Una de las principales estrategias del neoliberalismo ha sido la inscripción de su jerga modernizadora en el sentido común. Calidad, gobernanza, democracia, son así, conceptos con los cuales es difícil, sino imposible, estar en desacuerdo. Quién podría resistirse a una universidad donde sea la calidad y no el lucro lo que guíe sus principios; quién rechazaría una sociedad que tuviera a la democracia como principal baluarte político. Bueno, así es como opera el neoliberalismo, entregándonos una serie de nociones, no siempre bien definidas, con las que nos novemos en conjunto con quienes detentan el poder de gobernarnos. Dentro de estas palabras clave, capital humano y emprendimiento son dos de los principales dispositivos de gobierno. Por ello no es casual que algunos países hayan reemplazado en las escuelas un ingenuo nombre como el de “técnico manual” o “manualidades” por el de “emprendimiento”. Ahora, desde niños, se debe pensar en el futuro éxito que nuestras creaciones podrían tener. Ello implica que “el modelo” no es algo externo, que podamos criticar con cierta distancia. En neoliberalismo ya nos ha constituido, lo habitamos íntimamente, incluso cuando creemos resistirle, pues lo que no comprendió Neo es que de la Matrix no se despierta simplemente, puesto que la realidad, la creencia en una verdadera realidad, también es una ideología de la cual debemos desprendernos.
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