La secta de los negociados
Por Omar Filomeno
Los dos mayores diarios de la capital norteamericana son “The Washington Post” y “The Washington Times”. El primero ganó mucho prestigio por descubrir e investigar el caso Watergate, que le costaría la presidencia a Richard Nixòn, mientras que el otro es un pasquín, propiedad del “Reverendo” Moon, un coreano que ahora tiene 84 años y se autoproclamó “Mesías del Mundo” y “Emperador de los Estados Unidos”, en ceremonias falaces montadas en salones alquilados del Congreso estadounidense.
Este chiflado, que ha sido indagado por delitos de pedofilia y reiteradas estafas, fundó la llamada Iglesia de la Unificación y amasó una cuantiosa fortuna, por su estrecha amistad (¿sociedad?) con los Presidentes Bush, padre e hijo. Tiene cientos de miles de creyentes devotos en todo el mundo y particularmente en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y muchos otros países donde tiene extensas propiedades.
Moon y los “moonies” han sido indagados por lavado de dólares del narcotráfico y por sus vínculos con la familia Bush, el papel de la secta en el Plan Cóndor, el tráfico de armas y de drogas. Y sus repudiables operaciones de inteligencia para preparar la intervención militar directa de los usa en América Latina.
Buena parte de la prensa argentina ha repetido sin más, un informe publicado en el Washington Times, según el cual estarían operando células de Al-Qaeda en la zona de la triple frontera. La noticia tiene su importancia por venir de quien viene. La secta Moon está vinculada históricamente con la derecha republicana en general y con la familia Bush en particular, al punto que George Bush padre fue a Buenos Aires en 1997 para inaugurar en el Hotel Sheraton el Semanario Tiempos del Mundo, órgano de Moon para la Argentina y América Latina.
En definitiva, bajo gobierno republicano, los periódicos de Moon constituyen un portavoz oficioso del Departamento de Estado y del Pentágono. Por eso, resulta llamativo que el Washington Times apunte precisamente a la Triple Frontera, donde la secta tiene profundos intereses. Moon ha comprado miles de hectáreas en Corrientes y desde hace tiempo se propone instalar una “universidad” en el límite común entre la Argentina, el Paraguay y el Brasil. Otro punto fuerte lo tiene Moon en Asunción, donde resultan notorios sus contactos con el exgeneral golpista Lino Oviedo.
Por cierto, no resulta extraño que Moon apunte a esa zona, puesto que las fuentes de su riqueza son conocidas: tráfico de armas y de drogas, blanqueo de dinero, empresas fantasmas, estafas de todo tipo.
Esa secta es parte de lo peor, de lo más sucio del capital financiero internacional del imperialismo.
El plan Cóndor aún funciona. Conviene recordar los lazos de Moon con la represión.
En 1990, el vínculo del Plan Cóndor con el trafico de drogas se hizo orgánico y tomó nueva dimensión durante una reunión en Buenos Aires, organizada por la secta Moon con la presidencia de uno de sus miembros argentinos: el ex general Guillermo Suárez Mason, uno de los gorilas asesinos más sádicos que se hayan conocido en Argentina.
Formalmente, se trató del Cuarto Congreso de la Liga Mundial Anticomunista y allí estuvo el Presidente de ese organismo, el surcoreano Woo Jae Sung, segundo de Moon en la jerarquía de la secta. Allí se produjo un salto cualitativo: el narcotráfico, que hasta entonces había servido para financiar operaciones clandestinas y escuadrones de la muerte, se transformó en la principal actividad de los paramilitares organizados.
Este trabajo no tiene desperdicio. Aclara muchas cosas.
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