Tristísima noticia
Las Fuerzas Armadas oficiales de Colombia, con el concurso tecnológico y logístico de las bases militares norteamericanas y la CIA, acaban de asesinar a uno de los dirigentes históricos del comunismo latinoamericano, comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo. Se trata de Jorge Suárez Briceño, más popularmente conocido como «Mono» Jojoy (en Colombia se le dice “mono” a la gente de rostro y piel blanca). El comandante Briceño acompañó al líder histórico de las FARC-EP, Manuel Marulanda Velez, durante varias décadas, siempre a su lado. Así lo muestran infinidad de fotografías y de films.
"En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera", reflexionaba Ernesto Guevara hace muchos años. Como hoy en Bogotá y en Wall Street, cuando asesinaron al Che toda la burguesía también festejó. Los banqueros, financistas y empresarios pensaban, ilusoriamente, que con el cuerpo lastimado y vejado de Guevara se acababa la insurgencia en América Latina. ¡Qué ingenuos, por Dios!
Toda América Latina está regada de sangre insurgente, rebelde, guerrillera y revolucionaria. El escritor Gabriel García Márquez, también colombiano, calculó en 120.000 las personas desaparecidas en este continente, allá lejos y hace tiempo, cuando recibió el Premio Nóbel de Literatura a inicios de la década de 1980. Se quedó corto. La cifra es muchísimo mayor, sólo si sumamos los desaparecidos de Guatemala, El Salvador, Perú, México, Argentina, Chile y Colombia.
En este último país, exclusivamente en este último país, la cantidad de personas desaparecidas es incalculable y asciende a varias decenas de miles. ¡Todos desaparecidos… en “democracia”!
Hace poco tiempo se encontró en Colombia, la patria del comandante Jojoy, una fosa común con más de 2.000 cadáveres… al mejor estilo nazi. Los militares “democráticos” que hoy festejan por la TV cómplice este asesinato ramplón regaron ese hermoso país de cadáveres. ¡Siempre en nombre de “la libertad”, “la democracia” y “el pluralismo”!
El “mono” Jojoy luchaba contra ese régimen. ¿Hizo mal? ¡No! Hizo muy bien. Ojalá miles de jóvenes del pueblo escriban a partir de hoy, en todas las paredes de Bogotá y del mundo “El mono Jojoy vive, la lucha sigue”. Ojalá sigan su ejemplo.
Jorge Briceño, como Marulanda, como Iván Ríos, como Raúl Reyes, no luchaban por dinero. El “mono” Jojoy no peleaba por riquezas. Murió como siempre luchó. Con una mochila al hombro, sus libros y su arma de guerra. Nada más. No tenía mansiones. No tenía carros importados. No tenía barcos. No se rodeaba de trajes caros, zapatos millonarios, relojes de oro que valen más que 10 escuelas juntas.
¡No! El “mono” Jojoy muere como Marulanda, como el Che Guevara, como Salvador Allende, como Camilo Torres. En una austeridad completa. Sin riquezas materiales, pero con una inconmensurable riqueza moral y espiritual. Jojoy no era nadie “especial”. Simplemente… era comunista. Por eso vivía así. Todos los que hoy festejan su muerte no le llegan ni a la punta del talón. Tendrán altísimas y gordas cuentas bancarias, pero carecen de estatura moral.
En uno de sus últimos escritos, el comandante bolivariano “mono” Jojoy le respondía al jefe del Ejército santanderista, general Freddy Padilla de León, cuando éste lo invitaba a rendirse: “Qué poco nos conoce usted señor Padilla de León: con toda sinceridad, sin odios ni resentimientos y con el respeto que todo revolucionario profesa por sus adversarios, le respondo: No, muchas gracias, general. En las FARC no tenemos alma de traidores, sino de patriotas y de revolucionarios […] Una paz entendida como rendición o entrega es una fantasía de la oligarquía y solo sería un crimen de lesa traición al pueblo y a sus históricos anhelos por alcanzar, al fin, la justicia social para todos.” (Carta del comandante “Mono” Jojoy al general Padilla, enero de 2010, en http://www.farcejercitodelpueblo.org/site/node/27
Con este asesinato la burguesía colombiana que estrena presidente pretende tapar los datos de la guerra civil. En los últimos tiempos el aparato de estado represivo (Colombia es uno de los cuatro países a nivel mundial que recibe más dinero de Estados Unidos para la policía y el ejército, junto con Egipto, Israel y Arabia Saudita) había sufrido enormes bajas a manos de la insurgencia. Cifras que las grandes agencias de noticias —algo aprendieron de Vietnam…— ocultan sistemáticamente. Que no se sepa. Que no circule. Que nadie se entere.
