viernes, 22 de julio de 2011

Hace 47 años la OEA decide la suspención de relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. El discurso de El Che aún vigente

1964: La Organización de Estados Americanos (OEA) se reúne en Washington para discutir las sanciones que deben imponerse a Cuba por su ayuda a la subversión en Venezuela. 15 votos contra cuatro deciden la suspensión de relaciones diplomáticas y comerciales con la isla.
Histórico discurso ante el organismo interamericano

Che en la conferencia de la OEA, Punta del Este 1961
El Che y la OEA
El8 de agosto de 1961, el Comandante Ernesto Guevara habló ante la quinta sesión plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA. La delegación cubana denunció allí, en Punta del Este, Uruguay, el plan de Estados Unidos para aislar a la Revolución del resto de América Latina. El Che demostró, con ejemplos irrefutables, que la maniobra, maquillada detrás de la Alianza para el Progreso, se constituía bajo el paraguas de la OEA.

Señor presidente, señores delegados:
(…) cumplido el deber elemental de evocación (a Martí) y retribuida la gentileza al señor delegado que nos la hiciera antes, pasamos a la parte fundamental de esta intervención, al análisis de por qué estamos aquí, a caracterizar la conferencia. Y tengo que decir, señor presidente, que disiento, en nombre de Cuba, de casi todas las afirmaciones que se han hecho, aunque no sé si de todos los pensamientos íntimos de cada uno.
Tengo que decir que Cuba interpreta que esta es una conferencia política, que Cuba no admite que se separe la economía de la política y que entiende que marchan constantemente juntas. Por eso no puede haber técnicos que hablen de técnica, cuando está de por medio el destino de los pueblos. Y voy a explicar, además, por qué esta Conferencia es política. Es política porque todas las conferencias económicas son políticas; pero es además política, porque está concebida contra Cuba, y está concebida contra el ejemplo que Cuba significa en todo el continente americano.
Y si no, veamos: el día 10, en Fuerte Amador, zona del Canal, el General Decker, mientras instruye a una serie de militares latinoamericanos en el arte de reprimir a los pueblos, habla de la Conferencia Técnica de Montevideo y dice que hay que ayudarla. Pero eso no es nada; en el mensaje inaugural del 5 de agosto de 1961, el presidente Kennedy afirmó:
“Ustedes, los participantes de esta conferencia, atraviesan un momento histórico en la vida de este hemisferio. Esta reunión es algo más que una discusión de temas económicos o una conferencia técnica sobre el desarrollo: constituye en verdad, una demostración de la capacidad de las naciones libres para resolver los problemas materiales y humanos del mundo moderno.”
Podría seguir con la cita del señor Primer Ministro del Perú, donde se refiere a temas políticos, también; pero (…) para remachar mi afirmación, para que no quede duda de mi derecho a hablar de política, que es lo que pienso hacer, en nombre del gobierno de Cuba, una cita de la página 7 del Punto 5 del temario:
“La tardanza en aceptar el deber que incumbe a los medios de información democrática en orden a defender los valores esenciales de nuestra civilización, sin desfallecimiento ni compromisos de orden material, significaría un daño irreparable para la sociedad democrática y el peligro eminente de la desaparición de las libertades que hoy gozan, como ha ocurrido en Cuba –Cuba, con todas las letras, donde hoy sólo existen prensa, radio, televisión y cine controlados por el poder absoluto del Gobierno.”
Es decir, señores delegados, que en el informe a discutir se enjuicia a Cuba desde el punto de vista político; pues bien, desde el punto de vista político Cuba dirá todas sus verdades y, además, desde el punto de vista económico también.
Estamos de acuerdo en una sola cosa con el informe del Punto 5 de los señores técnicos, en una sola frase, que define la situación actual:
“Una nueva etapa comienza en las relaciones de los pueblos de América”, dice, y es cierto. Sólo que esa nueva etapa comienza bajo el signo de Cuba, territorio libre de América, y esta conferencia y el trato especial que han tenido las delegaciones y los créditos que se aprueben, tienen todos el nombre de Cuba, les guste o no les guste a los beneficiarios, porque ha habido un cambio cualitativo en América, como es el que un país se pueda alzar en armas, destruir a un ejército opresor, formar un nuevo ejército popular, plantarse frente al monstruo invencible, esperar el ataque del monstruo y derrotarlo también.
Y eso es algo nuevo en América, señores; eso es lo que hace hablar este lenguaje nuevo y que las relaciones se hagan más fáciles entre todos, menos, naturalmente, entre los dos grandes rivales de esta conferencia.
