Esta crísis es la confirmación de que el mundo está al revés: se recompensa la especulación y se castiga el trabajo.
El mercado le tendría que pedir perdón de rodillas al mundo porque ha sido un Dios implacable que lo ha conducido a una catástrofe.
Este es un tiempo de revelaciones feroces y, como siempre ocurre, tanto en las crisis como en las guerras pagan los pobres.
La cultura dominante habla de carrera, dice que hay que llegar, que hay que tener éxito.
Eso es mentira, no se vive para ganar, se vive para vivir.
En el retrato del mundo de hoy, nadie puede detenerse. Hay un pánico, si parás te pasan por encima A veces hay que parar para poder seguir andando.
El amuchamiento enmascara la soledad. No hay nada peor que estar solo pero acompañado, falsamente acompañado por una multitud donde nadie se encuentra con nadie.
En el mundo no hay una democracia de verdad, en el mundo hay ciudadanos de primera, de segunda, tercera y cuarta categoría, y muertos también.
Los jóvenes no creen y quizás tienen razón en no creer cuando asisten al espectáculo de circo que muchos políticos dan: prometen el oro y el moro, y después, desde el poder, hacen exactamente lo contrario de lo que habían dicho.
Cada minuto mueren en el mundo diez niños por hambre o por una enfermedad curable, y cada minuto, el mundo gasta tres millones de dólares en industria militar. ¿Que clase de especie es ésta, que se dedica la exterminio del prójimo?
No creo que estemos condenados a repetir la historia, ni creo en la fatalidad del destino, creo que somos libres a pesar de todo, y que las cosas se pueden cambiar.
El mundo merece un mejor destino, quiso ser una casa de todos y merece ser algo mejor que un matadero o un manicomio.
El que no sabe quién es festeja sus derrotas y rechaza sus oportunidades
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auto con la carrera neutralizada: dos cartas de alienación que nuestros
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Hace 2 semanas
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