"Portugal adoptó medidas firmes para restaurar sus finanzas. No es una ley de la naturaleza que tuviera que pedir un rescate.” -Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Monetarios
Aunque nos quieren tener con la intriga hasta el último minuto, parece que la suerte de Portugal está decidida ya hace tiempo, pues los pitonisos financieros llevan meses dando por descontado que el país acabará pidiendo el rescate.
Sin embargo, los portugueses han mantenido hasta ayer mismo la esperanza, con un último acto de infarto en el parlamento, y todavía hoy rezan por un milagro. No sólo ellos: también nosotros, pues si Portugal cae, seremos los siguientes de acuerdo con las profecías de los economistas (que nunca fallan, pues son profecías de autocumplimiento).
Lo cierto es que, llegados a este punto, ya casi da lo mismo salvarse o ser rescatado, e incluso si en el último suspiro lograsen evitar el rescate no tendrían mucho que celebrar, pues sería una victoria pírrica en el sentido original del término: un triunfo tanto o más doloroso que la derrota. Y es que, en caso de evitar in extremis el rescate, el precio de salvarse sin ayuda externa habría sido muy alto, pues el plan que ayer rechazó el parlamento luso era sólo el último de una serie de duros recortes sociales.
Ése es el dilema de los países que han sufrido a la vez la crisis y el acoso a su deuda externa: elegir entre un rescate doloroso, o un auto rescate no menos doloroso. Si te rescatan, vienen el FMI y el BCE y te imponen una tremenda agenda antisocial, como en Grecia o Irlanda. Si por el contrario te quieres rescatar tú mismo, estás obligado a practicar la automutilación para evitar que venga el de la guadaña, y al final acabas igual de lisiado, como es el caso de Portugal, que ni por esas acabará librándose. Encima los portugueses están pagando la deuda al 8%, lo que hace casi preferibles los abusivos intereses del rescate europeo.
Por aquí ya llevamos tiempo con las barbas en remojo. Hasta ahora no ha hecho falta que nadie nos rescate y nos imponga reformar el mercado laboral, las pensiones, la negociación colectiva o los salarios además de recortar el gasto público y liquidar las cajas de ahorro; ya nos lo hacemos nosotros solitos. ¿Será suficiente?
*Isaac Rosa ha publicado las novelas La malamemoria (1999), posteriormente reelaborada en ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), El vano ayer (2004) y El país del miedo (2008). Su última novela, El país del miedo, ha recibido el Premio Fundación José Manuel Lara a la mejor novela de 2008. En sección Opinión de “Público” de Madrid. 24 mar 2011
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