La organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anunció que el número de personas que pasan hambre en el mundo pasó de 850 millones a 925 millones este año. ¿Cuál es el motivo? El aumento de precio de los alimentos. Y los más pobres son los más afectados por la crisis.
El precio de los principales granos, como el maíz, el arroz y la soja, se duplicaron desde la cosecha del 2006 hasta hoy. El precio del feijão*, este año, llegó a subir un 168%. El Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeonómicos (Diese) estima que para adquirir la cesta básica se necesita el 52,8% del salario mínimo. Y apunta que los más pobres tuvieron que eliminar alimentos básicos, registrando una bajada de un 6% en la compra de alimentos.
Respecto a este punto, las grandes transnacionales del agronegocio celebran cada mes sus récords de ganancias. Hay unas 30 grandes empresas, con sede en los Estados Unidos y en Europa, que controlan casi toda la producción y comercio agrícola del mundo. Este año, el lucro de la Monsanto fue más del doble respecto del año pasado. Sygenta, Cargill, Bunge, Nestlé y otras tampoco tienen motivos de queja: sus márgenes de ganancias no paran de crecer desde que la crisis empezó a afectar el bolsillo de los consumidores.
¿Y por qué pasa esto? El modelo de explotación agrícola basado en el agronegocio hace que los grandes inversores especulen sobre el precio de los alimentos, transformando nuestro arroz con feijão en una mercancía, en una forma de ganar dinero. Ese modelo comenzó en la década de 1960, con la mentira de la llamada “revolución verde”, que tenía la justificación de aumentar la producción de alimentos, pero en realidad fue una forma de potenciar una industria de insecticidas, abonos, y máquinas para los grandes agriculltores. De ese tiempo hasta aquí, el hambre aumentó, pocas empresas pasaron a dominar el mercado, y la pobreza en el campo y en la ciudad se multiplicaron.
Ahora, para agravar la situación, el gobierno brasileño prioriza la producción de agrocombustibles, destinando tierras agrícolas para la producción de etanol. Y el alza de precios del petróleo se refleja directamente en los costes de la producción, aumentando el precio de los fertilizantes sobre el precio de los alimentos. El mundo produce el alimento suficiente para alimentar 12 mil millones de persones, el doble de la población del planeta.
El gobierno sigue creyendo que el agronegocio es la política correcta. Alegre engaño: el agronegocio genera rebajas comerciales, pero a costa de la degradación ambiental, y no resuelve los problemas de la población brasileña. El gobierno anuncia diariamente nuevos incentivos al agronegocio, libera créditos, perdona deudas. Respecto a la agricultura familiar, responsable de la producción de la mayoría de los alimentos que abastece la mesa de las familias brasileñas “el 70% según datos del propio gobierno” no recibe las debidas inversiones del Estado.
Esta crisis expone la fragilidad del modelo del agronegocio. Él produce, pero no alimenta. Él poluye el medio ambiente, destruye la biodiversidad, contamina el agua, altera el clima. La salida de la crisis es la Soberanía Alimentaria, la capacidad de cada pueblo, país, región y municipio para producir sus alimentos.
Por todo esto, el 16 de octubre, Día Internacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria, los del MST, junto a otras organizaciones del campo y la ciudad, vamos a salir a las calles para defender otro modelo para la agricultura brasileña. Luchamos para que cada pueblo pueda definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias, que pueda defender la biodiversidad, producir alimentos saludables, que respeten la naturaleza y la cultura local.
Y esto sólo se consigue con una Reforma Agraria que distribuya la tierra, garantice la producción, la educación y la implementación de la agroecología como pollítica para el campo. De esta manera tenemos condiciones de producir alimentos más baratos, más saludables, con condiciones dignas para toda la población brasileña.
Coordinación Nacional del MST
*feijão: judía, frijol.
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