(…) Así es el mundo de hoy, señores delegados, y es así como tenemos que verlo para interpretar esta conferencia y para poder sacar las conclusiones que permitan que nuestros pueblos vayan hacia un futuro feliz, de desarrollo armónico, o que se conviertan en apéndices del imperialismo en la preparación de una nueva y terrible guerra o, también que se desangren en luchas intestinas cuando los pueblos –como casi todos ustedes lo han anunciado, cansados de esperar, cansados de ser engañados una vez más, comiencen el camino que Cuba una vez inició, el de quitarle armas al ejército enemigo que representa la reacción y el de destruir, hasta sus bases, todo un orden social que está hecho para explotar al pueblo.
La historia de la Revolución Cubana es corta en años, señor presidente, y rica en hechos; rica en hechos positivos y rica, también, en las amarguras de las agresiones sufridas.
Puntualizaremos algunas, para que se entienda bien que hay una larga cadena que nos lleva a desembocar aquí.
(…) En julio de 1960 se produce la agresión económica contra el azúcar cubano, de la que algunos gobiernos no se han percatado todavía. Se agudizan las contradicciones y se produce la reunión de la OEA en Costa Rica, en agosto de 1960. Allí –en agosto de 1960, repito– se declara:
“Se condena enérgicamente la intervención o amenaza de intervención, aun cuando sea condicionada, de una potencia extracontinental en asuntos de las repúblicas americanas, y declara que la aceptación de una amenaza de intervención extracontinental por parte de un Estado americano pone en peligro la solidaridad y la seguridad americanas, lo que obliga a la Organización de los Estados Americanos a desaprobarla y rechazarla con igual energía.”
Es decir, los países hermanos de América, reunidos en Costa Rica, nos negaron el derecho a que nos defendieran. Es una de las más curiosas negaciones que se ha producido en la historia del Derecho Internacional.
(…) Pareció que el presidente Kennedy inauguraba la nueva época de que tanto se ha hablado (…) Kennedy pronunció un discurso en el que se advertía claramente una serie de actitudes a tomar en América, pero parecía anunciar al mundo que el caso de Cuba debía considerarse ya como algo cristalizado, como un fait accompli.
Nosotros estábamos movilizados en aquella época. Después del discurso de Kennedy, al día siguiente, se ordenó la desmovilización. Desgraciadamente, el día 13 de marzo de 1961, el presidente estadounidense hablaba de la “Alianza para el Progreso”. Hubo ese mismo día, además, un ataque pirata a nuestra refinería en Santiago de Cuba, poniendo en peligro las instalaciones y cobrando la vida de uno de sus defensores. Estábamos, pues, nuevamente frente a una situación de hecho.
En aquel discurso, que no dudo será memorable, Kennedy hablaba también de que esperaba que los pueblos de Cuba y de República Dominicana, por los que él manifestaba una gran simpatía, pudieran ingresar al seno de las naciones libres. Al mes se producía Playa Girón, y pocos días después era asesinado misteriosamente el presidente Trujillo (…)
Después, se estableció una verdadera obra maestra de la beligerancia y la ingenuidad política, que dio en llamarse Libro Blanco. Según las revistas que hablan tanto en Estados Unidos, hasta provocar las iras del presidente Kennedy, su autor es uno de los distinguidos asesores de la delegación norteamericana, que hoy está con nosotros. Es una acusación llena de tergiversaciones sobre la realidad cubana, que estaba concebida para la preparación de lo que ya venía.
“El régimen revolucionario ha traicionado su propia revolución”, decía el Libro Blanco, como si fuera el juez de las revoluciones, y de cómo hacer las revoluciones, y el gran calificador de las revoluciones de América (…)
(…) El día 13 de abril el presidente Kennedy (…) afirmaba categóricamente que no invadiría Cuba y que las fuerzas armadas de Estados Unidos no intervendrían nunca en los asuntos internos de Cuba. Dos días después, aviones desconocidos bombardeaban nuestros aeropuertos y reducían a cenizas la mayoría de nuestra fuerza aérea, vetusta, remanente de lo que habían dejado los batistianos en su fuga.
El señor Stevenson, en el Consejo de Seguridad, dio enfática seguridad de que eran pilotos cubanos, de nuestra fuerza aérea, “descontentos con el régimen de Castro”, los que habían cometido tal hecho y afirmó haber conversado con ellos.
El día 17 de abril se produce la fracasada invasión donde nuestro pueblo entero, compacto y en pie de guerra, demostró una vez más que hay fuerzas mayores que las de la propaganda generalizada, que hay fuerzas mayores que la fuerza brutal de las armas, que hay valores más grandes que los valores del dinero (…) Acabó Playa Girón y, para no decir nada más sobre esto, porque “a confesión de parte relevo de pruebas”, señores delegados, el presidente Kennedy tomó sobre sí la responsabilidad total de la agresión. Quizás en ese momento no recordó las palabras que había pronunciado pocos días antes.
