miércoles, 6 de julio de 2011

POPULISMO - Rodrigo Santillán Peralbo

FENÓMENO POLÍTICO QUE SE CONSOLIDA EN SOCIEDADES EMPOBRECIDAS POR EL SISTEMA DE EXPLOTACIÓNEl populismo es un fenómeno político, económico, social y cultural que impone un gobernante al aprovecharse de un pueblo carente de cultura política o de escasa o nula formación doctrinaria y, además, empobrecido por la acción del sistema de explotación y la existencia de clases privilegiadas que patentizan las injusticias sociales. Es propio, además de la debilidad ideológica o indefinida del líder, casi siempre con veleidades socialistas revolucionarias, sin olvidar que también existe el populismo de derecha o francamente fascista.



Según wikipedia “el populismo (del latín populus "pueblo") es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicas), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al "pueblo" como fuente del poder. Los personajes populistas se caracterizan porque afirman enfocarse en el pueblo y velar por este.
La aparición del populismo como fenómeno social se liga a procesos de rápida modernización o cambio como una postura crítica ante los distintos grados de desarrollo que estos procesos pueden generar en las diversas clases o regiones de un país y en consecuencia una desigualdad en varios ámbitos de la sociedad. El término populismo se ha usado en política con dos acepciones diferentes; una de ellas tiene un significado positivo, pero principalmente se usa aquella con una connotación peyorativa.
En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a las medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes”.
El gobernante populista se caracteriza, en consecuencia, por la adopción de “medidas populares” para ganar simpatías y votos entre los sectores más expoliados y clases medias con ansias de reivindicación. Esas medidas, eventualmente, pueden devenir en antiinstitucionales e inclusive anti-Estado democrático, por la tendencia del líder a la concentración de poder ya que se considera a sí mismo como una especie de elegido que todo lo sabe, para sembrar de felicidad a las masas esperanzadas de cambios que les beneficien. El populista suele ser mesiánico, y con el uso del discurso de lenguaje exaltado o popular termina alienador o manipulador.
El populista recurre al dictado de acciones populares con la pretensión de atacar a las clases dominantes a las que, generalmente, suele respetar o envidiar en el fondo de su ser cognoscitivo y conciencial.
El populista con prédicas izquierdosas, antioligárquicas o antiimperialistas puede devenir en contrarrevolucionario porque no es de su interés la transformación radical de las estructuras y superestructuras económicas, políticas, sociales y culturales o la defensa irrestricta de la soberanía e independencia de su patria frente al dictado imperial.
Al populista le interesa mantener o ampliar su popularidad para conservar el poder, el caudillismo y la hegemonía. Para ese fin requiere de obsecuentes servidores que alaben su personalidad. El populista jamás entiende de lealtades si no son para sí mismo. El coro de los subordinados y el aplauso de las masas engrandece y magnifica al líder populista.
El padre del populismo ecuatoriano fue José María Velasco Ibarra y un partido político eminentemente populista fue el CFP (Concentración de Fuerzas Populares) fundado por Guevara Moreno y luego, arrebatado por Assad Bucaram, “el patán de noble corazón”.
A nivel latinoamericano, según varios analistas, en estos tiempos existe un populismo izquierdoso que se nota entre los gobiernos que se autoproclaman socialistas del siglo XXI. Estos serían Daniel Ortega en Nicaragua, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.
En esos países existe un afán gubernamental por otorgar algunos beneficios -aunque mínimos- a la población históricamente excluida, expoliada, empobrecida que se aglutina en barrios urbanos marginales y en amplios sectores rurales con escasos servicios estatales. El discurso es netamente popular con visos de exaltación cuando pretende criticar a la clase dominante y que se matiza con ofertas de dádivas que, en última instancia, no significan ninguna superación del estado de pobreza-indigencia y tampoco solución a los consuetudinarios problemas de carencia de vivienda, educación, trabajo, salud pública.
Siempre se conceden paliativos, pero no soluciones radicales, pues “no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a los ciudadanos capacidades reales de autodeterminación a los pueblos, pero que sirven para que eleven o mantengan la popularidad de los caudillos o del régimen reforzando su poder.
En muchos casos, a pesar del discurso contra ellas, las clases sociales estratificadas, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.), los intereses eclesiásticos y militares, la función pública, se mantienen vigentes o en el mejor de los casos cambian de manos, pero el poder de tales estructuras sobre la población no desaparece”, aunque, ciertamente, pueden ser disminuido.
Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del buen agrado de la población en general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas e incluso pueden tener tintes más o menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos.
