miércoles, 21 de septiembre de 2011

La independencia de Armenia,vista por MARIANO SARAVIA.

Yerevan
Mariano Saravía. En estos días en que el mundo está pendiente de la presentación de los palestinos ante la ONU reclamando su derecho a tener un Estado, se cumplen 20 años de la independencia de la República de Armenia. Y los palestinos tienen muchos puntos en común con los armenios, incluso con los judíos, aunque parezca paradójico. Es que son pueblos que a lo largo de la historia, han sufrido persecuciones y saben lo importante que es tener un Estado propio.

El año pasado pude recorrer los campos del nazismo en Polonia. Aushwitz. Treblinka. Majdanek. Además de tomar conciencia de la dimensión de lo que Hannah Arendt llamaba “la banalidad del mal”, uno también toma conciencia de la importancia que tiene para los judíos el Estado de Israel.
Así Así como a fines del 2008 y principios del 2009 estuve en Cisjordania, justo cuando fue la criminal agresión de Israel contra la Franja de Gaza. Conocí de cerca los sufrimientos y las humillaciones a las que somete Israel a los palestinos y entendí también la necesidad de ese pueblo de tener un Estado que lo defienda.

Algo parecido sucede con los armenios, que hoy pueden celebrar los 20 años de la República de Armenia. Pero en medio de los festejos, agradezco este espacio para alertar también sobre otros armenios que hoy necesitan de un Estado que los proteja de persecuciones y peligros que hoy los afectan. Los hermanos de Nagorno Karabakh y de Djabakh. Mientras tú lees este artículo, ellos la están pasando muy mal.
El filósofo e historiador francés Ernesto Renán, en una conferencia pronunciada en la Sorbona en el año 1882, sostuvo que “una Nación es un resultado histórico provocado por una serie de hechos que se orientan en un igual sentido”. Y mucho más que los factores aislados como dinástico, étnico, lingüístico, religioso, económico, geográfico y militar, y afirmó que una Nación es un “principio espiritual” que deviene de las grandes complicaciones de la historia. Y remarcó que una población puede llegar a ser una nación cuando “posee glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho grandes cosas juntos y querer hacerlas”.
Más allá de los distintos Estados armenios que existieron en distintos momentos históricos, la nación armenia existe desde hace miles de años y siempre en ese mismo lugar, en el límite entre Europa y Asia. Durante todos esos siglos, los armenios tuvieron glorias comunes, una voluntad común y han hecho grandes cosas juntos. Pero también vivieron juntos la experiencia traumática de un genocidio, y justamente por ser armenios. Fue a manos del Estado de turno entre 1915 y 1923. Lo comenzó el Imperio Otomano y lo terminó la República de Turquía. Y esa experiencia traumática reforzó aún mucho más el espíritu de nación, pero también la conciencia de la necesidad de contar con un Estado propio, que sin embargo, se demoró 70 años en llegar.

Un Estado necesita por lo menos tres atributos indispensables: población, territorio y gobierno. Tener un territorio propio y sobre todo un gobierno propio significa también tener fuerzas armadas y en definitiva una defensa para su población de eventuales agresiones externas. De hecho, la propaganda turca negacionista, sigue haciendo referencia a una supuesta guerra y a agresiones mutuas
En realidad, lo que hubo fue un Estado, el otomano, volcado con un plan sistemático de exterminio contra sus propios ciudadanos, en este caso de la nación armenia. Pero al no tener un Estado, estos ciudadanos estaban indefensos. De dos millones de armenios que vivían en el Imperio Otomano, se calcula que sólo sobrevivieron 500 mil, la mayoría de los cuales escaparon o hacia Siria y luego el periplo que los llevaría a la diáspora, o bien hacia la Armenia Oriental, que bajo la incipiente Unión Soviética, lograron al menos poner un límite al genocidio. Luego vendrían otras alternativas, buenas y malas, que durarían 70 años, sin el objetivo de un Estado propio. Incluso, estas alternativas y la forma en que eran vistas a la distancia, fueron causa de serias discrepancias y desunión en la diáspora armenia de Sudamérica, por lo menos.