Podíamos pensar nosotros que había acabado la historia de las agresiones; sin embargo, como dicen los periodistas, les daré la primicia. El día 26 de julio de este año, grupos de contrarrevolucionarios armados en la Base Naval de Guantánamo esperaban al comandante Raúl Castro en dos lugares estratégicos, para asesinarlo (…) Ese era el plan, que nuestras fuerzas de seguridad, bastante más efectivas de lo que pudiera suponerse, descubrieron hace unos días.
Bien. Por todo esto que he relatado es por lo que considero que la Revolución Cubana no puede venir a esta Asamblea de ilustres técnicos a hablar de cosas técnicas. Yo sé que ustedes piensan que “además, porque no saben”, y quizás tengan razón. Pero lo fundamental es que la política y los hechos, tan tozudos, que constantemente están presentes en nuestra situación, nos impiden venir a hablar de números o analizar las perfecciones de los técnicos del Cies.
(…) Es necesario explicar qué es la Revolución Cubana, qué es este hecho especial que ha hecho hervir la sangre de los imperios del mundo y, también, hervir la sangre, pero de esperanza, de los desposeídos del mundo -o de estas partes del mundo, al menos.
Es una revolución agraria, antifeudal y antimperialista, que fue transformándose por imperio de su evolución interna y de las agresiones externas, en una revolución socialista y que lo proclama así, ante la faz de América: una revolución socialista.
(…) Es una revolución que ha reafirmado la soberanía nacional y, por primera vez, ha planteado para sí y para todos los pueblos de América, y para todos los pueblos del mundo, la reivindicación de los territorios injustamente ocupados por otras potencias.
Es una revolución que tiene una política exterior independiente, que viene aquí a esta Reunión de Estados americanos, como una más entre los latinoamericanos; que va a la reunión de los Países No Alineados como uno de sus miembros importantes y que se sienta en las deliberaciones con los países socialistas, y éstos lo consideran un país hermano.
Es, pues, una revolución con características humanistas. Es solidaria con todos los pueblos oprimidos del mundo; solidaria, señor presidente, porque también lo decía Martí: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.» Y cada vez que una potencia imperial avasalla un territorio les está dando una bofetada a todos los habitantes de ese territorio.
(…) Bien, señores técnicos, compañeros delegados, ha llegado la hora de referirse a la parte económica del temario. El Punto 1, muy amplio, hecho también por técnicos muy sesudos, es la planificación del desarrollo económico y social en la América Latina.
Me voy a referir a algunas de las afirmaciones de los señores técnicos, con el ánimo de refutarlos desde el punto de vista técnico, y expresar, a continuación, los puntos de vista de la delegación cubana sobre lo que es una planificación del desarrollo.
La primera incongruencia que observamos en el trabajo está expresada en esta frase: “A veces se expresa la idea de que un aumento en el nivel y la diversidad de la actividad económica resulta necesariamente en la mejoría de las condiciones sanitarias. Sin embargo, el grupo es de opinión que el mejoramiento de las condiciones sanitarias no sólo es deseable en sí mismo, sino que constituye un requisito esencial, previo al crecimiento económico, y debe formar, por lo tanto, parte esencial de los programas de desarrollo de la región.”
Esto, por otra parte, se ve reflejado, también, en la estructura de préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo, pues en el análisis de hicimos de los 120 millones prestados en primer término, 40 millones, es decir una tercera parte, corresponden directamente a préstamos de este tipo: para casa de habitación, para acueductos, alcantarillados.
Es un poco... yo no sé, pero casi lo calificaría como una condición colonial; me da la impresión de que se está pensando en hacer la letrina como cosa fundamental. Eso mejora las condiciones sociales del pobre indio, del pobre negro, del pobre individuo que yace en una condición subhumana; “vamos a hacerle letrina y entonces, después que le hagamos letrina, y después que su educación le haya permitido mantenerla limpia, entonces podrá gozar de los beneficios de la producción”. Porque es de hacer notar, señores delegados, que el tema de la industrialización no figura en el análisis de los señores técnicos. Para los señores técnicos planificar es planificar la letrina. Lo demás, ¡quién sabe cómo se hará!
