¿Cómo es posible que un país, con la octava mayor reserva de petróleo del mundo, la séptima en gas natural y enormes yacimientos de carbón, hierro y uranio, pueda tener a la mayor parte de su población viviendo en una situación de pobreza permanente y en muchas ocasiones extrema? Más aún teniendo en cuenta que el 91% de su terreno está considerado como productivo y uno de los más fértiles de la tierra.
Nigeria, situada en el golfo de Guinea, constituye el estado más poblado de toda África, con más de 140 millones de habitantes.
Durante siglos sufrió el colonialismo por parte de las naciones europeas, especialmente por Gran Bretaña, las cuales se dedicaron no sólo a explotar impunemente sus abundantes riquezas naturales, sino también a los seres humanos que allí vivían, enviándoles como mano de obra esclava al continente americano.
En 1960, Nigeria alcanzó su independencia, una independencia puramente formal, pues desde entonces hasta hoy, ha estado gobernada por diversas juntas militares y gobiernos dictatoriales, al servicio de occidente. La causa no es otra que el control de las grandes reservas de hidrocarburos existentes.
En 1958 y todavía bajo protectorado británico se descubrió lo que hoy constituye la octava reserva de petróleo más grande del mundo, además de una de las mayores fuentes de gas natural. Esto provocó que desde entonces, a pesar de la declaración de independencia, las multinacionales petrolíferas, mayoritariamente anglo-europeas estén sometiendo al país africano a una forma de colonialismo aún más salvaje que el anterior, amparándose en las injustas leyes del libre mercado, y financiando gobiernos dictatoriales, con quienes (a través de una siniestra alianza) se reparten las enormes riquezas del país, mientras hunden a la mayor parte de la población, en la más absoluta miseria. Hay que tener en cuenta que el 57% de los nigerianos viven por debajo del umbral de la pobreza. Desde 1960 apenas ha habido elecciones representativas, y las pocas que se han celebrado han sido puestas en entre dicho por diversas organismos internacionales. La represión política y el terrorismo de estado, han sido la constante en este castigado país, para frenar las ansias de justicia social que hierven en el corazón del pueblo nigeriano.
Desde el descubrimiento de las reservas petroleras, hasta la fecha, las más grandes multinacionales del petróleo, se han dedicado a la extracción de los hidrocarburos y a tender miles de kilómetros de oleoductos para su transporte, sin ningún tipo preocupación por el bienestar del pueblo nigeriano o por la salud del medio ambiente, provocando una devastación humana y ambiental sin precedentes, derivada de la combustión del gas, de los vertidos del petróleo y de las roturas de oleoductos. Dichos vertidos suponen más de 1,5 millones de toneladas de petróleo, lo que equivale a un desastre del petrolero Exxon-Valdez cada año durante 50 años . Esto ha tenido dramáticas consecuencias: Ríos contaminados y sin peces; lluvias ácidas que dañaban cosechas, arruinaban la flora y la fauna y envenenaban a la población, así como destruían por completo modos de vida; una atmósfera tóxica causante del cáncer, defectos de nacimiento, enfermedades respiratorias. Unas consecuencias que se han extendido durante más de 50 años. A lo largo de la historia, antes y después de la declaración de independencia, el pueblo nigeriano ha llevado a cabo diferentes expresiones de lucha por la libertad y la independencia real, unas luchas sofocadas a sangre y fuego por los diversos gobiernos dictatoriales, con el inestimable apoyo militar y económico de las multinacionales y gobiernos anglo-europeos. Un ejemplo de ello es el coronel Pablo Okuntimo, jefe de la Fuerza Conjunta Militar y Policial en los 90, conocido por su corrupción y su abismal registro de violaciones en materia de derechos humanos, dijo que había sido pagado y dirigido por Shell.
Nnimmo Bassey, director ejecutivo de Environmental Rights Action, fue citado como demandante el año pasado para declarar ante un subcomité de EE.UU. sobre derechos humanos y leyes. “Chevron regularmente aloja y alimenta a las fuerzas de seguridad, incluyendo el ejército, la marina y la policía, y les paga mejores sueldos que los del Gobierno”, afirmó. El personal de Chevron ha informado que “dirigía” o “supervisaba” fuerzas de seguridad de Nigeria. Chevron ha provisto de transporte a los militares y policías, “con barcos y helicópteros alquilados por la compañía”.
La represión se ha llevado por delante cientos de miles de vidas, ha provocado el desplazamiento forzoso y la migración de millones de personas, y ha instaurado un auténtico Estado del terror, todo ello para que el petróleo siga engrasando la maquinaria capitalista, de tal modo que los hábitos consumistas de los países industrializados no se paren, y un puñado de psicópatas pueda seguir llenándose los bolsillos a costa del dolor y el sufrimiento de pueblos como Nigeriano.
A este sangrante saqueo habría que sumarle la impagable deuda externa, otra forma de robo, pues tras haberles extraído hasta la última gota de sus riquezas, los gobiernos occidentales, con un cinismo que roza la obscenidad, les ofrecen un préstamo a altos intereses, que año tras año van aumentando, de tal forma que puede llegar a darse la paradoja, como ocurre en muchos de los países sometidos a la deuda externa, de que habiendo ya pagado la cantidad inicial hasta 2 o 3 veces, tengan que seguirla pagando durante años debido a los desorbitados intereses que produce la deuda.
Todo esto constituye una dramática realidad que, de forma vil, ha sido ocultada y silenciada por los grandes medios de comunicación occidentales, que han estado siempre más pendientes de criticar a gobiernos como los de Bolivia o Venezuela, por la nacionalización de los hidrocarburos. Una medida que de haber sido puesta en práctica en Nigeria, y en otros lugares del continente africano, habrían servido para que sus riquezas naturales repercutieran en su propio beneficio, en lugar de serles robadas por las multinacionales petroleras, como están haciendo en Irak o Afganistán, a través de la guerra, siguiente paso utilizado por estos mafiosos, cuando el soborno o el golpe de Estado fracasan.
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