Cardenal colombiano: Me he reunido con Alfonso Cardeal Darío Castrillón cuestiona en entrevista una afirmación de los medios sobre las FARC y confirma encuentro con dirigente del grupo insurgente.
Bogotá - En entrevista concedida al diario El Tiempo de Bogotá el Cardenal colombiano Darío Castrillón, quien se encuentra en Roma se manifestó en tópicos de alto interés como las Farc y el Narcotráfico
Castrillón dijo que algunos miembros de las Farc le han visitado en Roma y que hay disposición de ellos a avanzar en la búsqueda de la paz.
El prelado, además, se declaró contrario a que por "simplismo" se califique como narcoterroristas a las FARC.
El cardenal agregó que todos los colombianos saben que en Colombia se vive una situación muy parecida a una guerra civil, en el sentido de que un grupo de la población tiene unos anhelos distintos de los anhelos del otro grupo de la población".
La Iglesia católica fue la garante en la reciente liberación unilateral de dos militares que las FARC tenían como rehenes y en la entrega de los restos de un coronel de la policía que murió en cautiverio en 2006
A continuación el texto íntegro de la entrevista
'No estoy de acurdo* en que se llame narcoterrorista a las FARC, dice cardenal Darío Castrillón
Monseñor, esta semana se produjo por fin la liberación de dos de los soldados secuestrados por las Farc, pero aún quedan 21 soldados y policías privados de la libertad. Un comentario suyo...
Quiero ver la parte de bondad que hay siempre en el corazón humano y quiero interpretar esas liberaciones desde ese punto de vista. Es una manifestación positiva de la cual me alegro profundamente como cristiano, como Cardenal y como colombiano.
¿Por qué cree que, ante el repudio que genera el secuestro, no los liberan a todos?
Acompaño a quienes siguen en el dolor del cautiverio. Pero ellos, al ver estas liberaciones, tendrán una luz de esperanza. Todos los colombianos pensantes sabemos que en Colombia vivimos una guerra, muy parecida a una guerra civil, en el sentido de que un grupo de la población tiene unos anhelos distintos de los anhelos del otro grupo de la población. No entro a hacer la cualificación de tipo moral de esos anhelos. Ya la Iglesia se ha pronunciado para decir que no estamos de acuerdo con la violencia como camino para obtener determinados cambios. Hay que abrir los espacios de tipo político, por los que se puede llegar a conseguir lo mismo que se busca por los caminos que producen tanto dolor y tanta angustia como el secuestro.
Entiendo sus palabras en el marco de su misión pastoral, generosa y amplia. Pero créame que para la mayoría de colombianos aquí no hay una guerra civil. Aquí hay un pequeño pero poderoso grupo alzado en armas que está matando, secuestrando y que hace rato perdió su rumbo en el narcotráfico. ¿Allá en El Vaticano ven a las Farc como las vemos los colombianos?
Evidentemente la posición oficial de la Iglesia es siempre contraria a este tipo de actividades. Pero yo no caigo en la actitud simplista de meter a todo el mundo en el mismo paquete, porque hay personas que no están en narcotráfico aunque sí en violencia. He estado en campamentos, en sitios de combate, y conozco personas que están ahí pero que no comparten esos vínculos de la guerrilla con el narcotráfico. Yo tengo fotografías en el monte (en estos días encontré una en la que está Alfonso Cano, Antequera y otros a quienes no reconozco ya. Desgraciadamente no le puse la fecha, pero esa foto debe tener unos diez y ocho años). Así que es un largo camino en el que ha habido de todo. Buenas intenciones de ayudar al pueblo por caminos que yo personalmente no he aceptado. En esto no me aparto ni un milímetro de lo que piensa la Conferencia Episcopal colombiana que ha seguido tan de cerca el proceso y de mis hermanos obispos en Colombia que han estado como yo mismo en contactos directos y en acciones buscando la paz.
¿Es peor que las Farc, además de violentas, sean narcotraficantes?
Naturalmente es peor lo segundo. No podemos ser hipócritas en esto. Ha habido gentes de raigambre noble en Colombia que se volvieron narcotraficantes. Ha habido familias reconocidas como distinguidas que entraron a beneficiarse de uno u otro modo del narcotráfico. Con venta de propiedades o participación en negocios. Todos sabemos, como me decía un coronel cuando yo estaba en Bucaramanga, que muchas personas de las Fuerzas Armadas desafortunadamente también se dejaron llevar. Me acuerdo como si fuera hoy mismo que ese coronel me decía: por favor monseñor, pídale al ministro que no mande nuestro batallón al norte de la Costa porque vamos a correr el riesgo de que también los nuestros se contaminen. Cuando encontraron en el morral de cada soldado millones, hizo el ejercito una acción relámpago para purificar, pero desafortunadamente, eso me lo dijo el coronel, hasta oficiales volvieron después a esa zona como narcotraficantes. Ha habido gente que se ha pervertido con el narcotráfico en el Ejército, en la Policía, en los cuerpos de defensa personal de los narcotraficantes y de otras personas, y en los delincuentes comunes.
Naturalmente que la decisión de entrar al narcotráfico es de la cúpula de las Farc y no de sus militantes rasos...
