Los recientes paquetes de rescate para Grecia e Irlanda, más los problemas en Portugal y España, amenazan con desintegrar la moneda común europea.
Cuando se lanzó el euro nadie dudaba de su éxito. Media humanidad apostaba a que la moneda común europea se convertiría en el motor que jalonaría a una Europa en lento crecimiento y le daría estabilidad al Antiguo Continente. Hoy, diez años después, las cosas pintan a otro precio. Los recientes rescates de Grecia e Irlanda -por 115.000 y 85.000 millones de euros, a finales de abril y noviembre, respectivamente-, más los problemas de deuda de Portugal, España e Italia, han puesto sobre el tapete la continuidad de la segunda divisa más importante, después del dólar.
En cuanto a los demás países en riesgo de caer en default, el economista Nouriel Roubini sostiene que Portugal tendrá que acceder de forma 'preventiva' a los recursos del rescate para evitar que continúe la presión sobre sus mercados y, más aún, para detener las especulaciones sobre España o incluso Italia.
En cuanto a la suerte de España, el premio Nobel de economía, Paul Krugman, señaló en una columna publicada en el New York Times que "Irlanda no puede hacer mucho daño a las perspectivas de Europa. Lo mismo puede decirse de Grecia y de Portugal, este último considerado la siguiente ficha en el dominó. Pero luego está España. Los otros son las tapas; España es el plato principal".
De acuerdo con Krugman, una opción para que España solucione sus problemas sería dejar la Zona Euro y restablecer su propia moneda. Pero, esto no sería posible, asegura el Nobel, porque hacerlo provocaría una enorme crisis bancaria, ya que los depositantes se apresurarían a trasladar su dinero a otra parte.
La verdad es que, aunque nadie serio se atreve a hablar del fin de la moneda europea, sí son muchos los analistas que vaticinan una posible desvinculación de algunos de sus 16 miembros. En concreto, se habla de la salida de algunos países en problemas, que buscarían quitarse esa camisa de fuerza para poder devaluar y así licuar sus deudas. "Para los próximos tres a cinco años, pensamos que los responsables políticos van a hacer todo lo que sea necesario para mantener la unión intacta. Sin embargo, el costo de una revaluación real es muy alto para algunos países periféricos y en el largo plazo existe la probabilidad de una reconfiguración de la zona del euro. Hay posibilidades de que algunos países puedan tener que abandonar el euro para sobrevivir", asegura Daniela Steinbrink, analista senior del Banco UBS en Suiza.
Y es que la Zona Euro está en una encrucijada. Con los gobiernos reduciendo gastos, salarios y precios, al tiempo que aumentan los impuestos, los países miembros caminan al borde del abismo. Sus habitantes están desesperados, hay protestas en las calles, la gente está saliendo a hacer huelgas y, lo que es peor, la situación solo puede complicarse más, pues el grueso de los recortes apenas está por llegar.
Bueno, pero no tanto
Claro que el euro no ha sido la panacea. Durante estos diez años, el crecimiento económico promedio de los países de la zona ha sido mediocre y se han acrecentado las brechas entre ricos y pobres.
Al respecto, Steinbrink explica que la Unión Europea está compuesta por dos grupos de países opuestos: los periféricos y los centrales (ver gráfico). Los países periféricos -como Portugal, Irlanda, Grecia y España (PIGS)- son cada vez menos competitivos. Sus cuentas nacionales se han deteriorado por el incremento de su deuda, los costos asociados a su financiamiento, la caída de sus ingresos y el deterioro de su balanza comercial. Por el contrario, los países centrales -Alemania, Holanda, Finlandia y Austria- son cada vez más competitivos a nivel global y han aumentado su superávit en cuenta corriente.
Al ser tan disímiles unos de otros, no es posible meterlos a todos en el mismo saco. De ahí que los paquetes de estímulo monetario y medidas de austeridad fiscal impuestas por el Banco Central Europeo para todos los países no sirvan para resolver los problemas de la Unión Europea. Parte del problema es tener una tasa de interés única para todos sus países miembros, cuando Grecia tiene una inflación del 4,7% y en Holanda y Alemania está en 1,1%.
Por eso, aunque suene paradójico, el país que tendría la más alta probabilidad de abandonar el euro como moneda es Alemania. Los alemanes tienen que pagar por los platos rotos de sus vecinos y les ha tocado sacar de sus bolsillos más de la cuenta para los rescates. Salirse podría ser un absurdo, pero también un alivio, tanto para ellos mismos como para el resto de países de la zona. Incluso, si uno o más países salen de la zona euro, de manera estructurada, ordenada y pactada con antelación, podría llegar a ser algo positivo para el euro en el largo plazo, pues impulsaría el crecimiento económico y la integración política.
De hecho, el euro ha demostrado ser beneficioso para los países que no están en la zona. Es el caso de Inglaterra y Suiza, que se han beneficiado enormemente de la moneda común a lo largo de estos diez años, gracias a incrementos sustanciales en el comercio con este bloque. Economías como la checa, la polaca y la de Turquía -que antes se morían por entrar al selecto club de los países de la Eurozona- hoy ya no tienen tantas ganas, dado lo que ocurre con sus vecinos de continente.
El futuro de la Zona Euro tiene profundas implicaciones para los inversionistas del mundo entero. Aunque es poco probable que la Eurozona cambie significativamente en los próximos tres a cinco años, los mercados financieros han resentido las crisis de Grecia e Irlanda, y no se descarta que el próximo año se presenten escenarios parecidos en Portugal y España.
Fuente: Dinero.com
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