En descarnado y soberbio informe publicado este sábado por el diario El Observador se hace una radiografía exacta de la situación de más de 800 mil trabajadores que viven al filo de la pobreza, pese a la tan mentada bonanza económica.
En momentos en que el mundo zozobra, cualquier vaivén los hundirá a todos ellos.
Sin desmerecer un ápice el notable trabajo de los colegas, al informe parece faltarle una pata: los jubilados y pensionistas.
Se calcula que son más de medio millón que perciben mucho menos de los 10 mil pesos a los que hace referencia el matutino.
En rigor, prácticamente la mitad de la población de Uruguay "vive al día" como puede y corre el riesgo, en cualquier momento, de caer al precipicio, pese al optimismo del equipo económico del gobierno y sus famosos "blindajes"" anunciados para llevar "tranquilidad" a la ciudadanía.
Compartamos, entonces, el revelador informe:
"Cobrar $ 10 mil y llegar a fin de mes es una prueba de supervivencia que realiza la mitad de la población económicamente activa del país: más de 800 mil trabajadores.
Esta es una de las caras del crecimiento económico
Mientras que la economía uruguaya creció 8,5% durante 2010 –a tasas chinas, dicen algunos–, lo que permitió la creación de 13 mil puestos de trabajo y la salida de la pobreza de 75 mil personas, los hoy llamados "diezmilpesistas" (cajeras, guardias de seguridad, empleadas domésticas, peones rurales, entre muchos oficios) sobreviven muy cerca de la línea de pobreza, sin protección social y con una débil inserción en el mercado de trabajo. No son pobres mientras dure el tiempo de bonanza, pero una virazón los puede regresar al principio. “Frente a un shock económico, estas personas con poca acumulación de capital humano, probablemente, caen en situación de pobreza”, dijo Verónica Amarante, investigadora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República.
El grupo de los diezmilpesistas está conformado por 813 mil trabajadores, según cálculos proporcionados a El Observador por el economista Hugo Bai, integrante del Instituto Cuesta Duarte. Son aquellos que cobran $ 10 mil líquidos o menos por mes de acuerdo al salario valor hora. “Es gente que está muy cerca de la frontera. Ante un cambio de las condiciones es, hoy por hoy, la población más vulnerable”, señaló Bai. Esa frontera no es más que la línea de pobreza establecida por el INE en $ 7.123,84 para Montevideo y $ 4.818,94 para el resto del país urbano. Estadísticamente no son pobres, pero apenas les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.
"Vulnerables a la pobreza" es el término que maneja el director de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo (Mides), Andrés Scagliola, para identificar a quienes están en el segundo o tercer decil de ingreso –el 86% de los diezmilpesistas se concentra en esos sectores bajos– y que hacia 2003 formaban parte de los casi 30% de hogares pobres que levantaron cabeza al mismo tiempo que lo hizo el empleo y el salario mínimo nacional ($ 6.000 en el presente). Sin embargo, pueden haber salido de la pobreza por una puerta giratoria que amenaza conducirlos al mismo lado. “No tienen la vida resuelta por haber pasado la línea de pobreza”, asentó.
El universo de los diezmilpesistas comprende distintas realidades:
desde el estudiante universitario en su primera experiencia laboral que cobra $ 7.300 por seis horas en un call center, hasta una jefa de hogar que cobra $ 7.500 por ser cajera en un supermercado con solo un día libre y sin feriados. Viven riesgos diferentes. El primero, en general, busca una entrada suplementaria mientras prosigue su formación. Está inserto en un contexto familiar que puede servirle de sostén económico. Y, tal vez, ser diez mil pesista no sea más que una situación pasajera. La segunda depende de su ingreso para sobrevivir y, aunque quisiera aspirar a un trabajo mejor remunerado, su nivel educativo no es suficiente.
Los trabajadores no calificados se subieron más tarde al tren de la recuperación salarial (10,38% en términos interanuales a febrero de 2011). Primero se benefició el personal de alta capacitación, en especial el correspondiente a las áreas industriales y tecnológicas. El otro segmento lo hizo hace dos años. No obstante, su vulnerabilidad, dada principalmente por su nivel educativo, le cambia el sentido a un proverbio bíblico. Ante una eventual inflexión en la economía, estos trabajadores, los últimos en mejorar sus ingresos, serían los primeros en recibir una mala noticia en la fábrica. Neker de la Llana, gerente de servicios profesionales de Manpower Professional, aseguró que “tienen más posibilidades de perder su empleo o de sufrir deterioros en sus condiciones laborales”.
Otro dato que relativiza la bonanza.