Del asesinato de Jorge Briceño hablarán durante meses. De las bajas militares ni una sola palabra. Eso se llama, aquí y en la Luna, inteligencia militar. Hoy en día la información es parte de la inteligencia militar. El consenso, como enseña Noam Chomsky, es parte de una facturación industrial. (Fue precisamente Chomsky quien en su libro Estados canallas caracterizó al estado colombiano como “terrorista”, calificación que se negó a atribuir a las FARC).
El imperialismo aprendió muy bien la lección de Vietnam, cuando llegaban los ataúdes a suelo norteamericano se produjeron las protestas más radicales del movimiento juvenil, en el rock, en el hippismo, en los desertores de guerra. Cada vez que las FARC-EP o el ELN golpean a los militares de Colombia, a los policías, a los narcos-paramilitares o a los norteamericanos que hoy pululan por la patria de Simón Bolívar… ni una fotografía, ni una línea periodística, ni un programa de televisión. ¡Silencio absoluto! ¿Anunciaron acaso por la TV que las FARC-EP y el ELN acaban de suscribir acuerdos de unidad, dejando atrás viejas discrepancias? Para escuchar también la otra campana, bien valdría la pena visitar de vez en cuando sitios “prohibidos” como:
- http://www.farcejercitodelpueblo.org/
- http://www.bolivarsomostodos.org/
Un balance necesario: democracia contrainsurgente
El asesinato hoy es noticia. Mañana será reemplazado por los amoríos de alguna bella modelo, un campeonato deportivo o la última moda de París. Lo efímero amenaza con digerirnos el cerebro.
Convendría entonces detenerse un minuto y reflexionar. ¿Qué enseña este nuevo asesinato del líder guerrillero?
En primer lugar, que la llamada “democracia” colombiana es una puesta en escena, un simulacro que encubre una guerra cruel, salvaje, despiadada. Un genocidio sistemático realizado y perpetrado no por dos bandos equivalentes y supuestamente simétricos sino por el terrorismo de estado. Ese es el gran enemigo en Colombia (y también para los países vecinos). Bajo formas supuestamente parlamentarias y republicanas, en Colombia se sigue asesinando a troche y moche, como en los peores tiempos de Trujillo, Pinochet, Somoza, Videla o Batista. ¿Puede haber una democracia real cuando los cadáveres de los asesinatos militares inundan campos y ciudades? ¿De qué democracia hablamos si las fosas comunes del ejército colombiano (con miles de cadáveres torturados, sin nombre ni rostro) amenazan con empalideces los crímenes más oprobiosos de los nazis?
En segundo lugar, en Colombia hoy hay una democracia contrainsurgente. Se está aplicando al pie de la letra la doctrina norteamericana pergeñada desde los tiempos de Reagan, Clinton, Bush y su sucesor Obama. Actualmente el presidente estadounidense sonríe más que Reagan (¿hará propaganda de pasta dentífrica?) pero sigue regando el continente de bases militares. En Colombia hay siete bases militares nuevas, instaladas bajo la presidencia del “pluralista” Obama. No están puestas allí contra el narcotráfico sino contra la insurgencia y la rebeldía popular para garantizar la expoliación de nuestros recursos naturales. El asesinato de Raúl Reyes antes, y el del “mono” Jojoy ahora, son una muestra clara y demoledora. ¿Seguiremos comprando un discurso tramposo, cínico, facturado en la Casa Blanca con los mejores asesores de publicidad y marketing?
En tercer lugar, no sólo habría que hacer un vacío diplomático en torno al gobierno fraudulento de Honduras. Lo mismo hay que hacer con Colombia, estado terrorista y asesino, que combina con lucidez, viveza y picardía de jugador de naipes el discurso del “diálogo” con los bombardeos contrainsurgentes.
¿Y Fidel?
En medio de todo esto, Fidel. Nos duele el corazón. Sus opiniones actuales nos lastiman, nos ofenden, nos provocan una tristeza enorme.
Los sentimientos están en carne viva. Pero la política y la historia no se hacen solamente de sentimientos. Hay que usar (al menos de vez en cuando) la cabeza.
Respetamos y defendemos a capa y espada la revolución cubana. La queremos. La amamos. Siempre la hemos amado. Ha sido nuestro faro y nuestra guía durante décadas. Por eso nos duele tanto Fidel.
¿Por qué escribió ese libro LAMENTABLE? ¿A quien beneficia Fidel cuando en La paz en Colombia (La Habana, Editora Politica, 2008) enfoca sus cañones discursivos, su pluma y su prestigio histórico —ganado con justicia en el pasado— contra las FARC-EP?
Comprendemos que hoy Cuba, aislada, sin la URSS en la espalda y frente a un gigante rubio y salvaje a tan sólo 90 millas, no tenga fuerza para continuar promoviendo como antaño la guerrilla. Pero... ¿Por qué se opone a la insurgencia? ¿Por qué pretende intervenir políticamente en otros países en contra de la política insurgente? Una cosa es que no tenga fuerzas para apoyar (lo cual es más que comprensible) y otra muy distinta es que se ponga en contra. ¿Quizás para hacer un guiño y que le levanten el bloqueo? ¿Tal vez para dar “una buena señal” y recolectar buenas inversiones en la isla?
