jueves, 29 de septiembre de 2011

"No he visto una guerra más sucia que la que padecemos"

Sin tregua. Rebeldes libios lanzan misiles hacia Sirte durante el día. Por la noche, la que ataca es la Otan (AP).

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La muerte de civiles bajo los bombardeos nocturnos lanzados por la OTAN provoca la huida deseperada de cientos de familia de Sirte, ciudad nata del gobernate prófugo
Mirusata (Libia).- Sirte, la ciudad natal de Muamar Kadhafi, tiene fama de ser un nido de partidarios del prófugo gobernante libio, de gente que durante los 42 años del régimen anterior vio cómo un pequeño municipio costero se convertía en una ciudad próspera de 100 mil habitantes, gobernada por la tribu de los kadhafas.Ahora, ante el asedio de los rebeldes y los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), cientos de familias huyen de Sirte escoltadas por los propios rebeldes. El panorama que dicen haber dejado atrás da miedo.
“Prácticamente todos los edificios grandes han sido destruidos”, afirmaba un refugiado.
Infierno en la noche. “No he visto guerra más sucia que esta”, se quejaba el libio de origen palestino Sami Alderramán. “Los rebeldes combaten desde las 11 de la mañana a las siete de la tarde. Pero lo peor son los bombardeos de la Otan, que suelen ocurrir por la noche a partir de las 11. Y disparan contra cualquier edificio. Hace dos días no pararon de tirar bombas durante seis horas. He visto morir niños, mujeres, hombres... como si fueran animales. Yo tomé a mi familia y la metí en un sótano, y en cuanto pudimos hemos salido de allí. No hay luz, apenas hay alimentos... En los últimos seis meses puede que hayan muerto en Sirte unas tres mil personas”, aseguró.
“Hay sólo un hospital, pero apenas tiene medicamentos”, se quejaba otro padre de familia. “Los que se han quedado están dispuestos a morir y lucharán hasta la muerte”, comentaba otro refugiado.
Preferían a Kadhafi. Algunos de los que huían no tenían reparos en decir a los periodistas que ellos creían en Kadhafi; que tal vez Kadhafi debiera haber hecho algunas reformas, pero que lo preferían a él antes que a los que gobiernan el país ahora. Ninguno de los consultados dijo haber visto allí al propio Muamar Kadhafi ni a ninguno de sus hijos.
Abdul Rahin, de 29 años, hijo de Sami Alderramán, preguntaba inquieto cómo estaba el ambiente por Trípoli. “Tenemos allí amigos y parientes. Pero el problema es que no soy solo yo. Conmigo vienen mi esposa y dos hijas. Y con nosotros, tres familias, las de mis padres y hermanos. En total somos 18 personas. ¿Dónde metes a 18 personas?”.
Todo su afán era llegar antes de la noche a Trípoli y evitar los controles nocturnos. “Menos mal que he sacado a mis niños de ahí. No sé cuánto tiempo van a tardar en olvidar lo que han visto y han oído, pero por lo menos ya salieron”.
La caravana de refugiados era custodiada en todo momento por los rebeldes, que les facilitaban alimentos y agua. “Ahora fingen tratarnos bien, pero cuando acabe todo esto, a los de Sirte nos pasarán factura”, se quejaba otro residente de la ciudad natal de Kadhafi.
Los refugiados llevaban todo lo que habían podido apilar en sus autos: colchones, documentos, ropa... Habían pasado la noche en unos departamentos sin luz eléctrica a dos horas de Sirte, cerca del municipio de Tahuerga, y ahora viajaban vigilados y protegidos al mismo tiempo.
Bombas en mochilas. Protegidos ante cualquiera que pretendiese tomar venganza por su cuenta. Y vigilados porque los milicianos rebeldes no terminan de fiarse de ellos. “Hemos descubierto bombas en las mochilas que llevaban niños y mujeres”, decía Alí Said Alí, un miliciano rebelde de 29 años que custodiaba el tránsito de los refugiados de Sirte.
Algunos habitantes de Tahuerga, un municipio situado a media hora de Misurata, ni siquiera pudieron tomar sus enseres, como hacen los de Sirte. Algunos huyeron y otros aún andan perseguidos.
“A quienes son negros y de Tahuerga, directamente los matan”, decía el martes un ex residente de Sirte.
Algunos rebeldes de la zona aseguran que los de Tahuerga participaron en el asedio de las tropas kadhafistas a Misurata llevada a cabo durante los pasados meses de abril y mayo. Y que violaron a muchas mujeres. “Lo peor fue que lo grabaron en sus teléfonos”, explicaba Alí Said Alí. “No han sido muchos los que cometieron esos crímenes, pero como quedaron grabados, todo se agranda. Se los veía riéndose y bailando en los videos”.
Que existan o no esos videos ya casi es lo de menos. Si es mentira o verdad que se han descubierto bombas en las mochilas de los niños, tampoco parece decisivo. Lo peor es que el odio ya se ha disparado y cualquier rumor sirve para justificarlo.
Fuente: La Voz ar

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