Parte 1
Durante los años 70 y 80 se sucedieron los golpes de Estado en América Latina que se saldaron con miles de muertos, presos y desaparecidos políticos. Mientras tanto México se erigía como un oasis de estabilidad socialdemócrata que acogía los exiliados del resto del continente. Sin embargo , detrás de esa fachada internacional, a nivel interno el país se fracturaba después de décadas de partido único y una pobreza y corrupción enquistada. Las universidades eran un hervidero y aparecieron 29 guerrillas urbanas y campesinas. En este marco, el gobierno implementó el terror de estado disfrazándolo de paramilitares y escuadrones de la muerte en lo que se conoce como guerra sucia. Saltaron a la luz pública las masacres de Tlatelolco en el 68 y la del Jueves de Corpus en el 71, donde grupos paramilitares conchavados con la policía y el ejército golpearon y asesinaron a centenares de estudiantes, pero fuera de plano también hubo miles de ejecuciones extrajudiciales y almenos 534 desaparecidos documentados. 40 años después siguen impunes y silenciados
Uno de los casos más mediáticos es el de Jesús Piedra Ibarra, quién ya lleva 35 años desaparecido. Fue detenido por la policía el 18 de abril de 1975 en Monterrey por pertenecer a la guerrilla Liga Comunista 23 de Septiembre. Tenía 21 años y estudiaba medicina. Nunca fue presentado a las autoridades competentes, nunca lo vio un abogado, nunca tuvo un juicio. Poco después de su captura fue llevado a un prisión clandestina y torturado. Y la misma suerte corrieron los otros 533 militantes de izquierda que desaparecieron entre el 1969 y 1981, durante los mandatos de Gustavo Díaz Ordaz y Luís Echeverría.
Rosario Ibarra sostiene una fotografía de su hijo asesinado (AP)
“Mi hijo fue capturado con 21 años, si se les murió fue por el trato que les dan, pero mientras yo no sepa voy a seguir reclamando que me lo devuelvan vivo. ¿Qué harían esos presidentes si les desaparecieran a un ser querido?”, exclama Rosario Ibarra, la madre de Jesús Piedra, con una entereza y convicción que desbordan a sus 83 años. Esta menuda mujer se ha hecho enorme en estos 35 años. Desde que se enteró que su hijo había sido desaparecido ha removido cielo y tierra para buscarlo. A él y a todos los demás. Pese al gran desconocimiento que hay sobre la existencia de desaparecidos incluso dentro de México, Ibarra se ha convertido en el estandarte de la lucha por la justicia, y por la presentación con vida.
“Nunca pedí que liberaran a mi hijo y me lo devolvieran entre besos y abrazos, sino que lo presentaran ante las autoridades competentes y lo juzgaran conforme a las leyes. Ahora ya habría salido”, explica.
Jesús Piedra estuvo dos años en clandestinidad antes de ser detenido y en ese tiempo toda su família fue hostigada, hasta el punto que la policía detuvo a su padre, el médico Jesús Piedra, y le torturó hasta romperle una vértebra para sonsacarle información del paradero de su hijo. Así pues, cuando finalmente apareció en los periódicos que había sido capturado pero no lo presentaron a las autoridades competentes, su familia se puso manos a la obra. Rosario fue directamente a hablar con el gobernador de Nuevo León, y áun se indigna al recordar la respuesta que obtuvo: “me dijo que había policías ilegales pero necesarios, y que mi hijo no era una blanca palomita. Ya lo estaba juzgando él sin juez, él que era doctor en derecho por la Sorbonne, ¡pues que título tan sobresaliente y que torcido su pensamiento para la justicia!”.
Sin embargo, Ibarra nunca se dejó abatir y a las pocos semanas se mudó a la Ciudad de México para enfrentarse a todos las instituciones, mandos militares y carceles legales y clandestinas donde pudo acceder. “Fue un vía crucis terrible, sola en esta ciudad y tocando todas las puertas”. Pero bien que las tocó, pues a los tres años ya había organizado un grupo de mujeres, madres, esposas o hermanas de desaparecidos de todo el país. Era el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados de México, conocido como Comité Eureka.
Hicieron marchas, concentraciones, huelgas de hambre, se sumaron a plataformas de movilización social y recurrieron a todas las instancias nacionales e internacionales que pudieron, desde Amnistía Internacional en Londres hasta el senador Edward Kennedy pasando por la federación latinoamericana de Familiares de desaparecidos o Fidel Castro. De hecho, el Partido Revolucionario de los Trabajadores la presentó dos veces como candidata a la presidencia de la República para dar más difusión al asunto, y las dos veces logró ser diputada.
Aunque su caso particular nunca obtuvo respuesta, Ibarra y el resto de las doñas –como las bautizaron en México- pueden estar orgullosas. Consiguieron la amnistía de 1500 presos y sacaron a 148 desaparecidos de estas cárceles inhumanas.
Elda Nevárez es una de ellas. Fue detenida en 1976 por ser miembro del Movimiento Armado Revolucionario en Chihuahua. Tenía 26 años. Un grupo de paramilitares cercaron su casa y empezaron a disparar sin siquiera tocar a la puerta. A gritos le comunicaron que acababan de matar a su marido y que se entregase. Lo hizo, a cambio de que le permitiesen dejar a su hija, de apenas dos meses, con alguien. Solo se ofreció una vecina, la que habitaba la casa de donde le disparaban.
