De la mano de la izquierda partidaria en el gobierno, vuelven los manidos axiomas de la educación neoliberal, expresión simbólica y a la vez máquina reproductora de una conversión ideológica más bien penosa de aquel sector político que así reafirma su tránsito desde el socialismo a la socialdemocracia y de allí al absurdo posible, razonable y sensato de la tercera vía (neoliberalismo + políticas sociales focalizadas en los sectores marginales).
Parecían olvidados o ya impronunciables, porque en la década de los 1990s su intento de implementación sólo coadyuvó a la produndización de la crisis educativa tanto por el mayor autoritarismo administrativo como por el empobrecimiento de los contenidos enseñados a las clases trabajadoras y marginadas, pero a fuerza de invitaciones a programas periodísticos, seminarios y encuentros partidarios, las "nuevas" banderas del neoliberalismo empiezan otra vez a normalizarse y convertirse en sentido común a la hora de pensar la educación pública: descentralización de responsabilidades de los centros educativos, responsabilización docente por los productos educativos, flexibilización curricular, adaptación de la "oferta educativa" a la demanda empresarial de fuerza de trabajo, evaluación externa de los aprendizajes, sujeción del salario docente a dicha evaluación, infantilización de los primeros años de la educación secundaria, devaluación político-pedagógica de la cultura general en aras del desarrollo de competencias cognitivas centradas en lo técnico-operativo. ¿Acaso estaban superadas en el discurso? Sí, pero sólo parcialmente.
Durante el primer gobierno de izquierda en Uruguay, se registra un aumento de peso relativo de las fuerzas (fundamentalmente de origen marxista) que desde el poder sindical pugnaban por una superación del neoliberalismo en la educación pública. sus esfuerzos cuajaron en un programa de educación primaria pletórico de alusiones habermasianas y sobre todo en la restitución del concepto de hombre/mujer y ciudadano como horizonte burgués de emancipación individual y colectiva. Pero esta reacción modernista, vareliano-durkheimiana y superficialmente marxista no tenía posibilidades de prosperar, al menos por los siguientes factores:
1) No logró desligarse estratégicamente de la reivindicación salarial docente; 2) Careció de un correlato político-económico socialdemócrata o socialista;
3) No se desplegó en lo real como puesta en texto y/o práctica pedagógica de proyectos educativos alternativos al neoliberalismo. Un factor solidario con estas limitaciones intrínsecas de las fuerzas antineoliberales en el campo educativo, fue la identificación afectiva y la cooptación del liderazgo sindical docente en manos del partido de izquierda en el poder, a pesar de su política económica claramente neoliberal. El deseo oceánico y la necesidad primitiva de la "unidad de la izquierda" terminó beneficiando a sus variantes más "serias", "sensatas", cercanas al establishment empresarial.
Con el segundo gobierno de izquierda, se hace evidente el cercano límite de la asistencia social focalizada en los sectores marginales, así como la recuperación salarial de los trabajadores más explotados del mercado formal, en términos de redención de la pobreza.
El aumento de la población carcelaria, de la población callejera, de los delitos violentos -todos correlatos normales de la combinación de políticas neoliberales concentradoras de la riqueza y frustración generalizada por exclusión del gran consumo y defraudación de expectativas de ascenso social- se codificó desde el partido de izquierda como fracaso de la igualación social como factor de cohesión.
El error es evidente y ya lo señalaba Marx en su crítica del programa socialdemócrata de Gotha: ninguna "redistribución de la riqueza" tiene sentido sin modificar las condiciones sociales (las relaciones sociales de producción) de generación de la riqueza.
En otros términos: apostar por ejemplo al extractivismo de materias primas y a los impuestos estatales para la redistribución de parte de sus millonarias ganancias, al subsidio colectivo de la especulación financiera, al turismo y a la primarización productiva, genera una impresionante concentración de la riqueza.
Es notable en este sentido la formulación presidencial izquierdista de un proyecto de país como: "agro + inteligencia + turismo + logística regional." Genera también, aquella apuesta, un aumento de la violencia estructural de las clases empobrecidas que se expresa en términos de delincuencia común, y una decadencia social cuya curva puede ser atenuada apenas, pero no modificada en su tendencia por las políticas de asistencia social focalizadas en los sectores material y culturalmente marginados.
Como decían antes los izquierdistas en ciencias sociales: la única política social efectiva es el empleo. Y agrego: empleo estable y suficiente para el bienestar familiar.
El aprendizaje gubernamental de la izquierda no pudo ser más equívoco y autocomplaciente. Si hay condiciones de mayor igualdad social (medidas con parámetros liberales indulgentes como la bajísima línea de pobreza), no puede explicarse el desmadre (bajo rendimiento, deserción, repetición, violencia) del sistema de educación pública por carencias materiales o culturales de las familias. si el presupuesto de la educación pública aumentó (y esto es cierto), no puede hablarse de falta de presupuesto. Entonces el déficit está en la formación docente y en el trabajo pedagógico de los docentes
Pero esos razonamientos no podrían ser más falsos. en primera lugar, la población uruguaya no es menos pobre que hace diez años: accede a mayores bienes de consumo y registra más participación en el empleo precario, mas la situación de precariedad laboral, sobreexplotación, ingresos insuficientes y frustración es similar para por lo menos la mitad de la población.
Aspectos de la vivencia en el aula por parte de los docentes como el desinterés, la violencia, la indisciplina (en el sentido de la dificultad para sostener actividades cuya meta no es inmediata, concentrarse y esforzarse por aprender), no son ajenos a la desestabilización de los vínculos familiares y sobre todo la incertidumbre y la pérdida de sentido existencial (cuya resignificación como consumo de objetos es notoriamente angustiante) que genera el neoliberalismo en la vida cotidiana de las familias más afectadas por sus efectos concentradores de la riqueza.
Por otra parte, el presupuesto de la educación pública aumentó en cantidad pero no implicó una mejor gestión o una distribución más adecuada del mismo. Finalmente sí, la formación docente es cuestionable y las modalidades de la intervención pedagógica lo son también, pero no puede atribuírseles por sí solas la condición de "variable independiente" a la cual atribuir la fuente de los malos resultados en educación.
La santa alianza que el gobierno de izquierda teje con los partidos de derecha para producir una política educativa como "política de estado", es una alianza policlasista burguesa cuyo objetivo es realizar el neoliberalismo en la educación, como implementación de un programa para vencer la resistencia de los docentes e imponer una lógica de la oferta y la demanda, la lógica del mercado (indefinible ya como transparente, libremente competitivo ni autorregulado más allá del poder relativo de sus actores con más poder), de la eficiencia y de la "educación para el trabajo", es decir para el trabajo dependiente, atomizado y egoísta, sujeto al poder empresarial.
Es que precisamente se trata de eso: el neoliberalismo se realiza mediante un programa de desarticulación de las resistencias sociales a la ley del mercado, que permea ya todos los espacios sociales y mentales.
-Publicado por Andrés Núñez Leites
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