jueves, 1 de abril de 2010

Porque Ansina simboIiza la lealtad por encima de todo. Cuando todo se había perdido. Cuando la gloria, el triunfo, el éxito de la gesto apasionada cedía ante la traición para dar paso al infortunio que significaba renunciar a la patria y obtener, en cambio miseria y olvido, él; fiel servidor no vacila en correr su misma suerte. Ansina sabía que todo lo que aún quedaba en poder del caudillo, en gesto de reconocimiento, sería enviado a sus amigos prisioneros en la Isla das cobras como nuevo incentivo para mantener viva la llama de lucha y coraje. Sentimientos necesarios para que otros, con más suerte, lograran la libertad que tanto deseó para su pueblo.

Abandonado de todos, triste y fugitivo, Artigas elige como compañeros a unos pocos soldados entre los que Ansina había de ser el único acompañante, el único que tendría el privilegio de compartir su soledad y sus recuerdos de gloria.

A la gloria llegó también su fiel sirviente. A la gloria alcanzó este esclavo que se elevó por encima de su humilde condición. La Patria entera reconoció su gesto, dándole un lugar en el Panteón Nacional para que el jefe glorioso y su fiel servidor sigan juntos en la eternidad, como juntos vivieron en el ostracismo.

La Patria ha reconocido este mérito de un humilde negro, nacido esclavo pero liberto por decisión del ilustre Oriental. Como dijera una destacada historiadora compatriota su origen se pierde “en la noche sin luz ni esperanza de la esclavitud. Tal vez era hijo de una pobre negra tan sin sombra como él. Una cosa ANSINA que creció en un rincón abandonado y por eso lo llamaron así: Ansina....... “.

En realidad Ansina fue un predestinado. Porque habiendo nacido en un medio miserable, en el más alejado de los límites de humildad y de pobreza, mereció el honor de compartir, por lealtad y fidelidad abnegada, la gloria que la Patria entera otorgó al Precursor de la Nacionalidad Oriental. Bien está que el pueblo rinda en el granito y en el bronce, modelado por Belloni este homenaje al Ansina esclavo y liberto. La historia quiere reivindicar al esclavo para glorificarlo en su nombre. Decimos eso porque se ha planteado la duda de si Manuel Antonio Ledesma o Joaquín Lenzina, fue realmente Ansina. Este vocablo era sólo un apodo recogido en la inscripción de su monumento en la Plaza Artigas. ¿Fueron Ledesma, y Ansina dos servidores fieles. Uno Ledesma llamado “el último soldado artiguista” y otro Ansina, en quien la historia y el pueblo todo reconocen corno símbolo de lealtad y fidelidad a su Fundador?

Sea cual fuere la verdad histórica, en la intención y en los hechos la Patria ha levantado este monumento reconociendo en el apodo, el mérito que la gloria reserva a quienes merecen bien de la Patria. Es por eso que, en este reconocimiento, no debemos ver solamente un alcance individualista.

Debemos ver algo más. Debemos ver en este negro ilustre, el germen, modelo o raíz de lo que ha sido la raza negra en el Uruguay, de los sentimientos que la impulsaron, de sus nostalgias, de sus luchas y de sus sufrimientos como raza sojuzgada. El negro de hoy, heredero directo de esa raza, debe sobreponerse al prejuicio histórico sabiendo que sobre él gravita también el peso de la gloria que iluminó la frente de Ansina y de todos esos fieles compañeros; de Artigas que formaron en la legión de gauchos de indios y de libertos en que se apoyó para darnos la patria, único motivo de su gloriosa existencia.

Ing. Ponciano S. Torrado



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