Finalmente, ese objetivo de un Estado propio se consiguió el 21 de setiembre de 1991, luego de la caída de la Unión Soviética y desde ese momento, la República de Armenia ha atravesado también momentos felices y amargos, una guerra abierta contra Azerbaijan por el retoño que se llama Nagorno Karabakh y un estado de guerra latente hasta hoy. Pero esa guerra victoriosa fue posible gracias a la existencia de un Estado, sin ese Estado, quizá matanzas como la de Sumgait de 1988 se hubieran repetido
.Por el reconocimiento de Nagorno Karabakh En el año 2006 estuve en la República de Armenia para la investigación que derivó en mi libro El grito armenio y también visité Nagorno Karabakh. Allí, entrevisté al alcalde de Stepanakert, Eduard Aghabegian, En un bar de la capital, con un vino típico de la región, se enorgullese de todo lo que ha podido hacer por su ciudad: “Digame la verdad, ¿cierto que si no lo hubiera leído o no se lo hubieran contado, no se daría cuenta que aquí hubo una guerra hace pocos años? Me han dicho que la ciudad es tan bonita y limpia que no tiene nada que envidiarles a Amsterdam o París”.

.-¿Valió la pena tanto sufrimiento? Creo que sí, la libertad no tiene precio y vale la pena cualquier sufrimiento por conseguir la libertad. Hoy vivimos en libertad, y es una verdadera libertad en todo sentido, porque cuando hablo de libertad hablo de la libertad de la gente. ¿Para qué quiero yo liberar mi tierra si no puedo compartir luego esa libertad con mi gente?

.- El próximo paso sería que el mundo empiece a respetar y a reconocer esa libertad...-
Sí, pero no nos hacemos tanto problema, eso ya llegará a su debido momento. Por supuesto que nos ocupamos del tema y trabajamos para conseguir eso, porque nos parece importante. Pero es más importante aún que nosotros mismos nos reconozcamos. Si el mundo no nos reconoce, nosotros sí nos reconocemos libres
.Evitar un genocidio en Djavakh También estuve con el canciller Gyorgi Petrosyan. En su sobria oficina, me dijo: “Conseguir el reconocimiento internacional es la principal tarea. Estamos en un proceso que tiene sus raíces en la idea de la libertad. Tenemos que continuar la lucha para recibir al final el reconocimiento a nuestra independencia como república. En nuestra historia moderna venimos reclamando desde el año 1941 un referendum por la independencia. Tuvimos que conseguir nuestra libertad por nosotros mismos y organizarnos como Estado durante la guerra”.

.-¿Cómo los afecta la falta de reconocimiento por parte de la comunidad internacional?
- En un seminario de política internacional en Estados Unidos, alguien dijo que Karabakh no podría aspirar a la independencia porque no existe. Cualquiera puede cerrar sus ojos y decir que no existimos, pero eso no quiere decir que sea verdad que no existimos. La Unión Soviética estuvo 23 años sin reconocimiento internacional, y sin embargo existía.

