Es claro que un sistema que se basa en desigualdades, en la competencia entre las personas, en el que los vínculos se ven condicionados por la propiedad privada y la autoridad, la única manera que tiene de sostenerse es a través del miedo y la represión. Represión que dependiendo del momento histórico puede ser más o menos visible, más o menos violenta pero que tiene una única función: mantener el orden establecido, donde el dios mercado controla y oprime la vida de todos/as los/as seres sobre esta planeta, a la vez que ostenta por todos los medios diferentes espejitos de colores para mantener entretenida y ocupada a la gran mayoría de la personas, mientras unos pocos, a través de sus grandes empresas y sus grandes negocios hacen y deshacen a su gusto.
Basta solo observar un poquito para ver cómo las políticas represivas y económicas son diagramadas para toda una región. En América del Sur, más precisamente el cono sur, en los ‘70 fue necesaria la bota para contener y asesinar a un movimiento social que se movilizaba; luego los gobiernos de derecha con todas sus políticas de privatización, razzias y represión. Cuando estos perdieron cierta “credibilidad”, prometiendo cambios llegaron los gobiernos progresistas, imponiendo políticas extractivistas a través de los mega-proyectos y profundizar las políticas represivas. Para esto es necesario mantener controlado al pueblo, que no vea, no moleste y hasta pida a gritos más policías, así como también profundizar la apatía y la desvinculación entre las personas. Desmovilizar y acallar a los individuos, utilizando al movimiento sindical, una institución más del Estado, que funciona como un gran muro de contención.
Actualmente, aunque cambiando los nombres y la “población objetivo”, nuevamente las mismas políticas represivas se extienden por toda la región. Basta viajar por América del Sur y ver cómo la palabra inseguridad se repite por todos los medios, permitiendo estigmatizar a los barrios, a los jóvenes, llevar adelante los mega-operativos invadiendo los barrios pobres con policías o incluso el ejército, las detenciones arbitrarias, gatillo fácil, tortura en las comisarías, con el claro objetivo de infundir el terror a la autoridad. A la vez que se estigmatiza al que no se calla, al que se revela utilizando la tortura, detenciones, desapariciones, en nuestro territorio basta recordar los doce compañeros detenidos en agosto del año pasado.
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