Ni Sarkozy ni Cameron pisaron la calle en Trípoli. Fueron a un hospital a consolar a las víctimas de sus crímenes, y se refugiaron en el hotel donde comparecieron ante la prensa, junto a Mustafá Abdeljalil, el bandido que dirige el CNT. Mucho brazo al aire, pero muchos más brazos de resistentes libios.
Ni se les ocurrió asomar la nariz por el distrito tripolitano de Abu Salim, en poder de la resistencia nacional libia, en previsión de que algún francotirador pudiera volarles la cabeza, algo que la humanidad, agredida por estos salvajes, agradecería sin duda.
Tres horas, 180 minutos de nada, y a salir corriendo-, por si acaso- rumbo a Bengasi. Y allí sí. Allí montaron el show. Era el lugar apropiado. Una ciudad sin ley, nido de terroristas que mantienen enfrentamientos sangrientos en lucha por el poder. Estaban, en definitiva, entre asesinos. Como ellos.
Publicado por JM Álvarez
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