Editorial
La creación del cargo de coordinador de los Servicios de Inteligencia del Estado fue una idea mal concebida y peor instrumentada, razón por la cual no extraña que hoy se piense en eliminarlo de manera definitiva. Instaurada por el gobierno de Vázquez, esa rara figura con potestades plenas en tan delicada materia suscitó recelos y levantó protestas de la oposición que llegó a reclamar un control parlamentario sobre sus actos. Al respecto hay un proyecto de ley presentado en el Parlamento.
Las cosas empeoraron en la pasada administración al designarse como coordinador a Augusto Gregori, un miembro del MLN-Tupamaros, entre cuyos antecedentes figura su participación en el fallido intento de copar la ciudad de Pando 40 años atrás.
Por su perfil y trayectoria, Gregori mereció objeciones de distintos sectores políticos que pusieron en duda su ecuanimidad y formación para manejarse como la máxima figura en materia de servicios estatales de Inteligencia.
Según el semanario Búsqueda, el presidente Mujica analiza la posibilidad de relevar a Gregori y eventualmente la de suprimir el cargo. Al parecer, Gregori no pudo avanzar mucho en su tarea en virtud de la tendencia de ese tipo de servicios a cerrarse sobre sí mismos y a recelar ante cualquier intervención externa. Eso ocurre con las reparticiones consagradas a esa tarea en los ministerios del Interior y de Defensa Nacional, así como de varios organismos dependientes de las Fuerzas Armadas y de otros ministerios.
Modernizar los servicios de Inteligencia y lograr entre ellos una comunicación fluida es algo que puede hacerse sin necesidad de entronizar, como se quiso hacer, a un coordinador como Augusto Gregori
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