Si me permite el señor presidente, lamentaré profundamente, en nombre de la delegación cubana, haber perdido los servicios de un técnico tan eficiente como el que dirigió este primer grupo, el doctor Felipe Pazos. Con su inteligencia y su capacidad de trabajo, y nuestra actividad revolucionaria, en dos años Cuba sería el paraíso de la letrina, aun cuando no tuviéramos ni una sola de las 250 fábricas que estamos empezando a construir, aun cuando no hubiéramos hecho la Reforma Agraria.
Yo me pregunto, señores delegados, si es que se pretende tomarnos el pelo, no a Cuba, porque Cuba está al margen, puesto que la Alianza por el Progreso no está hecha para Cuba, sino en contra, y no se establece darle un centavo a ella, pero sí a todos los demás delegados. ¿No tienen un poco la impresión de que se les está tomando el pelo? Se dan dólares para hacer carreteras, se dan dólares para hacer caminos, se dan dólares para hacer alcantarillas; señores, ¿con qué se hacen las carreteras, con qué se hacen los caminos, con qué se hacen los alcantarillados, con qué se hacen las casas? No se necesita ser un genio para eso. ¿Por qué no se dan dólares para equipos, dólares para maquinarias, dólares para que nuestros países subdesarrollados, todos, puedan convertirse en países industriales-agrícolas, de una sola vez? Realmente, es triste.
En la página 10, en los elementos de planificación del desarrollo en el Punto 6, se establece quién es el verdadero autor de este plan.
Dice el Punto 6: “Establecer las bases más sólidas para la concesión y utilización de ayuda financiera externa, especialmente al proporcionar criterios eficaces para evaluar proyectos individuales.”
Nosotros no vamos a establecer las bases más sólidas para la concesión y utilización, porque nosotros no somos los que concedemos; son ustedes los que reciben, no que conceden; nosotros –Cuba– quienes miramos, y quien conceden Estados Unidos. Entonces, este Punto 6 es redactado directamente por Estados Unidos, es la recomendación de Estados Unidos y éste es el espíritu de todo este engendro llamado Punto 1.
Pero bien, quiero dejar constancia de una cosa: hemos hablado mucho de política, hemos denunciado que hay aquí una confabulación política, en conversaciones con los señores delegados hemos puntualizado el derecho de Cuba a expresar estas opiniones, porque se ataca directamente a Cuba en el Punto 5.
Sin embargo, Cuba no viene, como pretenden algunos periódicos o muchos voceros de empresas de información extranjera, a sabotear la reunión. Cuba viene a condenar lo condenable desde el punto de vista de los principios, pero viene también a trabajar armónicamente, si es que se puede, para conseguir enderezar esto, que ha nacido muy torcido, y está dispuesta a colaborar con todos los señores delegados para enderezarlo y hacer un bonito proyecto.
El honorable señor Douglas Dillon, en su discurso, citó el financiamiento; eso es importante. Nosotros, para juntarnos todos a hablar de desarrollo tenemos que hablar de financiamiento, y todos nos hemos juntado para hablar con el único país que tiene capitales para financiar.
Dice el señor Dillon: “Mirando los años venideros y a todas las fuentes de financiamiento externo –entidades internacionales, Europa y el Japón, así como Norteamérica, las nuevas inversiones privadas y las inversiones de fondos públicos– si Latinoamérica toma las medidas internas necesarias –condición previa– podrá lógicamente esperar que sus esfuerzos –no es tampoco que si toma las medidas ya está concedido, sino que “podrá lógicamente esperarse”– que sus esfuerzos serán igualados por un flujo de capital del orden de por lo menos 20 mil millones de dólares en los próximos 10 años. Y la mayoría de estos fondos procederán de fuentes oficiales.”
¿Esto es lo que hay? No, lo que hay son 500 millones aprobados, esto es de lo que se habla. Hay que puntualizar bien esto, porque es el centro de la cuestión. ¿Qué se quiere decir? –y yo aseguro que no lo pregunto por nosotros, sino en el bien de todos– ¿qué quiere decir: “si Latinoamérica toma las medidas internacionales necesarias”; y qué quiere decir: “podrá lógicamente esperarse”?
Creo que después en el trabajo de las Comisiones o en el momento en que el Representante de Estados Unidos lo juzgue oportuno, habrá que precisar un poco este detalle, porque 20 mil millones es una cifra interesante. Es nada más que las dos terceras partes de la cifra que nuestro Primer Ministro anunció como necesaria para el desarrollo de América; un poquito más que se empuje y llegamos a los 30 mil millones. Pero hay que llegar a esos 30 mil millones contantes y sonantes, uno a uno, en las arcas nacionales de cada uno de todos los países de América, menos esta pobre cenicienta que, probablemente, no recibirá nada.
