La catástrofe causada por el desbordamiento de los ríos en Pakistán se agravó a causa de las acciones de la oligarquía terrateniente del país que, ante la perspectiva de que sus propiedades fueran devastadas por las riadas, forzaron la apertura de brechas en los diques y canales para alejar el agua de sus tierras, aunque esta fuera a parar a poblaciones densamente habitadas.
Ayer, el propio embajador paquistaní ante las Naciones Unidas, Abdullah Hussain Haroon, reiteró estas acusaciones contra los terratenientes en un programa de la BBC, aunque en cierta forma escondió la mano. No dio nombres pero dijo que, si esas prácticas se han producido, “el Gobierno debe investigarlas”.
La gestión gubernamental de la crisis ha recibido críticas sobre todo dentro del país, ya que la comunidad internacional y las agencias humanitarias han sido muy prudentes a la hora de valorar la actuación del Ejecutivo, bajo la premisa también utilizada por el propio primer ministro de que una catástrofe de esta magnitud es difícilmente manejable por parte de cualquier Gobierno del mundo.
La prensa local se ha hecho eco durante el último mes de diversas voces que centraban sus acusaciones en la manipulación de los canales y cauces de los ríos para salvaguardar intereses privados.
El caso que seguramente ha levantado más polémica ha sido el de la confusa manipulación de un canal de desagüe en el norte de la provincia de Sindh que, con el pretexto de proteger una base aérea militar en Jacobabad, causó la inundación de amplias zonas de la empobrecida región de Baluchistán.
Salvar una base militar
El incidente involucró al ministro de Deportes, Ejaz Jakhrani, diputado por Jacobabad y que, según otro político local, el ex primer ministro Zafarullah Khan Jamali, se debió tanto al interés del ministro por librar sus tierras de la inundación como por la presión estadounidense para salvar la base aérea de Shabhaz, de importancia estratégica en la lucha contra grupos talibanes paquistaníes que se hallanen las zonas fronterizas con Afganistán.
Ninguno de los representantes gubernamentales implicados en el episodio pudo explicar claramente de dónde partieron las indicaciones sobre cómo y dónde realizar brechas para dirigir el agua. La base no sufrió daños y, en cambio, amplias zonas de Baluchistán se vieron afectadas y miles de familias tuvieron que huir y abandonar sus casas a la catástrofe.
Mientras, las inundaciones no se detienen y las agencias se muestran cada día más alarmadas por la situación que viven millones de personas que literalmente no tienen nada y a las que ni siquiera se puede proveer de agua o comida.
Viajar por las carreteras del norte de la provincia de Sindh, en Sukkur o Larkana, es ver una sucesión interminable no sólo de campos de desplazados, sino de familias enteras que simplemente acampan en las cunetas en espera de no se sabe muy bien qué, ya que no hay perspectivas inmediatas de que puedan recibir ayuda.
Pau Miranda / Público
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