Se diferencia de la demagogia porque se refiere no sólo a discursos, sino también a acciones. Así, se la puede entender como una táctica de uso limitado, o bien como una forma permanente de hacer política y permanecer en el poder.
Ahora bien, la definición abstracta de lo que es el bienestar general del "pueblo" así como de corto plazo, orden social instituido u autodeterminación permiten manipular el uso del término y aplicarlo eventualmente contra los adversarios políticos. Por ejemplo algunas veces grupos conservadores o neoliberales lo aplican erradamente a movimientos o partidos socialistas, sin embargo el populismo no aboga por ideologías precisas o por la concientización y el debate o consenso de tesis políticas o económicas claras sino que aboga por los sentimientos de aceptación masiva de un grupo en el poder y de una ideologización superficial pero intensiva. Por lo cual el populismo no es de "izquierda" o de "derecha", puesto que es una práctica del grupo en el poder y no un movimiento ideológico propiamente dicho.”
El populismo tampoco tiene entre sus objetivos o prioridades conformar un gobierno del pueblo y para el pueblo; es decir que el pueblo, de manera efectiva y organizada, ejerza el poder directamente en reemplazo de los partidos políticos y sus líderes que son los que han usurpado el poder, así sea a través del sufragio universal. El gobernante populista aspira a legitimar su poder desde las urnas y, para ese fin, convoca a elecciones periódicamente, inclusive para preguntar al electorado asuntos de “interés general” que crea en las masas la ilusión de sentirse parte esencial del gobierno. Consultas populares y referéndum, con la intervención de propaganda masiva, deviene en formas sesgadas de ejercicio de una especie de democracia directa y participativa.
Para el estudioso Carlos Domingo, “el populismo es un sistema que se ha usado para gobernar un país con una gran parte de su población en estado de pobreza pero con cierto grado de instrucción política”. La realidad demuestra que el populismo adquiere connotación es de poder en colectividades carentes de instrucción. En Estados Unidos se han dado gobiernos populistas como los de Reagan, Bush padre, Clinton y Obama, precisamente porque el pueblo estadounidense es el menos formado políticamente y uno de los más desinformados del mundo.
Según Domingo, los rasgos más notables del populismo son:
Una minoría (entre 10% y 30%) de la población con un nivel de vida aceptable en alojamiento, alimentación, salud, instrucción, posesión de bienes y proyectos para el futuro.
Una mayoría (60% o más) tiene un nivel de vida bajo pero, esto es esencial, está en gran parte alfabetizada o, a través de radio, cine y TV tiene conocimiento de niveles de vida más altos y en muchos casos cierta experiencia política. Es este nivel de información el que hace al sistema inestable y favorece la solución populista. Si no lo hay, el miserable estado de división permanece con los privilegiados dominando a los pobres. La instrucción pública y los medios de comunicación masivos hacen que los pobres imaginen que puede cambiar su situación. Como no saben cómo hacerlo se produce un estado de resentimiento.
Por razones de estructura económica interna (productividad baja, falta de mano de obra calificada, nivel tecnológico bajo, escasez de espíritu empresarial y competitivo, inseguridad, baja rentabilidad para la inversión o una situación de desastre) y de inserción del país en el sistema económico mundial (exportaciones de uno o pocos productos, escasa competitividad, percepción de una renta agraria o minera que sólo alcanza para favorecer una parte minoritaria de la población y es distribuida entre pocos) es muy difícil que esa mayoría pueda alcanzar un nivel de vida aceptable. En general, eso exigiría transformaciones y cambios de comportamiento que ninguno de los dos grupos está dispuesto a aceptar. No entraremos en detalles sobre estas transformaciones. Cuando, debido a la información, la diferencia entre los dos grupos deviene contradicción, cada grupo señala al otro que es lo que debería hacer, así que hay un repertorio de proposiciones, exigencias y acusaciones con las cuales el lector estará muy familiarizado. Los pobres son acusados de haraganes, no ahorrativos, que no se instruyen, de vida desordenada.
Los privilegiados de egoístas, ineptos para gobernar, corruptos y tramposos.
Casi todas las acusaciones tienen una parte de verdad. Temor en el grupo privilegiado y resentimiento en el grupo marginal son los sentimientos predominantes. Lo cierto es que la situación aparece como explosiva y sin salida. El dominio tradicional de los privilegiados basado en el respeto, la tradición, la represión, la religión o la colonización entra en quiebra.
“La prédica del populismo es la lucha contra la injusticia que mantiene pobres a la mayoría de la población, la culpa -se dice- es de los privilegiados que viven bien a costa de la miseria del pueblo. No se habla de la productividad ni de la estructura de la economía.