Allí es donde nosotros podemos ayudar, no en plan de chantaje, como se está previendo (…) venimos a trabajar, a tratar de luchar en el plano de los principios y de las ideas, para que nuestros pueblos se desarrollen, porque todos o casi todos los señores representantes han dicho: Si la Alianza para el Progreso fracasa, nada puede detener la ola de movimientos populares –yo lo digo con mis términos, pero eso se quiso decir– nada puede detener las olas de movimientos populares, si la Alianza para el Progreso fracasa, y nosotros estamos interesados en que no fracase, en la medida que signifique para América una real mejoría en los niveles de vida de todos sus doscientos millones de habitantes. Puedo hacer aquí esta afirmación con honestidad y con toda sinceridad.
(…) Bien, es muy largo lo que tengo que decir en cada uno de los puntos, abreviaremos para discutirlos, con espíritu fraterno, en las comisiones. Simplemente unos datos generales, unas apreciaciones generales.
(…) Los expertos sugieren sustitución de ineficientes latifundios y minifundios por fincas bien equipadas. Nosotros decimos: ¿quieren hacer la Reforma Agraria?, tomen la tierra al que tiene mucha y dénsela al que no la tiene. Así se hace la Reforma Agraria, lo demás es canto de sirena. La forma de hacerlo: si se entrega un pedazo en parcelas de acuerdo con todas las reglas de la propiedad privada; si se hace en propiedad colectiva; si se hace una mezcla –como tenemos nosotros– eso depende de las peculiaridades de cada pueblo. Pero la Reforma Agraria se hace liquidando los latifundios, no yendo a colonizar allá lejos.
(…) Pero, hay un punto el cual es muy interesante –es el filtro, el purificador: los técnicos, creo que son siete– de nuevo señores, el peligro de la letrinocracia, metido en medio de los acuerdos con que los pueblos quieren mejorar su nivel de vida; otra vez políticos disfrazados de técnicos diciendo, aquí sí y aquí no; porque tú has hecho tal cosa y tal cosa, sí –pero en realidad porque eres un fácil instrumento de quien da los medios– y a ti no, porque has hecho esto mal –pero, en realidad, porque no eres instrumento de quien da los medios, porque dices, por ejemplo, que no puedes aceptar como precio de algún préstamo que Cuba sea agredida.
Ese es el peligro, sin contar que los pequeños, como en todos lados, son los que reciben poco o nada. Hay, señores delegados, un solo lugar donde los pequeños tienen derecho al “pataleo”, y es aquí, donde cada voto es un voto, y donde eso hay que votarlo, y pueden los pequeños –si están en actitud de hacerlo– contar con el voto militante de Cuba en contra de la medida de los “siete”, que es “esterilizante”, “purificante” y destinada a canalizar el crédito, con disfraces técnicos por caminos diferentes.
(…) Pasamos, ahora, al Punto 2 del Temario. Y, naturalmente, antes de analizarlo, formularemos una cuestión política.
Amigos nuestros –que hay muchos, aunque no lo parezca– en estas reuniones, nos preguntaban si estábamos dispuestos a reingresar al seno de las naciones latinoamericanas. Nosotros nunca hemos abandonado las naciones latinoamericanas, y estamos luchando porque no se nos expulse, porque no se nos obligue a abandonar el seno de las repúblicas latinoamericanas. Lo que no queremos es ser arria, como hablaba Martí. Sencillamente eso.
Nosotros denunciamos los peligros de la integración económica de la América Latina, porque conocemos los ejemplos de Europa y, además, América Latina ha conocido en su propia sangre lo que costó para ella la integración económica de Europa. Denunciamos el peligro de que los monopolios internacionales manejaran totalmente los procesos del comercio dentro de las asociaciones de libre comercio. Pero nosotros lo anunciamos también aquí, en el seno de la Conferencia, y esperamos que se nos acepte, que estamos dispuestos a ingresar a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, como uno más, criticando también lo que haya que criticar, pero cumpliendo todos los requisitos, siempre y cuando se respete, de Cuba, su peculiar organización económica y social, y se acepte ya como un hecho consumado e irreversible, su gobierno socialista.
(…) El Punto 3 del temario ha sido tratado con la misma delicadeza que los otros, por los señores técnicos; con dos suaves pincitas han tomado el asunto, han levantado un poquito el velo, y lo han dejado caer inmediatamente, porque la cosa es dura...
“Hubiera sido deseable –dicen– y hasta tentador para el grupo formular recomendaciones ambiciosas y espectaculares. No lo hizo, sin embargo, debido a los numerosos y complejos problemas técnicos que habría sido necesario resolver. Así es como las recomendaciones que se formulan tuvieron, necesariamente, que limitarse a aquellas que se consideraron técnicamente realizables.”
