miércoles, 21 de octubre de 2009

El inútil perdón al burgúes

Ramón Pedregal Casanova

En el tiempo de crísis Benito Pérez Galdós escribió Misericordia, y fue entregada a los lectores en 1897, vísperas del definitivo hundimiento del imperio español. Galdós en su última novela saca al escenario de sus páginas a una multitud de pedigüeños en la puerta de la iglesia, en los caserones, en las barracas y chabolas donde alquilaban camas, jergones y suelos para dormir, las miserias y hambrunas de extraradio madrileño, y su lado la burguesía decadente y la iglesia como punto de encuentro y de separación de estos dos estratos sociales.

En el mundo de la caridad como la grasa para mantener la miseria, como componente necesario de la sociedad de lacayos y católicos. En oposición a esto se nos dice que la única manera de salvarse vendrá por la suerte, del azar, de la llegada fortuita de una herencia de otro católico que se dedicaba a mantener la mendicidad; nada productivo, nada transformador en los sostenedores de una sociedad que ellos mismos han agotado. La conclusión es que una vez recogida la herencia por la viuda burguesa empobrecida, ella, que vivía de las limosnas recogidas por su criada, reproducirá el sistema, retomará su posición social y despreciará a quien tanto la ayudó. Parece que no hay salida.

La España del siglo XIX es una encerrona. Galdós no habla de sus fuerzas productivas, habla de la hipocrecía burguesa, de cómo sus representantes miran a otro lado en defensa de sus intereses, de cómo la mendicidad tiene su raíz social clasista en el catolisismo, clasista y antihistórico, de cómo el destino que espera a quienes caen en la pobreza en la España católica es vivir en la miseria. También puede verse como determinismo metafísico del siglo XIX, es decir el mundo siempre ha sido así, las situaciones no cambian en escencia, lo que hay son explotadores y explotados, siempre es lo mismo. Quiere decirse, se niega el proceso histórico dialéctico, no hay superación del conflicto que plantea la novela, se oculta la esperanza de la Historia.

Las revoluciones burguesas en Europa estimularon el concepto del trabajo como valor, y retiraron la caridad como acto vergozoso. Las revoluciones burguesas, pero en España no hubo revolución burguesa. Sin embargo la decadencia aristocrática absolutista si dejó aparecer formas de vida burguesa, y convivieron y conviven con los restos del mundo enemigo de la sociedad del futuro.

Galdós ve que el mundo en que vive es un mundo en descomposición y lo registra bajo una patente literaria precursora de la novela moderna; en el arte que surge en ese tiempo de cambios es un arte que se basa en la realidad, en la caracterización individual, en la disolución de las articulaciones familiares antiguas y en la generación de "una masa indeterminada", la domina él. Así su novela se convierte en un estudio de caracteres, a través de los cuales se adentra en el estado social que se vive.

Con el leguaje propio de la realidad social construye la imagen estética de la realidad, símbolo, y como símbolo significado del momento. La literatura moderna, en consonacia con los cambios, daba de lado la literatura clásica, escrita para los autodenominados señores, que fijaba su imitación en la Naturaleza para abstraerse del acontecer diario de la vida de las gentes del pueblo. En contra de ese principio de la literatura anterior a la derrota de la aristocracia llevó a la burgesía al poder y ésta trajo una literatura con la que se abrió paso la novela moderna, que se irígia llevando consigo la Historia en la obra artística. Y Gadós escribe sobre la sociedad en que se ve envuelto, no busca la distracción, la abstracción.

Fuente; Revista Pueblos.- www.revistapueblos.org

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