sábado, 3 de abril de 2010

Uruguay: Música Popular-Derechos Humanos- Para que no se cambie la memoria de los Pueblos

Una reflexión sobre la historia oculta de la dictadura, incluso sus reflejos en la música popular

Margarita Merklen*

Muchas veces se deja oír la voz “para que no se muera la memoria”.

Generalmente se refiere a la historia oculta de la época de la dictadura y todo lo que pasó con nuestros desaparecidos. O a lo que fue todo ese entorno de vida de silencio, de miedo al relato relacionado con miles de hechos menores, a pequeñas cosas que nos ocurrieron a todos, o a muchos y que no se narran, que fueron posteriormente transmitidos en forma diferente, plasmados a veces en textos de estudio y que podrían, si no existe un trabajo de recuperación de esa memoria, quedar así para el futuro, como historia oficial de una época crucial de la vida de nuestro pueblo. ¿Fue realmente así?

Casi nunca se refiere, en esos pedidos, a otras cosas importantes también, como lo es la cultura de nuestro pueblo, y dentro de ella su música.
Los representantes visibles de la dictadura sabían (y también otros, más arriba, que también mandaban y no eran uruguayos) que sus canciones tenían más poder que mil bombas.
Que esa música rea peligrosa y había que erradicarla.

Quedo así prohibida su ejecución y difusión. Se recorrió todo el medio de difusión masiva y se retiró todas y cada una de las muestras de ese monstruo sonoro que podía levantar hasta los muertos. No quedó en ninguna radio uruguaya ni un ejemplar de alguna de esas versiones, de nuestros músicos populares, todas fueron requisadas.
También, como podían ser requisadas en los allanamientos efectuados a sospechosos de actividades (no sólo conspirativas sino cualquiera que pudiera interpretarse como en contra de la dictadura), la gente los escondió como pudo.

Bastaba con que tres personas estuvieran conversando en cualquier lugar del pueblo, para estar en falta o ser detenido. Requisaron con especial cuidado toda la música de “Los Olimareños”. Toda. Toda y cada una de sus canciones, por ejemplo, entre tantos igual en nuestra ciudad de Durazno, se les prohibió a amigos de toda una vida visitarse uno a la casa del otro y a un querido médico, volver a estar junto a su pueblo. No podía residir ni pisar Durazno. Y era gente común.

Silenciaron los músicos.

Aquí a “Los Olimareños” los echaron del Festival de Folkklore. Nadie podía oírlos. Estaban terminantemente prohibidos. LOS CONDENARON AL SILENCIO. Pero la magia del pueblo nos envolvió a todos y ellos comenzaron a cantar en susurros, en cada guitarrita y en cada casa donde había alguien que cantara… y en ese entonces cantábamos todos. Comenzaron a cantar en nosotros… a vivir en nosotros… para adentro… en lo íntimo del encuentro.

¿Por qué? ¿Qué tenían Los Olimareños? ¿Acaso eran tan subversivas sus letras? Si las analizamos frente a un montón de canciones de nuestros pueblos latinoamericanos levantados en una lucha armada de liberación nacional, como lo fueron El Salvador, Nicaragua y Guatemala, (entre otros), no encontramos en sus canciones (que hablan de la tierra, de los arroyos, de los pueblitos y sus costumbres, perdidos en las lejanías del interior del país) nada que pudiera parecerse a las canciones revolucionarias, combativas latinoamericanas. Nada. Son, nada más y nada menos que canciones de los pueblos.


¿Por qué, entonces? ¿Cuál era el peligro? Que pudiéramos llegar a mantener la conciencia de que éramos un pueblo con historia, con costumbres, con dignidad, solidarios, cariñosos, que éramos hermanos. ¿Molestaba eso? Analicemos. ¿Qué significan para nosotros, como pueblo uruguayo Los Olimareños? Nosotros tuvimos, como todo pueblo latinoamericano un movimiento cultural que se formó naturalmente y siguiendo las corrientes de las épocas, que fue respondiendo y planteando una música popular como parte de una cultura popular, de la cual, la música fue la expresión más representativa y saliente.

Surgieron los creadores y los intérpretes. Y los cantautores. Algunos solos, otros a dúo. Surgieron por todos los pueblos y rincones de la Patria y comenzaron a cantar. Cada zona, cada región, comenzó a cantar su paisaje, desde Artigas hasta Treinta y Tres.

Algunos fueron muy comprometidos. Músicos de escuela, conocedores del saber popular, plantearon en sus canciones las ideas que surgían hacia el anhelo de una patria para todos. Aparece “A desalambrar”.

Otros fueron artistas que supieron pintar con sonidos loa paisajes de sus pueblos… y surge así aquel “Caminito de tierras coloradas” o aquel “Gurisito pescador, de la “tararira, tararira, qué arisca y sabia que estás”…

Aparecen las descripciones de las faenas comunes y de las otras, las irregulares, pero que responden a una realidad social que está viviendo el hombre de campo, la familia del campo uruguayo.
Surge el “Camino de los quileros” Y la vida del niño en esos pueblos en “Pantalón cortito”. Y de sus fiestas “Sentados al cordón de la vereda”.

Se une el presente y la historia. Se plantea el paisaje y la gente… sus sueños, sus realidades, sus amores. Son canciones…y canciones…y canciones. Y es todo un movimiento de músicos, que no se organizan pero que se relacionan a través de lo que van creando y oyendo a los otros. Y la música corre de sur a norte y de este a oeste. Se canta, se escucha, se sigue creando. En medio de todo ese ambiente cultural, nuestro, importante, vivido en forma tan natural que ni cuenta nos damos de que existe, surge el dúo ese de Treinta y Tres que capta en forma especial, la atención.