No sé si seré demasiado perspicaz, pero creo leer entre líneas. Como no hay pronunciamientos, la delegación cubana plantea en forma concreta que de esta reunión debe obtenerse: garantía de precios estables, sin “pudieran” ni “podrían”, sin “examinaríamos” ni “examinaremos”, sino garantías de precios estables; mercados crecientes o al menos estables, garantías contra agresiones económicas; garantías contra la suspensión unilateral de compras en mercados tradicionales; garantías contra el “dumping” de excedentes agrícolas subsidiados, garantías contra el proteccionismo a la producción de productos primarios; creación de las condiciones en los países industrializados para las compras de productos primarios con mayor grado de elaboración.
(…) Y viene el Punto 5 del temario, porque el 4 es nada más que un informe. Este Punto 5 es la otra cara de la moneda.
Fidel Castro dijo, en ocasión de la Conferencia de Costa Rica, que Estados Unidos había ido “con una bolsa de oro en una mano y un garrote en la otra”. Hoy aquí, Estados Unidos viene con la bolsa de oro –afortunadamente más grande– en una mano, y la barrera para aislar a Cuba en la otra. Es, de todas maneras, un triunfo de las circunstancias históricas.
Pero en el Punto 5 del temario se establece un programa de medidas en América Latina para la regimentación del pensamiento, la subordinación del movimiento sindical y, si se puede, la preparación de la agresión militar contra Cuba.
Se prevén tres pasos, a través de toda la lectura: movilización desde ahora mismo, de los medios de difusión y propaganda latinoamericana contra la Revolución cubana y contra las luchas de nuestros pueblos por su libertad; constitución, en reunión posterior, de una Federación Interamericana de Prensa, Radio, Televisión y Cine, que permita a Estados Unidos dirigir la política de todos los órganos de opinión de América Latina, de todos –ahora no hay muchos que estén fuera de su esfera de influencia, pero pretende de todos– controlar monopolísticamente las nuevas empresas de información y absorber a cuantas sea posible de las antiguas.
(…) Se pretende, señores delegados, establecer el mercado común de la cultura, organizado, dirigido, pagado, domesticado; la cultura toda de América al servicio de los planes de propaganda del imperialismo, para demostrar que el hambre de nuestros pueblos no es hambre, sino pereza. ¡Magnífico!
Frente a esto, nosotros respondemos: debe hacerse una exhortación a que los órganos de opinión de América Latina se hagan partícipes de los ideales de liberación nacional de cada pueblo latinoamericano. Se debe hacer una exhortación al intercambio de información, medios culturales, órganos de prensa, y a la realización de visitas directas sin discriminaciones entre nuestros pueblos, señores, porque un norteamericano que va a Cuba tiene cinco años de prisión al retornar a su país en estos momentos; exhortación a los gobiernos latinoamericanos para que garanticen las libertades que permitan al movimiento obrero la organización sindical independiente, la defensa de los intereses de los obreros y la lucha por la independencia verdadera de sus pueblos; y condenación total, absoluta, del Punto 5, como un intento del imperialismo de domesticar lo único que nuestros pueblos estaban ahora salvando del desastre: la cultura nacional.
(…)
Ahora viene la parte final de nuestra intervención, la parte de las definiciones, porque queremos precisar bien nuestra posición.
Hemos denunciado la Alianza para el Progreso como un vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de los otros pueblos de América Latina, a esterilizar el ejemplo de la Revolución Cubana, y, después, a domesticar a los otros pueblos de acuerdo con las indicaciones del imperialismo. Quisiera que se me permitiera demostrar cabalmente esto.
Hay muchos documentos interesantes en el mundo. Nosotros distribuiremos entre los Delegados algunos documentos que llegaron a nuestras manos (…) esto se completa y da la imagen del cuadro y de todo el tinglado en que se va a empezar a desarrollar esta Conferencia, con otros informes de las instrucciones secretas dirigidas por el Departamento de Estado Norteamericano, en América Latina, sobre el “caso Cuba”.
Es muy importante esto, porque es lo que descubre dónde estaba la mamá del cordero. Dice así –me voy a permitir extractar un poco aunque después lo circularemos, en honor a una brevedad que ya he violado algo:
“De inicio, se dio ampliamente por sentado en América Latina que la invasión estaba respaldada por Estados Unidos y que, por lo tanto, tendría éxito. La mayoría de los gobiernos y sectores responsables de la población estaban preparados para aceptar un hecho consumado (fait accompli), aunque existían recelos acerca de la violación del principio de no intervención. Los comunistas y otros elementos vehementes pro–Castro, tomaron inmediatamente la ofensiva con demostraciones y actos de violencia dirigidos contra agencias de Estados Unidos en varios países, especialmente en Argentina, Bolivia y México. Sin embargo, tales actividades anti-norteamericanas y pro–Castro, recibieron un respaldo limitado y tuvieron menos efecto del que pudiera haberse esperado.”
