Presidente ayer en Arica |
Elpresidencialismo chileno necesita del apoyo de partidos políticos para poder gobernar, no así de mayorías parlamentarias, pues basta con un tercio de los congresistas para imponer su criterio. A pesar del omnímodo poder del presidente, el jefe de Estado debe tomar en consideración el sentimiento de la opinión pública que, modernamente se expresa, además de las elecciones, en la encuestas de opinión.
A partir del comienzo del siglo XXI, hay un creciente rechazo de la ciudadanía, respecto los partidos políticos y sus dirigentes, de las instituciones pluripersonales – Congreso – y de los alcaldes y concejales – para sólo nombrar algunas-. En las dos últimas elecciones presidenciales, esta tendencia de rechazo a la casta política se expresó en la candidatura de Michelle Bachelet quien, aunque militante del Partido Socialista, no era la predilecta de las cúpulas
Michelle Bachelet, en un comienzo, intentó gobernar sobre los partidos, pero bastó la crisis de los “pingüinos” para que viera obligada a cambiar su gabinete, anteriormente paritario y con fuerte composición de nuevas caras, por uno de avezados y viejos políticos – Edmundo Pérez Yoma, José Antonio Viera-Gallo, entre otros -; terminada la paridad, volvieron los cuatro jefes de partido de la Concertación, más los tecnócratas de Expansiva, a apoderarse del gobierno.
Sebastián Piñera trató de repetir la hazaña de Michelle Bachelet, esta vez con gerentes, empresarios y tecnócratas y un ministro del Interior que es su verdadero alter ego: el presidente había logrado la parusía; incluso, llegó al cénit de apoyo popular cuando, audazmente, liberó a los 33 mineros de Atacama. El héroe nacional era el ex gerente de Cenco sud, Laurence Golborne, es decir, el arquetipo ideal era un hábil gerente, surgido de los Liceos públicos.
Para los políticos, el alejamiento del poder es equivalente a la muerte: Carlos Larraín, en su lenguaje de dueño de fundo, peroraba a los cuatro vientos contra el gobierno de los tecnócratas; Pablo Longueira el fin apocalíptico de la centro-derecha; los “arzobispos” del fascismo católico de la UDI le dieron un verdadero cuadrillazo al presidente de la república, en las Termas de Cauquenes. No era necesario ser un cientista político para anunciar que, en el próximo cambio de gabinete, la UDI se apropiaría de los principales ministerios, profecía auto cumplida, hoy.
En la lucha entre el monarca y la “fronda” de la UDI, Sebastián Piñera solamente logró salvar a su entrañable y servicial amigo, Rodrigo Hinzpeter, quien había recibido más flechas que San Sebastián, lanzadas por sus enemigos de la UDI que, en su ambición, querían entregarle el cargo de premier a Pablo Longueira.
La “santísima trinidad”, compuesta por el padre Andrés Chadwick – el “primísimo”, el espíritu santo, Pablo Longueira, y Jesucristo, Joaquín Lavín, representan ahora, más que nunca, un poder muy superior a la “patrulla juvenil” – hoy en extinción: Piñera, Allamand y Evelyn Matthei, que se pasó a la UDI-.
Estos cambios de gabinete, que son el respiro cuando el presidencialismo está en decadencia , en la actualidad tiene muy poca importancia, pues gran parte de la sociedad civil está provocando una crisis de representación, gobernabilidad y legitimidad, que hace que estos juegos entre políticos, que estos equilibrios, cuyo verdadero nombre es cuoteo, esté limitado a la esfera de una casta que se divierte construyendo gabinetes, mientras la sociedad civil se rebela contra un Chile segmentado, donde el abuso, tanto en la esfera económica, como política, hace parte de la cotidianidad; un país donde muy pocos gozan del crecimiento y, la gran mayoría, recibe migajas.
El nuevo gabinete devela el poco respeto que profesa el gobierno a la expresión d ella soberanía popular: hasta ahora van cuatro senadores que integran el ministerio de Sebastián Piñera, lo que constituye un atropello a sus electores, como si el sufragio emitido no contara para nada; una directiva política se encargará de nombrar senadores reemplazantes, cuya legitimidad, al menos, es discutible, pues parlamentarios nombrados a dedo.
El nombramiento del primo del presidente de la república se parece al nepotismo y también pone en cuestión la legitimidad de las instituciones; como Chile no es una república, en el verdadero sentido de la palabra, son perfectamente posibles anomalías como la que denuncio.
En resumen, los cambios de gabinete tienen sentido para la casta política en el poder, pero son intrascendentes para la sociedad civil que quiere cambios fundamentales en este funesto modelo transaccional.
Rafael Luis Gumucio Rivas
Fuente: Clarin.cl
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