jueves, 10 de noviembre de 2011

Tradición nacional: La receta de la abuela que tantas veces despreciamos hoy parece ser la salida de la crisis para el resto del mundo

 Este de noviembre, día de la tradición, viene con yapa, y no es para menos. Al conmemorar un nuevo aniversario del natalicio de José Hernández, mucho podemos decir sobre su genial poema “Martín Fierro” y cómo éste denuncia la avanzada liberal-colonialista (parece una contradicción pero no lo es) de un sector importante de la política argentina, que detentó el poder del Estado, durante mucho más tiempo que los caudillos populares, para destruir al gaucho y al indio, para “civilizar” la Nación; si por ello se entiende aniquilar todo lo autóctono para crear por estas pampas una empobrecida sucursal de Europa. Por estos días, cuando la fecha nos remite a recordar las costumbres de nuestro pueblo, bien nos valdría proyectar esa práctica al terreno de la política y recordar también como parte de nuestra tradición, a los pensadores argentinos, que escribieron, pensaron y gobernaron en pos de este pedazo de tierra, y que con admirable brillantes, se adelantaron a los hechos que hoy vemos en el mundo como resultado de haber ignorado nuestras propia receta durante tanto tiempo. En la última cumbre del G20, Cristina Fernández dio cátedra de gobierno a un grupo integrado nada menos que por los 10 países más desarrollados del mundo (que hoy atraviesan una seria crisis financiera) y a los diez emergentes más importantes entre los que se encuentra Argentina; la receta esta vez no había sido preparada en las dependencias del FMI, como era habitual una década atrás, sino en la cocina propia del cono sur y lo que es más, tomando como columna vertebral, la receta de la abuela, que otros pensadores argentinos (la mayoría del campo popular) habían ofrecido décadas atrás, siendo en esa oportunidad despreciados, ante la avidez que inspiraban las recetas del imperio, que -ahora lo sabemos- nunca sirvieron a nadie más que a su propio chef.
Por Rodrigo Peña
Durante años, nos hicieron -y nos siguen queriendo hacer- creer, que la tradición es el mate, las alpargatas, el truco y el pericón. En buena parte los son, pero claro está que reducir 200 años de historia a un grupo de objetos, cuentos y danzas, es cuanto menos simplificar la cosa.

Sobre el terreno político, hay mucho de qué hablar si a tradición nos referimos; y lo primero es determinar si todas las políticas de antipatria, falsificación de la historia, y militancia del colonialismo, que ejecutaron muchos de los hombres que hoy vemos en los billetes del peso argentino, en los cuadros de la escuela y en los nombres de las calles, no son –por su incidencia, su permanencia en el tiempo y sus consecuencias- parte de esa tradición.
Es un dilema…
Si lo reconocemos como tradición, pues tendremos que decir que la tradición política argentina ha sido en su mayor parte entreguista; es decir, es tradición nacional, entregar nuestra patria al vil precio de la necesidad, el placer o la pura incomprensión de lo nacional y lo popular.
No sería descabellado hacer esta lectura puesto que los sectores que han gobernado el país por mayor espacio de tiempo, han sido precisamente los que se ocuparon de matar todo aquello que oliera a nuestro; El asesinato de Mariano Moreno un año después de la revolución de mayo, el abandono de Buenos Aires a Manuel Belgrano como general de ejército del Norte, la guerra de la triple alianza, la aniquilación del indio, el destierro del gaucho, represión a los caudillos populares, a los gauchos federales, y a la versión moderna de estos; los trabajadores y desocupados, la década infame, el estatuto del coloniaje, el fin del irigoyenismo a manos del poder militar por la oligarquía, el repudio al 17 de octubre, la proscripción del peronismo como principal movimiento popular, los bombardeos a plaza de mayo, la represión, la persecución, el terrorismo de Estado; la venta de empresas estatales, privatizaciones, estatización de la deuda externa privada; en fin, el neoliberalismo. Mientras sigue la persecución, la colonización cultural, la repetición de la historia falsificada de Mitre y la defensa acérrima que de ésta hiciera el Estado y su propio diario, el de sus herederos, uno de los más poderosos de la prensa nacional. Y ahora es “con otras armas” la crítica de las políticas sociales, la operatoria cambiaria a manos de grande evasores fiscales, la acérrima oposición al proceso de reindustrialización, la bajada de línea neoliberal con la que se intenta ponderar negativamente el desempeño del gobierno, la maliciosa comparación de Mariano Grondona comparando a agrupaciones kirchneristas con la juventud hitleriana. La criminalización del pobre, el discurso de la mano dura, Etc.

En fin, en su mayor parte, la historia argentina es la historia de la traición a la patria, es decir, si de permanencia en el tiempo se tratara, la tradición política por excelencia sería la entrega sistemática, la subordinación del poder real y los recursos nacionales a una potencia extranjera, a una receta confeccionada en la cocina del viejo mundo, y el repudio confeso de lo popular, eso que Sarmiento llamaría “la barbarie”, y que hoy quienes lo encarnan no titubean en llamar “la negrada”.

Pero afortunadamente no se trata de qué políticas se aplicaron por más tiempo, sino de cuales encarnan la verdadera identidad, el origen de la Nación, y esta identidad, al igual que en la guerra de la independencia, ha estado siempre del lado de las masas, la “barbarie” como dijera Sarmiento. Las mayorías que espontáneamente salieron a apoyar un proyecto, que primero fue la Independencia, luego sería el Federalismo. El 17 de octubre de 1945, sería sin duda la conciliación de las masas excluidas con la historia que las antecediera, con los gauchos de poncho colorado que habían dejado a medias su lucha en la derrota de Pavón, aquella que Urquiza le regaló a Mitre y tras la que fueron perseguidos, o tal vez antes, en Caseros, cuando Rosas pierde el poder a manos de un ejército que si bien era conducido por Urquiza, y en sus filas marchaban jinetes con rojos gorros, no es un dato menor que en él peleaban también Mitre y Sarmiento.

Es esta mala maña de entregar la patria y sus riquezas, que a lo largo de 200 de historia encarnó una minoría que gobernó durante tanto tiempo el país, la que sistemáticamente ha tratado de borrar eso que hoy llamamos tradición, y no solo el as
http://diariojunio.blogspot.com/2011/11/noticia_10.html






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