¿Por qué? No sé. No he podido hacer aún un estudio de lo que han significado “Los Olimareños” para nosotros y porqué. No he leído quien lo haya hecho.

Pienso que Treinta y Tres era un medio especial.
Porque es un pueblo que mantiene sus tradiciones naturalmente y las vive. Porque vivían allí el “Laucha” Prieto y Ruben Lena, porque estaban el Pepe y Braulio y se dio.

Cuando surge algo especial es porque existe, además de las condiciones del artista, un caldo de ambiente que posibilita el logro. Se dio.

Y en ese caminar de esos músicos populares, en ese andar, comenzamos todos a sentirnos adentro, a sentirlos adentro nuestro a ellos, a sentirnos todos adentro unos de los otros, escuchándolos, cantando también al escucharlos, viviendo sus canciones. ¿Por qué? Por esa magia que se crea en torno a la música, a la cultura, a los pueblos…Fuimos caminando juntos. Y comenzaron ellos a representarnos, a representar el sentir uruguayo, vital, agropecuario, digno…

Todas cosas tan simples que parece imposible molesten a alguien.
Y se iba de una magia a otra magia. Cada vez mayor. Cada vez más sentida.

Los otros músicos con su material, su arte y sus modismos iban creciendo también en sus alcances. Haciendo más hondo el compromiso. Socializando sus paisajes, entusiasmando, haciendo comprender las primeras luchas del pueblo. Después del largo silencio, la ausencia del exilio, el país sin música: (cárcel, tortura, muerte, destituciones, separaciones, atropellos…) Se dio la apertura. Y el encuentro. De todas partes volvían los uruguayos. El año 85 se llenó de risas y de abrazos. Un día volvieron “Los Olimareños” desde México y la Patria se llenó de cantos. Volvieron a estar entre nosotros. A cantar. Volvió a oírse su música en las radios, sus canciones, tan queridas. Volvió la magia.

Volvieron a cantar en Durazno…Vino la separación, la disolución del dúo. Y el silencio.

Hace poco tiempo Braulio apareció cantando con otro músico excepcional, que había perdido a su compañero de “Los Zucará” (falleció luego de una corta enfermedad).

Los vi en un programa de televisión. Parecía un encuentro casual y cantaron varias canciones de ambos dúos. Después aparecieron en muchos otros lados juntos.

Ahora en las audiciones de música popular los pasan constantemente. Pero ese dúo no es aquél. Tampoco es los “Zucará”. Comprendo que ellos pueden llevar esas canciones en vivo, dentro y fuera de la patria y hacerlas gustar o vivir por multitudes.

Yo no quiero plantear ninguna crítica a la necesidad y posibilidad de trabajo que puedan buscar nuestros músicos en épocas tan difíciles. Este planteo se basa en el respeto a nuestros músicos y el objetivo es otro.

Lo que no puede morir, lo que no debe morir es la música de “Los Olimareños” en nosotros. Porque esa música en esas voces fue parte de nuestra historia y no puede olvidarse. Así fue,
Así debe quedar. Para que la memoria no muera.

Para que no sea cambiada la memoria de nuestro pueblo.

Las radios deberían tener sus grabaciones. Los programas de música popular hacerlos escuchar siempre.

Esas grabaciones tendrían que estar en las escuelas, en los liceos, en las escuelas industriales, en los Institutos de Formación Docente. En todos los centros de formación oficiales. En los clubes de niños, los hogares y los centros del INAME, en todas partes donde haya niños y jóvenes.

Y tendrían que estar también en los lugares donde están los “viejos” reunidos, para que puedan sentir y recordar las épocas pasadas… y vivirlas otra vez.

Porque poseen un alto valor social, además del artístico. Los avances de las épocas no pueden borrar los logros del pasado.

Así como Gardel vive en sus grabaciones de la época, aunque haya tantos cantores que interpretaron sus canciones, LOS OLIMAREÑOS deben quedar en nuestro país así como fueron, ahora sólo en lo que queda de sus grabaciones, y tratar de conservarlas de tal manera, que puedan continuar cantándonos, a ese país que somos. Que se nos escapa a veces como el agua entre los dedos, a ese país que soñamos y que seguimos soñando.

Para el futuro, desde la magia del pasado aún intacto, que puedan esas canciones seguir moviéndonos el corazón, nuestro corazón uruguayo. Ese es el secreto: no dejar morir nada de lo que fue fundamental para nuestro pueblo.

Porque el andar de los pueblos es lento, en cada uno de sus pasos está “el tranquito”, el caminar de todos sus hijos, entrelazados, de pasos cortitos y pasos largos, a “UPA” o con muletas, chiquititos, con zancos, solos, juntos, sobre las huellas de los que ya pisaron, marchan todos, pasado y presente, juntos, marcando así la huella. Despacito. De a poquito. Sigamos la huella. No la rompamos. Porque el barro nos hará dar un traspié y quedaremos sin rumbo. Sigamos la fuella. Para que no se cambie la memoria de nuestro pueblo.

(*)Nota publicada por la autora en Todas las Voces, semanario de Sarandi del Yí, Durazno.- sábado 19 de julio de 2003

Fuente Blog do Jakoskind

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