expresa: "Para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estads Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los Estados Unidos"
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