Pero no podemos decir que absolutamente toda la guerrilla está en el narcotráfico. Se de algún grupo que quería excluir todo lo que tuviera que ver con estupefacientes, droga, coca. Y me decía un comandante: tenemos un problema muy grave, porque los campesinos que están con nosotros son los más infelices porque no pueden tener cultivos de droga. Pero hablando acá con personas de alto nivel les decía yo que no es realista pensar en sustituir droga por yuca. Creo que tenemos que ser muy claros para ser justos. Evitar generalizaciones que no solo son peligrosas sino odiosas y dañinas.
Desde ese punto de vista, ¿usted no está de acuerdo con denominar nacional e internacionalmente narcoterroristas a las Farc?
No estoy de acuerdo. Esto lo he dicho en círculos muy elevados aquí en Europa, porque me parece que es un simplismo que hace daño. Pero no excluye la afirmación de que sí es mucha la gente que está metida plenamente en el narcotráfico, y no solo proveniente de la guerrilla. Y en ese caso también se puede llamar delincuentes comunes a los países que abren sus puertas de una manera hipócrita al mercado de la droga.
¿Qué sabe su santidad el Papa Benedicto XVI sobre el tema de Colombia? ¿Qué opina él de lo que está pasando aquí?
¿Qué sabe su santidad el Papa Benedicto XVI sobre el tema de Colombia? ¿Qué opina él de lo que está pasando aquí?
Últimamente no hemos hablado. Pero en una época lo hacíamos mucho, ya que trabajamos muy unidos cuando Su Santidad el Papa Juan Pablo II me incluyó en una comisión con el entonces Cardenal Ratzinger y nos reuníamos diariamente. Ahí tuvimos oportunidad de hablar sobre estos temas. Conoce el tema de Colombia a profundidad.
¿Qué hay de cierto en que usted, desde el Vaticano, ha avanzado un gran trecho en las conversaciones con las Farc?
Hemos tenido oportunidad de conversar y de hacerlo claramente. Yo suelo decir lo que pienso. Y desde el punto de vista de mi misión soy un convencido de que Jesucristo es un hijo de Dios y yo soy ministro de Él. Por eso nunca he callado lo que es la exigencia de nuestra doctrina frente a esos problemas. Y lo saben ellos, mis amigos, y me atrevo a llamarlos así, en altos niveles de la dirigencia armada de la guerrilla. Algunos de ellos han estado en mi capilla aquí en Roma, saben que nunca les he ocultado la verdad. Saben que no profeso hacia ellos una falsa amistad. Siempre le he dicho no al enriquecimiento ilícito fácil; no a poner el riesgo la vida de campesinos y de personas de la ciudad; no al ingreso del dinero mal habido a la política. Siempre he dicho eso con toda claridad, bajo la convicción de que soy ante todo un sacerdote. Ser cardenal es accidental, lo importante en un religioso como yo es ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir que te absuelvo de tus pecados. Es por ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir por la mañana este es mi cuerpo porque un pedacito de pan se convierte en el cuerpo de Cristo. Eso me obliga siempre a decir la verdad, no para ofender a la persona con la que estoy hablando, sino para que se salve entrando por los caminos de Dios, que son los únicos de la verdadera felicidad. La droga y el poder de las armas no producen la felicidad. Producen muerte, desolación. Y el terrorismo, inseguridades mayores. En Colombia tenemos que tener en cuenta que esa realidad nueva del terrorismo internacional, como arma de minorías puestas en contra de gobiernos establecidos es algo que hay que tratar con diálogo, con inteligencia, y que ni siquiera las grandes potencias han logrado dominar con el simple empleo de las armas.
Hemos tenido oportunidad de conversar y de hacerlo claramente. Yo suelo decir lo que pienso. Y desde el punto de vista de mi misión soy un convencido de que Jesucristo es un hijo de Dios y yo soy ministro de Él. Por eso nunca he callado lo que es la exigencia de nuestra doctrina frente a esos problemas. Y lo saben ellos, mis amigos, y me atrevo a llamarlos así, en altos niveles de la dirigencia armada de la guerrilla. Algunos de ellos han estado en mi capilla aquí en Roma, saben que nunca les he ocultado la verdad. Saben que no profeso hacia ellos una falsa amistad. Siempre le he dicho no al enriquecimiento ilícito fácil; no a poner el riesgo la vida de campesinos y de personas de la ciudad; no al ingreso del dinero mal habido a la política. Siempre he dicho eso con toda claridad, bajo la convicción de que soy ante todo un sacerdote. Ser cardenal es accidental, lo importante en un religioso como yo es ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir que te absuelvo de tus pecados. Es por ser sacerdote. No es por ser cardenal que puedo decir por la mañana este es mi cuerpo porque un pedacito de pan se convierte en el cuerpo de Cristo. Eso me obliga siempre a decir la verdad, no para ofender a la persona con la que estoy hablando, sino para que se salve entrando por los caminos de Dios, que son los únicos de la verdadera felicidad. La droga y el poder de las armas no producen la felicidad. Producen muerte, desolación. Y el terrorismo, inseguridades mayores. En Colombia tenemos que tener en cuenta que esa realidad nueva del terrorismo internacional, como arma de minorías puestas en contra de gobiernos establecidos es algo que hay que tratar con diálogo, con inteligencia, y que ni siquiera las grandes potencias han logrado dominar con el simple empleo de las armas.
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