“El fracaso de la invasión desalentó a los sectores anti-Castro, los cuales consideran que Estados Unidos debían hacer algo dramático que restaurara su dañado prestigio, pero fue acogido con alegría por los comunistas y otros elementos pro-Castro.”
Continúa:
“En la mayoría de los casos, las reacciones de los gobiernos latinoamericanos no fueron sorprendentes. Con la excepción de Haití y República Dominicana, las repúblicas que ya habían roto o suspendido sus relaciones con Cuba expresaron su comprensión de la posición norteamericana (…) Venezuela, Colombia y Panamá expresaron una seria preocupación por las penetraciones soviéticas y del comunismo internacional en Cuba, pero se mantuvieron a favor de realizar algún tipo de acción colectiva de la OEA – “acción colectiva de la OEA”, entramos en terreno conocido– para habérselas con el problema cubano (…)
“Asimismo, existen muy pocas dudas de que algunos de los elementos anteriormente no comprometidos de la América Latina han quedado impresionados favorablemente por la habilidad de Castro en sobrevivir a un ataque militar, apoyado por Estados Unidos, contra su régimen. Muchos que habían vacilado en comprometerse antes, porque suponían que Estados Unidos eliminaría al régimen de Castro con el tiempo, puede que hayan cambiado ahora de opinión. La victoria de Castro, les ha demostrado el carácter permanente y factible de la Revolución Cubana –informe de Estados Unidos. Además, su victoria ha excitado sin duda la latente actitud antinorteamericana que prevalece en gran parte de la América Latina.”
“En todos los respectos, los Estados Miembros de la OEA son ahora menos hostiles a la intervención de Estados Unidos en Cuba que antes de la invasión, pero una mayoría –incluyendo Brasil y México, que suman más de la mitad de la población de América Latina– no está dispuesta a intervenir activamente y ni siquiera a unirse en una cuarentena contra Cuba. Tampoco pudiera esperarse que la Organización le diera de antemano su aprobación a la intervención directa de Estados Unidos, excepto en el caso de que Castro esté involucrado sin lugar a dudas en un ataque a un gobierno latinoamericano.”
(…) “La oposición mantenida por México durante mucho tiempo a la intervención de cualquier tipo, no representaría un obstáculo insuperable a la acción colectiva de la OEA contra Cuba. La actitud del Brasil, sin embargo, que ejerce una fuerte influencia sobre sus vecinos suramericanos, es decisiva para la cooperación hemisférica. Mientras Brasil rehúse actuar contra Castro, es probable que un número de otras naciones, incluyendo Argentina Chile, no tengan deseos de arriesgarse a repercusiones internas adversas por complacer a Estados Unidos.”
“La magnitud de la amenaza que constituyen Castro y los comunistas en otras partes de la América Latina, seguirá probablemente dependiendo en lo fundamental de los siguientes factores: a) la habilidad del régimen en mantener su posición; b) su eficacia en demostrar el éxito de su modo de abordar los problemas de reforma y desarrollo; y c) la habilidad de los elementos no comunistas en otros países latinoamericanos en proporcionar alternativas, factibles y popularmente aceptables. Si, mediante la propaganda, etcétera, Castro puede convencer a los elementos desafectos que existen en la América Latina, de que realmente se están haciendo reformas sociales –es decir, si de esto que decimos se convencen los señores delegados que es verdad– básicas que benefician a las clases más pobres, crecerá el atractivo del ejemplo cubano y seguirá inspirando imitadores de izquierda en toda la zona. El peligro no es tanto de que un aparato subversivo, con su centro en La Habana, pueda exportar la revolución, como de que una creciente miseria y descontento entre las masas del pueblo latinoamericano proporcione a los elementos pro–Castro, oportunidades de actuar.”
(…) “A medida que pasa el tiempo, y ante la ausencia de una intervención directa de Cuba en los asuntos internos de Estados vecinos, los presentes temores al castrismo, a la intervención soviética en el régimen, a su naturaleza “socialista”, –ellos lo ponen entre comillas– y a la repugnancia por la represión de Estado policía de Castro, tenderán a decrecer y la política tradicional de no intervención se reafirmará.”
