Es preocupante que intereses de poder y económicos hagan peligrar la independencia del Banco Nacional de Datos Genéticos. una institución clave en la recuperación de niños apropiados
El Júbilo generalizado que desató la restitución del nieto biológico de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y días después el hallazgo de la nieta 115, ha quedado, sin embargo, empañado por disputas políticas relacionadas con un debate aún sin resolver: la competencia del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).
Se trata de un organismo autónomo que tiene como función específica la obtención y el almacenamiento de datos genéticos y muestras biológicas de familiares de personas desaparecidas durante la dictadura militar que azotó al país entre 1976 y 1983.
A partir de ese archivo y de análisis de laboratorio, se ha logrado la identificación de muchas de las víctimas ultimadas por el terrorismo de Estado; entre ellas, las madres que dieron a luz en cautiverio y cuyos hijos fueron apropiados de manera ilegal o entregados en adopción.
La historia es dolorosa y conocida, pero es lamentable que, a la par de las emociones compartidas por la recuperación de los nietos, se ventilen disputas de intereses (de poder y económicos) por el alcance de la jurisdicción del BNDG.
La controversia encuentra a la actual administración del laboratorio tironeando con el Gobierno nacional, que hace valer una ley sancionada por el Congreso en 2009, por la cual se ordena el traslado del organismo a la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva.
Estos trapicheos contemplan el desplazamiento de la actual directora del BNDG, Belén Rodríguez Cardozo, quien denunció, junto a legisladores nacionales de la oposición y entidades de derechos humanos, una presunta maniobra para “vaciar” el Banco en beneficio de laboratorios privados dedicados a la genómica humana.
Con razón, la directora se siente agraviada por la desautorización a su equipo de científicos, al que muchos llaman los “héroes del silencio”, ya que no suelen figurar en los reconocimientos públicos que se hacen cada vez que se anuncia la recuperación de identidad de una víctima.
Es toda una paradoja que Estela de Carlotto, quien pudo abrazar a su nieto Guido en parte por su lucha inagotable pero también por la inestimable labor del BNDG, respalde el traslado de la institución al ámbito del Poder Ejecutivo. Y es de mayor contrasentido que la titular de Abuelas ponga en duda “las verdaderas intenciones” de los que perturban esa mudanza, en abierta alusión a Rodríguez Cardozo, una de las profesionales que le anticipó el hallazgo de su nieto.
Entre denuncias y réplicas, es poco feliz que el tema de los derechos humanos siga a merced de los antojos y aprovechamientos políticos que hace el Gobierno nacional de este tema tan caro a todos los argentinos. Y resulta sombrío, además, que un organismo como el BNDG quede expuesto por las sospechas de presuntos negociados.
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