Todo el mundo conoce, es un secreto a voces, que Fidel impulsó la insurgencia en todo el continente latinoamericano (también en el África). Pero todo el mundo también sabe que las FARC-EP nunca fueron la correa de transmisión de la política estatal cubana en Colombia. Las FARC-EP, organización bolivariana y comunista, marxista leninista y guevarista, fueron y son autónomas, tanto de Cuba como de la ex Unión Soviética y de China. Cayó la URSS, China pasó al capitalismo y Cuba hoy en día predica contra la insurgencia (al menos en sus discursos oficiales) y sin embargo las FARC-EP siguen luchando. Lo cual prueba que han tenido y tienen una posición autónoma. ¿Le molesta acaso eso a Fidel?
El máximo líder de la revolución cubana y uno de los dirigentes históricos más queridos y respetados de la revolución latinoamericana les aconsejó a los sandinistas “que no hagan nuevas Cubas…”, a los salvadoreños y a los guatemaltecos “que firmen la paz…” y así de seguido. Recordemos la simpatía de Fidel por el grupo Contadora que desarmó a la insurgencia en Centroamérica... En los últimos años (antes de enfermarse) Fidel viajó por distintos países de América Latina predicando “la paz” (así, en general, sin nombre ni apellido), haciendo un llamado a la juventud a no enrolarse en la insurgencia.
“Ahora es el turno de la batalla de las ideas”, dijo, dice y escribe, como si la batalla de las ideas y la lucha por la hegemonía cultural pudieran escindirse de la lucha revolucionaria. Fidel parece haber leído a Antonio Gramsci con un solo ojo. Incluso parece que hizo suyos todos los argumentos —¡exactamente los mismos!— que antes los soviéticos le decían a él, cuando le recomendaban que deje de luchar y priorice “la coexistencia pacífica”. Luego de décadas de polemizar con las posiciones soviéticas, ¿ahora Fidel hace suyo el discurso vetusto, roído, apolillado del ex Partido Comunista de la Unión Soviética que dejó abandonadas a tantas insurgencias y rebeldías populares en los ’60, 70 y ‘80?
Y en el caso específico de Colombia, Fidel no sólo lanza a la opinión pública un libro lamentable —que parece no haber sido escrito por él, si lo comparamos con sus páginas brillantes que siempre nos enseñó—, plagado de errores históricos y fallos increíbles. Además el estado cubano promueve en cada uno de los países de América latina, a través de movimientos amigos de Cuba, intelectuales y todas las vías que siempre ha tenido para difundir sus opiniones de estado, la política de… “la paz en Colombia”.
Esto es… el abandono de las armas por parte de la insurgencia. Paz = renuncia de la insurgencia. No es una paz que signifique la modificación radical de la sociedad colombiana (lo cual sería muy loable y las FARC-EP estarían completamente de acuerdo), sino… el fin de la lucha armada. Digámoslo claro. Fidel ha sido muy transparente. Lo ha dicho públicamente en actos políticos, por la televisión, en sus “reflexiones”.
Santos y Uribe están felices de escuchar eso. A nosotros nos duele en el alma. Pero esa posición que privilegia la razón de estado por sobre la lucha continental ya no es la nuestra. Ya no nos representa. Nos deja huérfanos. Lo decimos con todo el dolor del mundo. Y sin dejar de defender un segundo la hermosa revolución cubana a la que seguimos acompañando en su lucha contra el bloqueo yanqui y en la defensa de los cinco prisioneros (no son los únicos presos en EEUU, Fidel, también hay guerrilleros de las FARC-EP, ¿no sabía?). Revolución cubana que seguimos apoyando incondicionalmente en la construcción justa e irrenunciable de la transición al socialismo en tierras nuestro-americanas.
¿De aquí en más, qué hacer?
El desafío es inmenso. Pero a Simón Bolívar y a José Martí no les fue menos difícil. Construir en cada país de nuestra América y también de Europa redes de apoyo político y propagandístico a la insurgencia. De la misma manera que ayer apoyamos a los sandinistas, a los salvadoreños, a los zapatistas, hoy debemos redoblar la solidaridad con la insurgencia colombiana. No hay paz con asesinatos. No hay paz con el pueblo desarmado y rodeado de bases yanquis. Esa paz no la queremos. La única paz real vendrá con el triunfo popular ante tanto torturador, ante tanto gringo invasor, ante tanto militar narcotraficante.
¡Compañero Jorge Briceño, comandante “Mono” Jojoy!
¡Hasta la victoria siempre!
¡A no bajar los brazos!
¡Con Bolívar a la carga!
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