Inmediatamente la trasladaron a un campo de detención. Ya en la camioneta traían a otro de sus compañeros de la organización. La torturaron, la abusaron sexualmente, y la trasladaron al campo militar número 1, en la Ciudad de México. Además de las torturas físicas le hacían escuchar el llanto de un bebé, que ella interpretaba como su hija.
“Ahí estás muerta. Mi forma de sentirme viva era cantar las canciones que le había cantado a mi hija”. Estuvo 3 meses presas pero vio a presos que llevaban más de un año allí. Aún no entiende por qué la soltaron a ella y no a otros. Pero sabe que fue gracias al trabajo de Ibarra y el resto de Las Doñas.
Para las madres y familiares saber que habían soltado a alguien era una puerta a la esperanza. “Nos llenaba de gozo, obviamente algunas de las las doñas lloraban enojadas porqué salía el hijo de una y el nuestro no, pero luego los que salían daban reportes de los que habían visto vivos en las cárceles”, relata Ibarra.
“Hay una unión muy fuerte con las doñas. Para mi el encuentro fue de un agradecimiento profundo, estoy aquí por ustedes y luego para ellas una identidad, vi a tu hijo, vi a tu hermano y quieren darte su cariño porque primero eres una persona q rescataron y luego eres su hijo en otra persona”, explica Nevárez.
Los presos políticos y los 148 desaparecidos salieron durante la presidencia de José López Portillo, después de mucha organización y publicidad, en un intento de acallar las voces críticas al interior y que no hiciesen más escándalo en el extranjero, el tendón de aquiles de un país que vive de la inversión foránea.
Desde entonces, ya nadie volvió a salir. Pero Ibarra y el Comité Eureka siguen convencidas en su lucha, y confían en que sus parientes estan vivos. De hecho, tienen pruebas que años después seguían vivos.
Sea como sea, esa incerteza de no saber que pasó con ellos es lo más desgastante para las famílias en los casos de desaparecidos, que no pueden descansar ni asumir la pérdida. Ibarra asegura que hasta 12 años después, un general le aseguró que su hijo permanecía vivo y recluso en una cárcel de Nayarit, al norte del país. “El oficial me dijo “usted no sabe como son. Es un infierno pensar lo que habrá sufrido”. Otra vez incluso les informaron de un intercambio de prisioneros entre México y Puerto Rico. “Y fuimos hasta allá a buscar a uno, su hermana y yo y lo vimos solo que a¡nos descubrieron y se lo llevaron”
Más allá de donde estén, su postura es clara: “vivos se los llevaron y vivos los queremos”. Y aunque muchos de sus familiares ya no les pueda ver, van a seguir la lucha. De hecho desde hace 10 años se adhirieron un grupo de jóvenes, Hijos por la Identidad y la Justicia Contra el Olvido y el Silencio, H.I.J.O.S, una organización que tiene su origen en Argentina pero que existe en la mayoría de países latinoamericanos donde ha habido desaparecidos. Y más allá de los hijos biológicos se reivindican hijos de una generación y de la misma historia.
"Nosotros no nos vamos a permitir matarlos ni siquiera con el pensamiento. Existen posibilidades que esten muertos o que esten vivos y sobretodo si nosotros les damos por muertos al estado ya que le cuesta de verdad hacerlo. Y en todo caso hay que preguntarle a quién asegura que estan muertos porqué sabe que estan muertos”, replica Alba Victoria Santiago, de HIJOS, respecto a la eterna cuestión que les plantean.
Alba Victoria es justamente la hija de Elda Nevárez. Aquella niña que lloraba cuando su madre la entregó a una vecina al ser capturada. Ese llanto ahora, es un grito por la justicia.
Por ello, cada primer sábado de mes HIJOS se concentra delante de la Suprema Corte de Justícia para reivindicar la aparición con vida de los desaparecidos. Los de la Guerra Sucia y los que siguieron, porque como este colectivo denuncia, el terrorismo de estado no ha terminado. Desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Calderón, todos los gobiernos mexicanos han desaparecido personas, y ahora ya suman oficialmente 564.
Cuando el PRI perdió el ejecutivo por primera vez y le relevó el PAN, algunos sectores de la sociedad mexicana albergaron esperanzas de que se revisaran los crímenes del régimen príista. De hecho se formó una Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) a instancias de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). La intención era esclarecer la historia oculta de la guerra sucia, para enjuiciar a ex funcionarios gubernamentales y compensar a las víctimas y sus familias. Nada de esto se cumplió. Se impulsaron dos procesos políticos, uno contra el ex presidente Luís Echevarría (1971-1976) y otro contra el director de seguridad Nazar Haro. Ambos fueron exonerados, finalmente.
“Hemos visto como en otros países latinoamericanos se ha tratado de hacer justicia pero en nuestro país no sólo no se ha cerrado esta llaga abierta, sino que se sigue desapareciendo, se sigue asesinando a mansalva a gente que no sabemos cual es el motivo”, destaca Maria Rosario Piedra, hija de Rosario Ibarra y hermana de Jesus Piedra en el recié estrenado documental Vivos los llevaron, vivos los queremos. “No le apostamos a la justicia instuticional sino a la condena social.La sociedad debe reconocer la historia que se nos robó y evidenciar que no es una cosa del pasado. Si logramos ese cambio va a llegar un momento en qué el estado no se haga pendejo”, concluye otra miembro de HIJOS, Valentina López.
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http://periodismohumano.com/en-conflicto/los-desaparecidos-ocultos-de-mexico-ii.html
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