Por: Simón Rodríguez Porras*
La oposición de derecha venezolana suele hacer campaña contra la ayuda humanitaria brindada por el gobierno venezolano a otros países. Con frecuencia escuchamos a la dirigencia derechista quejarse por los "regalos" a países empobrecidos o que han sufrido catástrofes naturales, bajo el argumento de que los recursos administrados por el Estado venzolano deberían invertise exclusiavamente en nuestro país.
Ahora bien, no sólo es pequeña la ayuda humanitaria venezolana comparada con los recursos que a este fin destinan los países del primer mundo, sino que Venezuela también ha sido receptor de ayuda en varias ocasiones, como por ejemplo luego del deslave de Vargas. Hacer propaganda contra la ayuda humanitaria no es un ejercicio honesto.
La derecha suele denunciar que se podría haber realizado tales o cuales obras en Venezuela si el gobierno se abstuviera de hacer donaciones a terceros países. Detrás de estos planteamientos aparentemente nacionalistas se esconde una posición muy reaccionaria. Al tiempo que plantean un cuadro caricaturesco según el cual las víctimas del terremoto de Haití, o los pueblos de Bolivia o Nicaragua, estarían beneficiándose de los recursos del petróleo venezolano antes que los propios venezolanos, los dirigentes derechistas en realidad está en contra de una política económica verdaderamente soberana y popular.
La dimensión de las donaciones a terceros países, que tanto irrita a la derecha, es realmente ínfima si la comparamos con los enormes recursos que el gobierno destina todos los años al pago de intereses sobre una deuda externa ilegal, que ya ha sido pagada sobradamente. Los acreedores internacionales, y no los pobres de Haití, son quienes privan al pueblo venezolano de enormes recursos.
También resulta insignificante el monto de la ayuda humanitaria venezolana si la comparamos con los miles de millones de dólares que el Estado venezolano dejará de percibir por concepto de la reducción de impuestos a las transnacionales que explotarán la Faja Petrolífera del Orinoco durante los próximos cuarenta años. Las transnacionales Chevron, Repsol, Mitsubishi, y otras se beneficiarán con un recorte en el monto de las regalías del 30% al 20%.
Otro regalo verdaderamente odioso es el monto que se ha destinado a pagar jugosas expropiaciones a capitalistas nacionales y extranjeros. Por ejemplo, el Banco de Venezuela y Sidor fueron nacionalizados por un monto mayor a los 10.000 millones de dólares, siendo empresas que fueron privatizadas a precio de gallina flaca en la década de los noventa. Con razón algunos de estos capitalistas, como los antiguos propietarios privados de la Electricidad de Caracas, han dicho que las expropiaciones han resultado los mejores negocios de sus vidas. Las expropiaciones debieron hacerse sin indemnización, pues esos capitalistas adquirieron ganancias con las que recuperaron decenas de veces su inversión.
Sumemos a todo esto los recursos destinados al Fondo Bicentenario, un gran regalo para la burguesía nacional, de tres mil millones de bolívares fuertes (tres billones de bolívares viejos), supuestamente para reimpulsar las exportaciones privadas y la sustitución de importaciones.
El gobierno concede recursos en cantidades astronómicas, tanto a la burguesía nacional como a la burguesía imperialista. Además de esto, gran parte de la renta petrolera termina en manos de empresas con las que el Estado contrata servicios o la construcción de obras. Eso es así porque estamos ante un gobierno burgués, que administra el Estado en beneficio de los capitalistas.
Por supuesto que la derecha proyanqui venezolana jamás cuestionará que se le entreguen cuantiosos recursos a la burguesía nacional y transnacional, o que se pague religiosamente la deuda externa. En eso hay un acuerdo fundamental entre la oposición de derecha y el gobierno de Chávez. Y por esta razón es que la derecha recurre a la demagogia de denunciar que el gobierno regala dinero a Haití, o a Bolivia, pero se hace cómplice del verdadero entreguismo. De hecho, esa derecha opositora gobernó en la década del 90 y fue campeona del entreguismo.
Exijamos que cesen los verdaderos regalos del gobierno al capital extranjero, algunos de los cuales son: el pago de la deuda externa, el pago de elevadísimas indemnizaciones por la nacionalización de empresas, las rebajas en los impuestos petroleros, y la constitución de empresas mixtas que permiten a las transnacionales colocar una parte de los yacimientos petroleros venezolanos entre sus propiedades.
