Hay gente demasiado pequeña para ser humana. Tal vez siempre haya sido así, pero desde que la modernidad occidental se expandió por el mundo gracias al colonialismo y al capitalismo la contradicción entre la igual dignidad de todos los seres humanos y el trato inhumano dado a algunos grupos sociales tomó forma de una fractura abismal. Una fractura por la que corrió mucha sangre y se destikó mucha hipocresía. Las zonas de subhumanidad fueron teniendo varias poblaciones (salvajes, indígenas, mujeres, esclavos, negros) pero nunca fueron clausuradas; por el contrario, se renovaron con nuevas poblaciones que sustituyen a las antiguas. La zona más reciente es la de los inmigrantess indocumentados. Por eso, la sangre derramada en el Mediterráneo viene de lejos, tanto en tiempo como en espacio. Y no es casualidad que hoy se vierta tanto en el extremo norte como en el extremo sur del mismo continente, en Sudáfrica.
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