Dice después: “Aparte de su efecto directo sobre el prestigio de Estados Unidos en esa zona –que indudablemente ha descendido como resultado del fracaso de la invasión– la supervivencia del régimen de Castro, pudiera tener un profundo efecto sobre la vida política americana en estos años venideros. La misma prepara la escena para una lucha política en los términos promovidos por la propaganda comunista durante mucho tiempo en este Hemisferio, quedando de un lado las fuerzas “populares” –entre comillas– antinorteamericanas y del otro los grupos dominantes aliados a Estados Unidos (…) El apoyo popular que actualmente disfrutan los grupos que buscan cambios evolutivos o el respaldo potencial que normalmente pudieran obtener a medida que las masas latinoamericanas se tornan más activas políticamente, se perderían en la medida en que los líderes políticos extremistas, utilizando el ejemplo de Castro, puedan hacer surgir apoyo para el cambio revolucionario.”
Y en el último párrafo, señores, aparece nuestra amiga aquí presente: “La Alianza para el Progreso pudiera muy bien proporcionar el estímulo para llevar a cabo programas más intensos de reforma, pero a menos que éstos se inicien rápidamente y comiencen pronto a mostrar resultados positivos, es probable que no sean un contrapeso suficiente a la creciente presión de la extrema izquierda. Los años que tenemos por delante serán testigos casi seguramente de una carrera entre aquellas fuerzas que están intentando iniciar programas evolutivos de reforma y las que están tratando de generar apoyo de masas para la revolución fundamental económica y social. Si los moderados se quedan atrás en esta carrera pudieran, con el tiempo, verse privados de su apoyo de masas y cogidos en una posición insostenible entre los extremos de la derecha y la izquierda.”
Estos son, señores delegados, los documentos que la delegación de Cuba quería presentar ante ustedes, para analizar descarnadamente la Alianza para el Progreso. Ya sabemos todos el íntimo sentir del Departamento de Estado norteamericano: “es que hay que hacer que los países de Latinoamérica crezcan, porque si no viene un fenómeno que se llama castrismo, que es tremendo para Estados Unidos.”
Pues bien, señores, hagamos la Alianza para el Progreso sobre esos términos: que crezcan de verdad las economías de todos los países miembros de la Organización de Estados Latinoamericanos; que crezcan, para que consuman sus productos y no para convertirse en fuente de recursos para los monopolios norteamericanos; que crezcan, para asegurar la paz social, no para crear nuevas reservas para una eventual guerra de conquista; que crezcan para nosotros, no para los de afuera. Y a todos ustedes, señores delegados, la delegación de Cuba les dice, con toda franqueza: queremos, dentro de nuestras condiciones, estar dentro de la familia latinoamericana; queremos convivir con Latinoamérica; queremos verlos crecer, si fuera posible, al mismo ritmo en que estamos creciendo nosotros, pero no nos oponemos a que crezcan a otro ritmo. Lo que sí exigimos es la garantía de la no agresión para nuestras fronteras.
No podemos dejar de exportar ejemplo, como quiere Estados Unidos, porque el ejemplo es algo espiritual que traspasa fronteras. Lo que sí damos la garantía de que no exportaremos revolución, damos la garantía de que no se moverá un fusil de Cuba, de que no se moverá una sola arma de Cuba para ir a luchar en ningún otro país de América.
Lo que no podremos asegurar es que la idea de Cuba deje de implantarse en algún otro país de América y lo que aseguramos en esta conferencia, a la faz de los pueblos, es que si no se toman medidas urgentes de prevención social, el ejemplo de Cuba sí prenderá en los pueblos y, entonces sí, aquella exclamación que una vez diera mucho que pensar, que hiciera Fidel un 26 de julio y que se interpretó como una agresión, volverá a ser cierta. Fidel dijo que si seguían las condiciones sociales como hasta ahora, “la cordillera de los Andes sería la Sierra Maestra de América”.
Nosotros, señores delegados, llamamos a la Alianza para el Progreso, la alianza para nuestro progreso, la alianza pacífica para el progreso de todos. No nos oponemos a que nos dejen de lado en la repartición de los créditos, pero sí nos oponemos a que se nos deje de lado en la intervención en la vida cultural y espiritual de nuestros pueblos latinoamericanos, a los cuales pertenecemos.
Lo que nunca admitiremos es que se nos coarte nuestra libertad de comerciar y tener relaciones con todos los pueblos del mundo, y de lo que nos defenderemos con todas nuestras fuerzas es de cualquier intento de agresión extranjera, sea hecho por la potencia imperial o sea hecha por algún organismo latinoamericano que englobe el deseo de algunos de vernos liquidados (…).
Eso es todo, señores delegados.

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