El líder, casi siempre de origen humilde, apela a los resentimientos de los pobres y amenaza a los privilegiados. Siempre se gana a una fracción de estos que por alguna causa están disconformes con su situación económica, de poder o tienen ideologías contra el sistema vigente. Se apoya además en sentimientos que han sido bien estudiados por los psicólogos sociales: la atracción de una figura paternal protectora y salvadora, y la tendencia humana a afiliarse a uno de dos bandos antagónicos. Apela más a los símbolos que al discurso racional para convencer. Actos masivos ruidosos, largos discursos declamatorios, emotivos y amenazantes y desplantes en relaciones internacionales mantienen la figura del líder ante su pueblo. Apela al patriotismo y a las tradiciones culturales para unir a los que lo apoyan y acusa a los que se oponen de antipatrióticos.
Las declaraciones y acciones contra enemigos externos e internos, reales o imaginarios tienen el mismo fin. Esto se repite monótonamente en todos los líderes. En muchos casos sus principios ideológicos pretenden trascender las fronteras de su país y se trata de impulsarlos en otros países, entrando en conflictos internacionales. Durante la guerra fría los líderes populistas jugaron con el antagonismo de EEUU y la URSS para obtener ayuda económica y militar de ambos.
La acción política tiende a lograr el unipartidismo o un partido dominante y el control del poder legislativo y judicial. En algunos casos el partido dominante dura más que el líder fundador dando lugar a una sucesión de mandatarios que dan apariencia de democracia, aunque no hay alternancia de partidos, sostenía Domingo.
José Villarroel Yanchapaxi manifestaba que según Hernán Ibarra, el populismo en términos más amplios se define como: “Un estilo de hacer política sustentado en la movilización de las masas y un liderazgo carismático. Surge como parte de los procesos de modernización social y política muy limitados.
Estos se caracterizan por un sistema partidario frágil, debilidad institucional y amplios segmentos de la población no incorporados o excluidos de la política, de allí que se convierta en constante la desarticulación social expresada en la falta de autonomía entre actores sociales y políticos, y el determinismo de los actores políticos sobre la sociedad”.
La hipótesis de que el Socialismo Siglo XXI sea populista, se fundamenta sustancialmente en el discurso de cierto corte social y acciones populares de los gobiernos de Ortega, Chávez, Correa y Morales. Se debe considerar que el Socialismo Siglo XXI carece de fundamentos científicos, ideológicos y doctrinarios y, además, es una entelequia de contradicciones insalvables e incompatibles con la esencia del socialismo científico y mucho más con el comunismo. Para un verdadero marxista-leninista el populismo es una aberración histórica y un engaño presente.
Más allá de las críticas que se puedan esgrimir en contra del populismo de los gobiernos mencionados, cabe destacar y enfatizar que el discurso antiimperialista que pronuncian, termina por ser concienciador entre las masas que sienten la expoliación imperial, pero que no saben explicarla. Las acciones, son de vital trascendencia en defensa de la soberanía e independencia de nuestras patrias: rechazo a las bases militares yanquis instaladas en América Latina y el Caribe y a la IV Flota que navega en nuestros mares, repudio al ALCA y negativa a firmar los tratados de libre comercio, expulsión a la DEA en Venezuela, del Director de la CIA y de la embajadora Hodges en Ecuador, críticas profundas a la USAID y DEA en Bolivia, rechazo al Plan Colombia, cierre de la Base aérea de Manta en Ecuador, rechazo a la instalación de bases militares de Estados Unidos en Colombia, repudio al golpe de Estado en Honduras, iniciativas para crear una nueva OEA de América Latina y el Caribe, sin la participación de Estados Unidos, organización de la UNASUR y del ALBA.
UNASUR y ALBA son dos sueños de integración que caminan hacia la concreción de realidades y que luchan en busca de establecer un nuevo tipo de relaciones con el imperio. Es preciso e imperativo cambiar la historia porque nuestros pueblos comenzaron a despertar del letargo neocolonial. Las nuevas relaciones Estados Unidos-América Latina deben fundamentarse en principios humanistas y universales: paz, solidaridad, justicia social, libertad, democracia verdadera y profunda, comercio equitativo que liquide las desigualdades explotadoras, vigencia plena de los derechos humanos, retiro de las bases militares, fin del tutelaje imperial. Nuestras patrias no necesitan amos. Necesitan socios para forjar el desarrollo socio-económico-político y cultural.
Rodrigo Santillán Peralbo
Revista: Siempre

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