Al 75% de los trabajadores no le correspondió pagar el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en 2010, según datos de la última campaña de declaración jurada (año 2009). De acuerdo a sus ingresos, el 66% de aquellos no lo pagó por estar por debajo del mínimo no imponible que, en 2009, era de $ 13.608. El ingreso promedio mensual registrado para este segmento era de $ 5.363. A este porcentaje se le sumó el 65,5% de los trabajadores con ingresos inferiores a $ 20.412 (con un ingreso promedio de $ 16.598) pero que realizaban deducciones. Actualmente, el mínimo no imponible es de $ 15.582. Desde el área de Asesoría Económica de la Dirección General de Impositiva se informó que, si bien han aumentado los salarios, no se espera una variación significativa en la cantidad de trabajadores que no aporta por IRPF para la campaña 2010 (en curso) por tratarse de un “rasgo estructural”.
Los diezmilpesistas y los pobres, separados por una línea estadísticamente arbitraria, comparten varias características: prima la jefatura femenina, son hogares más numerosos que la media, su inserción en el mercado laboral es precaria, mal remunerada, o inestable, y no completaron la educación media. De acuerdo a los datos del Instituto Cuesta Duarte, casi la mitad de los diezmilpesistas son mujeres y casi cuatro de cada cinco son menores de 25 años.
Un poco más de la mitad de los diezmilpesistas uruguayos trabaja en las áreas del comercio, restaurantes y hoteles y servicios. Sigue la industria manufacturera, el sector rural y la construcción.
Respecto a la seguridad social, alrededor del 75% es informal
“Por eso sigue siendo uno de los grandes problemas que hay en el mercado de trabajo porque hace a la calidad del empleo”, manifestó Bai.
Los trabajadores más vulnerables tienen más dificultad para combatir la inflación si son informales, puesto que sus salarios no se ajustan por Índice de Precios al Consumo (IPC). A la vez, no cuentan con cobertura de salud y, como no les corresponde seguro de paro, una crisis los agarra con una mano adelante y otra atrás.
Formales o informales, para Amarante la inflación es peligrosa, debido a que los trabajadores de menores ingresos destinan una mayor parte de su ingreso, en términos proporcionales, al consumo, sobre todo de alimentos. “A veces todo su ingreso”, puntualizó. Por lo tanto, “ante cualquier variación en el ciclo económico, que como sabemos es común en las economías como la nuestra, puede hacerlos caer en situación de pobreza o incluso indigencia”, comentó. Para los diezmilpesistas formales, Bai sostuvo que se debe continuar aumentando los mínimos de cada categoría como se hizo en la última ronda de Consejos de Salarios.
Por ejemplo, el salario base del sector de los supermercados, ejemplo de los salarios más sumergidos, pasó de $ 5.200 a $ 8.800 más un presentismo de
$ 800. Con este ajuste, Favio Riverón, representante de la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y Servicios (Fuecys), dijo que el 30% del personal de supermercados quedó por debajo de los $ 10 mil mensuales, 5.340 trabajadores. “Es lo que cobra una cajera o un reponedor; los oficios cobran más porque, si no, no se consigue gente”, explicó. Riverón agregó que la categoría de diezmilpesistas comprende a casi todo el personal de minimercados, telemarketers y peluquerías, para los que el salario promedio es de $ 7.500.
Por categorías ocupacionales, 533.500 diezmilpesistas son asalariados privados y otros 218 mil son cuentapropistas. Este trastorno económico es mínimo entre los asalariados públicos: solo 42 mil trabajadores, entre los que se incluye a los soldados.
El bajo nivel educativo figura en el currículo de los diezmilpesistas.
La investigación del Instituto Cuesta Duarte a la que tuvo acceso El Observador muestra que 654 mil diezmilpesistas, es decir, 8 de cada 10, no completaron los estudios secundarios. La presencia de universitarios en el conjunto es ínfima: 8%. Por tal motivo, Scagliola afirmó que la universalización de la educación media es una garantía para “blindar” a este grupo frente a los avatares económicos. Y, según Federico Muttoni, gerente de Advice, frente a los inevitables cambios del mercado laboral. “Para el año 2020 las reglas del contrato entre empleador y empleado deberán ser reescritas. Debemos preparar a aquellos que están en situación de fragilidad laboral”, declaró.
La prevención estaría dada por énfasis en idiomas, manejo de tecnología, contenidos técnicos “según las necesidades estructurales del país”, matemática, contenidos vinculados a la ecología y el desarrollo sustentable y “disposición” al servicio. “El Estado debería invertir de manera enfocada sus recursos, privilegiando este tipo de educación”, añadió Muttoni. Pero muy pocos tienen acceso a capacitación.
Según Neker de la Llana, de Manpower, el mercado da señas de presión sobre los segmentos de calificación baja debido a la escasez de trabajadores disponibles con un desempleo en mínimos históricos, al tiempo que, para mantener el crecimiento económico, se orienta a la absorción de personal calificado."
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