Nagorno Karabakh está atravesando hoy lo que la República de Armenia atravesó hace 20 años, pero lo hace con decisión, valentía y sacrificio. La libertad no tiene precio. Y la seguridad que puede dar un Estado propio, tampoco.
En una situación mucho peor están los 200 mil armenios de Djavakh, quienes están bajo la administración de Georgia, o mejor dicho bajo la desadministración habría que decir.
También allí estuve, para ver de cerca la discriminación y las persecuciones del gobierno de Tiflis. Mels Torosyan es como el alma de la comunidad en Akhalkalakh. Un cincuentón robusto, canoso y de gruesos bigotes. Se lo ve sufrido pero contagia energía y cuando cuenta la situación su discurso no suena a queja sino a exigencia, a quien sabe que allí donde hay una necesidad hay también un derecho. Se nota que está formado porque habla con la autoridad que confiere el conocimiento. Es periodista el periódico que edita lo tiene que imprimir en Armenia porque también se lo prohíben en su país. Además, representa a una organización no gubernamental y es reconocido como uno de los mayores especialistas no sólo sobre la zona sino también sobre toda la región del Cáucaso sur. Él toma la posta y empieza a explicar: “En Djavakh el 97 por ciento somos armenios, pero el gobierno de Georgia hace todo lo posible para que olvidemos nuestro origen, nuestra historia y nuestro idioma. Por ejemplo, nos obliga a que toda nuestra documentación esté en georgiano, en las escuelas obligan a nuestros niños a estudiar totalmente en georgiano y el idioma armenio está totalmente prohibido en cualquier cuestión oficial. Hemos conformado un partido político llamado Virk, que quiere representar a todos los armenios de Georgia, pero nos lo prohíben con sus leyes georgianas. Nuestro objetivo es mantener los valores sociales y religiosos del pueblo armenio. Una sola cosa es segura, que los armenios de Djavakh nunca abandonaremos esta tierra, porque es nuestra tierra. Y estamos seguros que en el futuro, no se cuándo, pero tendremos un Djavakh como todos queremos, que pueda recibir también a todos los armenios del mundo porque también es su tierra”.
En la iglesia de la Santa Cruz, el cura dice: “La situación es verdaderamente grave. Aprovecho tu intermedio para decirles a los armenios de todo el mundo que tomen conciencia de que junto con el problema de Karabakh, y quizá más, el de Djavakh es el problema más grave de la armenidad. No sé cómo va a seguir esto. No sé si nos tendríamos que separar de un Estado como el georgiano que se ha vuelto en nuestra contra. No soy el más indicado para hablar sobre eso porque soy sólo un líder religioso. Jesús dijo que si te pegan hay que poner la otra mejilla, pero ¿hasta qué punto, hasta cuándo? Hay que ver hasta cuándo nuestro pueblo podrá soportar una situación tan dura social y económica. Yo no quisiera que llegáramos a un punto de tener que decir ‘adios Georgia’”.
Uno de los más activos luchadores y quizá quien se anima a ir más allá en sus dichos es Grish Minasyan, quien se despacha: “Todos trabajamos por la libertad, pero sabemos que la lucha será larga y dura. Desgraciadamente, algunos de nuestro pueblo están esperando que les regalen la libertad, porque no quieren tener problemas, pero los problemas ya los tenemos y nadie nos los va a venir a solucionar de afuera ni nadie nos va a regalar la libertad. También es verdad que los movimientos sociales empiezan de a poco, con personas que empiezan a marcar el camino y luego se van sumando otros, y otros, creo que estamos en ese camino. Para mí, la única opción que le queda a Djavakh es la independencia, y después ver si es posible una unión con Armenia. Pero habrá que encontrar el momento justo para cada cosa. Después de la caída de la Unión Soviética no era el momento más apropiado porque no podíamos contar con la ayuda de Armenia, ya que estaba el conflicto en Nagorno Karabakh. Y si para conseguir la independencia tenemos que optar por la lucha, bueno, lo deberemos hacer. Todo es posible. Los armenios de Djavakh estamos en un proceso de pasar de la mera autodefensa a la construcción de nosotros mismos y de nuestra patria”.
En definitiva, he querido reflexionar simplemente sobre la importancia de tener un Estado propio que abrigue y sobre todo defienda a una nación. La mejor manera de celebrar este
21 de setiembre es valorar la importancia de la República de Armenia, dejando de lado las discusiones estériles entre los armenios de Armenia y los armenios de la diáspora. Todas esas discusiones las vengo escuchando y viendo desde hace tiempo y creo que son secundarias, cuando hay peligros tan amenazantes como los que han afrontado y afrontan aún hoy los armenios.

Un día, en un barrio periférico de Donostia le hice una entrevista a Joseba Álvarez, el encargado de Relaciones Internacionales de Batasuna. Le pregunté por qué yo notaba ciertas coincidencias entre la izquierda abertzale y el Partido Nacionalista Vasco. Me respondió: “Es que con ellos coincidimos en un primer objetivo que es tener un Estado para la nación vasca. Después, nos pelearemos para ver qué tipo de sociedad queremos construir, pero lo primero es conseguir un Estado”.
Algunos historiadores arriesgan una hipótesis un tanto aventurada: que los vascos son parientes de los armenios.
En estos días en que el mundo está pendiente de la presentación de los palestinos ante la ONU reclamando su derecho a tener un Estado, se cumplen 20 años de la independencia de la República de Armenia. Y los palestinos tienen muchos puntos en común con los armenios, incluso con los judíos, aunque parezca paradójico. Es que son pueblos que a lo largo de la historia, han sufrido persecuciones y saben lo importante que es tener un Estado propio.
El año pasado pude recorrer los campos del nazismo en Polonia. Aushwitz. Treblinka. Majdanek. Además de tomar conciencia de la dimensión de lo que Hannah Arendt llamaba “la banalidad del mal”, uno también toma conciencia de la importancia que tiene para los judíos el Estado de Israel.
Así como a fines del 2008 y principios del 2009 estuve en Cisjordania, justo cuando fue la criminal agresión de Israel contra la Franja de Gaza. Conocí de cerca los sufrimientos y las humillaciones a las que somete Israel a los palestinos y entendí también la necesidad de ese pueblo de tener un Estado que lo defienda.
Algo parecido sucede con los armenios, que hoy pueden celebrar los 20 años de la República de Armenia. Pero en medio de los festejos, agradezco este espacio para alertar también sobre otros armenios que hoy necesitan de un Estado que los proteja de persecuciones y peligros que hoy los afectan. Los hermanos de Nagorno Karabakh y de Djabakh. Mientras tú lees este artículo, ellos la están pasando muy mal.
[leer completo]
http://miscelaneaarmenia.blogspot.com/2011/09/la-independencia-de-armeniavista-por.html

No hay comentarios:

Ir arriba

ir arriba
Powered By Blogger