* Simón Rodríguez Porras es militante de la Unidad Socialista de Izquierda.
Ahora bien, no sólo es pequeña la ayuda humanitaria venezolana comparada con los recursos que a este fin destinan los países del primer mundo, sino que Venezuela también ha sido receptor de ayuda en varias ocasiones, como por ejemplo luego del deslave de Vargas. Hacer propaganda contra la ayuda humanitaria no es un ejercicio honesto.
La derecha suele denunciar que se podría haber realizado tales o cuales obras en Venezuela si el gobierno se abstuviera de hacer donaciones a terceros países. Detrás de estos planteamientos aparentemente nacionalistas se esconde una posición muy reaccionaria. Al tiempo que plantean un cuadro caricaturesco según el cual las víctimas del terremoto de Haití, o los pueblos de Bolivia o Nicaragua, estarían beneficiándose de los recursos del petróleo venezolano antes que los propios venezolanos, los dirigentes derechistas en realidad está en contra de una política económica verdaderamente soberana y popular.
La dimensión de las donaciones a terceros países, que tanto irrita a la derecha, es realmente ínfima si la comparamos con los enormes recursos que el gobierno destina todos los años al pago de intereses sobre una deuda externa ilegal, que ya ha sido pagada sobradamente. Los acreedores internacionales, y no los pobres de Haití, son quienes privan al pueblo venezolano de enormes recursos.
También resulta insignificante el monto de la ayuda humanitaria venezolana si la comparamos con los miles de millones de dólares que el Estado venezolano dejará de percibir por concepto de la reducción de impuestos a las transnacionales que explotarán la Faja Petrolífera del Orinoco durante los próximos cuarenta años. Las transnacionales Chevron, Repsol, Mitsubishi, y otras se beneficiarán con un recorte en el monto de las regalías del 30% al 20%.
Otro regalo verdaderamente odioso es el monto que se ha destinado a pagar jugosas expropiaciones a capitalistas nacionales y extranjeros. Por ejemplo, el Banco de Venezuela y Sidor fueron nacionalizados por un monto mayor a los 10.000 millones de dólares, siendo empresas que fueron privatizadas a precio de gallina flaca en la década de los noventa. Con razón algunos de estos capitalistas, como los antiguos propietarios privados de la Electricidad de Caracas, han dicho que las expropiaciones han resultado los mejores negocios de sus vidas. Las expropiaciones debieron hacerse sin indemnización, pues esos capitalistas adquirieron ganancias con las que recuperaron decenas de veces su inversión.
Sumemos a todo esto los recursos destinados al Fondo Bicentenario, un gran regalo para la burguesía nacional, de tres mil millones de bolívares fuertes (tres billones de bolívares viejos), supuestamente para reimpulsar las exportaciones privadas y la sustitución de importaciones.
El gobierno concede recursos en cantidades astronómicas, tanto a la burguesía nacional como a la burguesía imperialista. Además de esto, gran parte de la renta petrolera termina en manos de empresas con las que el Estado contrata servicios o la construcción de obras. Eso es así porque estamos ante un gobierno burgués, que administra el Estado en beneficio de los capitalistas.
Por supuesto que la derecha proyanqui venezolana jamás cuestionará que se le entreguen cuantiosos recursos a la burguesía nacional y transnacional, o que se pague religiosamente la deuda externa. En eso hay un acuerdo fundamental entre la oposición de derecha y el gobierno de Chávez. Y por esta razón es que la derecha recurre a la demagogia de denunciar que el gobierno regala dinero a Haití, o a Bolivia, pero se hace cómplice del verdadero entreguismo. De hecho, esa derecha opositora gobernó en la década del 90 y fue campeona del entreguismo.
Exijamos que cesen los verdaderos regalos del gobierno al capital extranjero, algunos de los cuales son: el pago de la deuda externa, el pago de elevadísimas indemnizaciones por la nacionalización de empresas, las rebajas en los impuestos petroleros, y la constitución de empresas mixtas que permiten a las transnacionales colocar una parte de los yacimientos petroleros venezolanos entre sus propiedades.
* Simón Rodríguez Porras es militante de la Unidad Socialista de Izquierda.
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